miércoles, 21 de noviembre de 2018

El acuerdo [05/10]





A la mañana siguiente el mal sabor del primer aviso perduró en mi boca, por lo que decidí hacer algo. Bueno, ya sabía que evitar no me servía, de lo contrario no habría llegado a ese punto con él, así que creí que mi mejor opción sería enfrentar y dominar. Exponerme abiertamente a los encantos de Sungmin, recibir el impacto, acostumbrarme a él y finalmente manejarlo con el conocimiento de a qué me estoy enfrentando. Y como yo no estaba entendiendo en realidad lo que me pasaba con Sungmin, no aceptaba ni dimensionaba el sentimiento cálido, profundo y gigantesco que él provocaba en mi interior, exponerme fue igual o peor que evitarlo. Sin embargo, en mi defensa puedo decir que la pasamos bien antes de volver a mis tormentosos delirios.

 Dicho y hecho, terminamos la práctica. Con más ansias de las que queríamos mostrar, en nuestros próximos encuentros probamos nuevas posiciones y formas de estimularnos. Conocimos las maravillas del sexo oral, de apretarnos rudo en medio del acto, de dibujarnos sobre la piel con chupones, de oírnos jadear por la dicha que nos causaba estar conectados de esa manera y de lo humano que el sexo desenfrenado se volvía cuando nuestras miradas y dedos se entrelazaban como si siempre se hubieran estado buscando.



  En poco tiempo, el presentimiento de Sungmin se hizo realidad y al desarrollar una destreza, el sexo pasó de simplemente bueno a simplemente fabuloso.

 Y gracias a esos días tan intensos, sucedieron 2 cosas que desembocaron en nuestro acercamiento y mi inminente perdición:

1.- Me aprendí de memoria cada detalle del cuerpo desnudo de Sungmin. No por verlo cada noche, sino porque voluntariamente lo estudié con fascinación, a un nivel casi obsesivo, porque yo era el único en el mundo que tenía ese derecho. Yo y nadie más sabía que a pesar de que el color de su piel oscilaba entre la leche y el rosa, sus pezones eran oscuros, pequeños y apretados, como dos botones que si presionabas lo conducían a la locura. Nadie sabía que en realidad él no se depilaba para parecer más atractivo, sino que naturalmente tenía poco vello. No obstante, tenía un sutil camino de pelitos bajo el ombligo que llevaba directo a los genitales, los cuales eran cubiertos por firmes rizos, suaves como el terciopelo y oscuros como la noche. Refugiado bajo ellos, estaba su pene rosado, de un tierno grosor y unos 10 centímetros de largo cuando dormía, 15 cuando lo despertaba con mis caricias, entonces se tornaba duro como una roca, la sangre hervía justo debajo de la delicada piel y transformaba en ambrosía lo que salía de la punta. Más abajo, sus testículos eran aún más rosados, dos esferas lampiñas y casi idénticas, daba gusto mirar la simetría con la que colgaban una al lado de la otra, y si eso no era suficiente encanto, el lunar en forma de amorfo corazón en el muslo derecho de su entrepierna era el añadido perfecto. Por otro lado -literalmente-, la firmeza y exquisitez de ese trasero que siempre llamaba la atención de todos quienes lo veían pasar, sólo yo la conocía a ciencia cierta. Mis manos eran las únicas que habían comprobado lo blandas y suaves que eran aquellas nalgas. Parecían dos malvaviscos, daban ganas de moldearlos, apretarlos y morderlos, y no siempre podía resistirme a complacer ese deseo. Y finalmente, era yo nada más quien habían visto a milímetros de distancia cada parte de su cuerpo, era yo quien podía contemplar cuanto quisiera el perfecto diseño de su rostro, yo quien podía ver esa cicatriz que se hizo cuando niño en el talón izquierdo, yo quien podía notar que su dedo medio del pie derecho era casi imperceptiblemente más pequeño que los demás. Yo y nadie más ahí o en cualquier parte del universo.

2.- Con los beneficios de nuestros placenteros encuentros nocturnos, vinieron los efectos que habíamos buscado. El estrés asfixiante había desaparecido, dormíamos bien, no teníamos dolores corporales, malhumor e incluso nuestras pieles lucían mejor que nunca. En resumen, estábamos saludables y tan satisfechos como se podía estar en un lugar así, pero lamentablemente, esa clase de bienestar no era algo que se lograba con productos de belleza o drogas, era evidente que algo pasaba, y pronto los “antis” de Sungmin y los chismosos en general comenzaron a hacer un hervidero a costas nuestras. Los primeros en actuar fueron los pervertidos que detestaban y deseaban a Sungmin a partes iguales, porque al ver la despampanante belleza que él desprendía, de alguna forma se vieron más incitados a acosarlo. Yo no solía encontrármelo con frecuencia en los pasillos del internado, sin embargo, uno de esos días el destino nos hizo tropezar en un mismo lugar y me permitió ver aquel espantoso espectáculo.  Sungmin caminaba a paso firme, con la espalda recta, moviendo los brazos al ritmo de sus piernas y con ningún gesto en su rostro que delatara alguna emoción, excepto sus ojos. Había una terrible sensación de incomodidad en su brillo, pues si bien nadie le atacaba físicamente, las miradas que se iban posando en su piel a medida que avanzaba se sentían seguro como ser manoseado por decenas de garras hostiles. Después de ver a Sungmin pasar ante mis ojos, puse mi vista en los espectadores. Ya no eran como un grupo de obreros mirando a una mujer bonita transitando cerca de ellos, era como un grupo de pedófilos admirando a un niño secuestrado desnudarse ante ellos. Infinitamente asqueroso, y peor, no era lo único. Como había dicho, los chismes aparecieron, y gracias a ello mi nombre se hizo conocido por todo el instituto. Existían distintas versiones. Unas decían que los encantos de Sungmin me habían atrapado, que ahora estaba bajo sus chantajes y sería el próximo expulsado. Otros decían que mi aspecto de retraído era una fachada y que en realidad estaba igual de enfermo que él, razón por la cual habíamos durado tanto juntos. También se decía que estaba enamorado de Sungmin y que actuaba como su perrito faldero por iniciativa propia, que incluso yo había sido quien robó a Jo Kwon. Por suerte ese último rumor no proliferó más que los otros, no obstante, eso no me libró del aprieto. Todos los ojos se posaron sobre mí, y como si les conociera, ciertos osados se atrevieron a decirme cosas cuando me veían en los pasillos.

“Hey, ¿Su trasero es tan delicioso como parece?”

“¿Qué se siente cogerse a ese psicópata pervertido? ¿No se te ha caído el pito aún?”

“Con qué te ha chantajeado a ti también ¿Eh? ¿Y vale la pena? Porque si es así, invítenme”

 Oírlos me enfurecía al punto de herirme las palmas con las uñas, y no era por mí, de mí podían decir lo que quisieran, pero se estaban metiendo con Sungmin. Las horribles cosas que le decían, las asquerosas miradas y gestos, el constante ambiente hostil a su alrededor, lo lastimaban, le arruinaban el día a día, y él no tenía como defenderse. No podía usar sus habilidades marciales, y de por sí Sungmin practicaba aquel deporte para bajar los niveles de estrés, no por canalizar su violencia, no era agresivo, al contrario, era muy sereno y afable, para toda situación buscaba salida con las palabras. Era esa clase de persona que en una versión cuerda de este universo caería bien a todos y tendría a sus pies a hombres y mujeres por igual, pero en esta versión cruda y real no había ni el más mínimo residuo de sentido común, ahí todos eran poseídos por sus instintos más básicos y bestiales. Yo los comprendía, sin embargo, no podía excusarlos y permitirles actuar así, no cuando se metía con Sungmin, con mi Sungmin, menos después de todos mis maricas desvaríos de cuidarlo y hacerlo feliz. Al menos tenía que intentar algo, y cuando por fin perdí el último átomo de paciencia que me quedaba y mis uñas habían calado en los huesos de mis manos, simplemente lo hice. Ese día ellos hallaron una gran oportunidad para fastidiarnos, pues desde que habían empezado los rumores, esa era la segunda vez que Sungmin y yo volvimos a coincidir en el pasillo, con la diferencia de que esta vez no había ningún vigilante cerca pero sí muchos estudiantes saliendo de clases, y el botón de mi descontrol era bastante tentador como para que uno de ellos no quisiera presionarlo.

—Ehhhh, miren quienes se han encontrado— Escupió aquel. Mi ceño se frunció de inmediato y traté de seguir caminando, pero él me detuvo con su presencia— ¿Saben? Escuché que el club de taxidermia está haciendo actividades al aire libre y su salón están vacío ¿Por qué no van a revolcarse? Seguro las cosas que tienen ahí no son muy diferentes de las que a él le gusta meterte ¿No, Kyuhyun?

 Suficiente.

 Sin necesitar una segunda provocación, lo agarré del cuello de la camisa y lo arrastré hasta estamparlo duramente contra la pared. Un murmullo de impresión se oyó alrededor y todos permanecieron estáticos. Por su lado, el sujeto me miraba atónito y la expresión furiosa en mi rostro era agravada con una errática respiración ¡Dios, cuanto quería matarlo a golpes! Pero no podía dejar solo a Sungmin ahí el resto del año, así que me calmé y pensé otra cosa. Al conseguir algo, sonreí de lado y fulminé al sujeto con malicia.

—¿Quieres que te cuente algo? — Inicié soltándolo con una mano y dándole una pequeña palmadita en la mejilla con una falsa intención de amistad— Desde hace rato los oía a todos ustedes hablarme en el pasillo, susurrándome cosas, y debo admitir que hasta ahora nadie atrajo mi atención, pero tú, tú sin duda has logrado dar justo en el blanco y ya no puedo resistirme, así que me rindo ¿Quieres hablar? ¡Pues vamos a hablar! ¿De qué hablamos? ¿Qué tal de ti? Sí, sí, ese es un buen plan, porque tengo muchas dudas acerca de ti y tu familia por cosas que me han dicho mis amigos ¿Por qué no me hablas de tus sesiones de sexo oral con el profesor de biología en el laboratorio del sexto piso?

 El chico abrió los ojos tanto como pudo y su rostro se llenó de horror mientras alrededor el murmullo de asombro fue notablemente más ruidoso que el primero.

—¿Hay buena luz y ventilación para hacerlo? Algo así debe tener porque no es muy discreto— Agregué fingiendo una risotada. En seguida, volví a mirarlo— ¿No quieres hablar de eso? Bueno, ¿Qué tal si hablamos de tu padre cuando le propuso un negocio de lavado de dinero al padre de Lee Taemin? ¡Oh, espera! Eso era ultra secreto, pe-pero tu querías hablar ¿O no? ¿O ya no tienes ganas de hablar conmigo? ¡Anda, dime!

 El sujeto, totalmente paralizado, ni siquiera parpadeó para responderme. Al notarlo, sonreí de nuevo y volteé el rostro hacia los espectadores.

—¡Bueno, él ya no quiere hablar! ¿Por qué ustedes no aprovechan la oportunidad? — Al oír esto varios retrocedieron, pero yo, totalmente poseído, no tuve clemencia y apunté a uno— ¡Tú! ¿Por qué no nos cuentas de cómo tu familia está desviando fondos del consorcio que tienen junto a los padres de esos 3? 
—¿Eh? — Los aludidos de inmediato giraron sus miradas hacia el otro, quien se puso blanco como el papel y retrocedió aún más.
—¡Y tú!— Apunté a otro— Por favor, me muero por saber cómo tu hermana se libró de ese embarazo no deseado que consiguió en ese club de sexo al que iba regularmente en Taiwan ¿Fue con la ayuda divina? Porque no creo que se haya hecho un aborto ¿Verdad? Tus padres son fervientes opus dei y tu padre gestiona el actuar de dicha institución en nuestro país. Que él hiciera abortar a su hija sería un escándalo que sin duda arruinaría a tu familia, aunque claro, siempre se puede ir a una clínica y decir que tiene Apendicitis ¿Verdad? —Dicho esto, le guiñé el ojo.

 El lugar quedó bajo un silencio sepulcral, yo fingí sorpresa.

—¿Eh? ¿Nadie quiere hablar ahora? ¡A-Ah! Es porque no son asuntos de mi importancia ¿Verdad? —Soltando del todo al primer tipo, me di vuelta y golpeé mi cabeza fingiendo culpa— ¡Lo siento mucho! Mis amigos son tan chismosos, y aún más los suyos que no saben guardar secretos ¿No es cierto? —Varios chicos se miraron entre ellos— ¡Pero tranquilos! Yo entiendo eso de que haya gente difamándote gratuitamente y metiéndose donde no les llaman, respeto mucho que no lo quieran. No hablaré con ustedes de eso nunca más, ni con ustedes ni con los que no mencioné, sin embargo, deben dejar de hablarnos a mí y a Sungmin, porque si no quieren conversar de cosas que nadie quiere saber ¿Por qué se acercan a hablarnos? Creo que para eso debe existir cercanía previa y todos nosotros no somos muy amigos aún ¿No es verdad?

 Mi risotada se dejó oír por todo el pasillo. De repente, fuertes pisadas de botas se oyeron a lo lejos. Un vigilante venía. Sin desperdiciar tiempo, me acerqué a Sungmin, tomé su brazo y lo hice caminar conmigo entre la gente que se abría ante nosotros. Una vez libres, di vuelta la cabeza y borré mi falsa sonrisa.

—Espero que haya quedado muy claro— Finalicé con tono sombrío. Nos largamos al segundo después en medio del sostenido silencio.

 Caminamos rápido y sin detenernos por varios pasillos y escaleras sin decir una palabra. Para cuando nos detuvimos, estábamos en el quinto piso del edificio B. Ahí se solían hacer los cursos de manualidades y economía doméstica, un chiste que se contaba solo para la mayoría de los alumnos, por tanto, el flujo de gente era bastante reducido y a esa hora los únicos que pasaban por ahí de tanto en tanto eran los guardias, así que no tuvimos necesidad de seguir andando, y qué suerte, porque apenas solté el brazo de Sungmin, todo el coraje, el sadismo y la adrenalina del momento recién vivido se desprendieron de mí, dejándome sin fuerzas para mantenerme de pie. Me apoyé en uno de los muros, y soltando un suspiro de alivio infinito, poco a poco fui cayendo al suelo.

—Diablos, ¿Qué fue eso? — Bufé apretando los ojos y sosteniéndome el pecho con una mano, creyendo que en cualquier momento me daría un infarto por el shock.

 Sungmin pareció no moverse por un largo rato y no quise abrir los ojos para corroborarlo. No importaba si nos salvé de esos cretinos, había quedado como un maldito lunático ante sus ojos, y creí que en cualquier momento se marcharía aterrado, cuando de repente sentí su cuerpo tumbarse al lado mío, entrelazando nuestros brazos y depositando su cabeza en mi hombro. Sorprendido, me erguí ligeramente para mirarlo. Sus ojos estaban suavemente cerrados y toda su cara estaba encendida.

—Gracias…—Susurró muy bajito, y yo volví a desplomarme, cerrando los ojos, poniendo mi rostro igual de rojo sobre su cabeza y negándome a pensar en cualquier cosa.

 Unos 10 minutos después, volví a la realidad.

—Sungmin, tengo que ir a clase de filosofía, ¿Podrías ayudarme a ponerme de pie?

 Esa noche, cuando ambos nos encontrábamos en el dormitorio, él me miró desde su escritorio y preguntó tímidamente qué videojuego estaba jugando.

 Los rumores siguieron, sobre todo los nuevos que trataban sobre mí por aquel enfrentamiento, y sería por eso o porque el chico de la estafa fue expulsado luego de que yo abriera la boca, que nadie volvió a hacernos gestos o a decirnos cosas por los pasillos. En mi mesa de almuerzo el tema nunca apareció, incluso ellos temían que si me decían una palabra no les iría bien.

 Y gracias a esa tranquilidad a nuestro alrededor y a nuestra creciente intriga por el otro, y a pesar de las alertas que me enviaba mi mente, volvimos a acercarnos como la primera vez.

 Suceden muchas cosas tan fascinantes como tortuosas mientras nos reconocemos. Por ejemplo, volvemos a las tímidas conversaciones durante el día, y agregamos algunas más profundas en la noche después del sexo. Aprendemos muchas cosas uno del otro, de nuestras formas de pensar y nuestras posturas hacia ciertos temas. Me encanto sabiendo que él también cree que Kim Youngmin es el más grande bufón de la historia y que si hubiera sido posible Platón habría revivido únicamente para matarlo apenas fue dado a luz.

—Igual, puede que de existir en un mismo periodo se hubieran agradado, ambos eran igual de clasistas— Planteé yo una noche.
—¡Por favor! — Se indignó él con un aire divertido— Aún con eso, Platón desarrolló la primera teoría de la educación que es la base del sistema educacional actual en todo el mundo, Youngmin en cambio era un zoquete con dinero y mucho tiempo libre.
—Ah, buen punto— Le concedí entre risas.

 La incomodidad, la vergüenza y el pudor se perdieron rápidamente en el pasado, de modo que a veces nos quedábamos dormidos en una cama y no nos molestábamos en abrumarnos a la mañana siguiente. Hasta llegamos a hacerlo voluntariamente, acurrucándonos, abrazando tiernamente al otro como los niños precoces que éramos mientras participábamos de ese turbio juego de adultos. 



También, empezamos a olvidar que teníamos sexo sólo por expulsar el estrés, y de hacerlo una o dos veces a la semana, nos buscábamos cada vez que lo deseábamos, y yo a él en ese punto lo deseaba descontroladamente. Después de tiempo ignorando campalmente miles de advertencias de peligro por parte de mi cuerpo, recién me hice a la idea de que mi plan de “Enfrentar y manejar” no estaba funcionando un sábado por la mañana, cuando sabiendo que en cualquier momento vendría un supervisor para la revisión mensual de habitación, tenté a Sungmin para tener sexo. Conocía perfectamente sus puntos sensibles y cómo debía estimularlos, su resistencia no duró mucho tiempo.

—¡Ah! No… no… Debemos para- ¡Ah, Kyuhyun!

 Con las sedosas sábanas de mi cama tapándonos hasta los hombros, un estupendo sexo matutino era aliñado con la dosis perfecta de adrenalina por el miedo de ser atrapados infraganti. Si no estaba besando su cuello -esta vez sin dejar marcas- dejaba escapar todos mis jadeos sobre él, mientras Sungmin, preocupado gimiendo para que termináramos, se aferraba con más fuerza a mi cuerpo. Era la contradicción más bella que había visto en mi vida y por tal me hacía más difícil volver a mis cabales y obedecerle.

—Un poco más… nada más un poco… un poco…

Le suplicaba embistiéndolo profundamente, y así, él no dejaba de repetir lo mismo. En realidad, no nos poníamos atención, gemíamos dichas palabras para sentirnos mejor con nosotros mismos por no querer parar.

—¡Aaaah! …No… Kyuhyun… sigamos despu-¡Ah! —Continuó insistiendo.
—No puedo… por favor…necesito más…— Volví a pedir, esta vez con mi nariz pegada a la suya.

 Él abrió los ojos, los que en un principio brillaban por la excitación y el terror combinados, pero al segundo parecieron hipnotizados. Habría reparado en ello si yo mismo no me hubiera sentido repentinamente embobado.

—Por favor…

 Fue lo último que alcanzó a susurrar y que yo asimilé al menos por un rato. Percibí una feroz atracción hacia su rostro y aún mayor de una parte específica. Busqué con la mirada hasta dar con sus labios. Eran ellos que llamaban a los míos. Ese potente y desesperado deseo de besarlo de hace tiempo y que yo había reprimido a buena hora en otras ocasiones aparecía de nuevo, y esta vez me encontraba terriblemente vulnerable. Enterrado en Sungmin, enredado a él, contemplando su hermoso rostro, no podía reprimir mis deseos más profundos.

 Poseído, fui lentamente acortando la distancia entre nosotros mientras él ponía tímidamente su mano sobre mi mejilla. Nuestros labios se rozaron ínfimamente y se hubieran fundido por primera vez si la razón no nos hubiera regresado forzadamente a la realidad.



—¡Estudiantes Cho Kyuhyun y Lee Sungmin! ¡Soy el líder de supervisores Shin Dongyup y vengo a hacer la revisión de dormitorio! ¡Tengan la amabilidad de abrirme la puerta!

 Como dos iones de carga positiva, nos repelimos en seguida, recuperando inmediatamente la cordura ¿Qué diablos estuvimos a punto de hacer? No, no era buen momento para pensar en eso. Centrándonos en el problema, nos miramos uno al otro, presos del horror.

—¿A-Ahora qué?— Susurré histérico. No había forma de vestirse, quitar el ardor del cuerpo y ordenar la habitación en un tiempo prudente antes de abrir la puerta. Sungmin cerró los ojos unos segundos.
—Ve a encerrarte al baño y abre la llave de la ducha— Murmuró con tono demandante, volviendo a poner su vista en mí.
—¿Eh? —Me extrañé, pero él no dijo nada más y después de unos segundos no necesité que lo hiciera—De acuerdo.

 Esa mañana me di cuenta de cuanto en realidad nos habíamos acercado, porque con una orden tan confusa yo había logrado entender su plan, claro que no pude saber como ocurrió hasta que más tarde él me lo contó detalladamente, pues en aquel momento me preocupé únicamente de salir disparado al baño y meterme a la tina.

—¿Señorito Lee Sungmin? ¿Señorito Cho Kyuhyun? ¿Se encuentran aquí? —Insistió el supervisor con impaciencia.
—¡A-Aquí estamos! — Contestó Sungmin con voz lastimera—¿Podría usted abrir la puerta? Cuando entre comprenderá porque no podemos hacerlo nosotros.
—Muy bien— El sujeto accedió extrañado y de inmediato, se escuchó el sonido electrónico de la puerta al abrirse — Entonces, con su permiso…

 Al entrar a la estancia, el hombre se impresionó al ver las camas desordenadas y la ropa tirada por doquier, rara vez se veía que los estudiantes no siguieran el protocolo de inspección y estoy seguro de que hubiera imaginado correctamente lo que estábamos haciendo si Sungmin, tapado hasta la barbilla, no hubiera desviado su atención con la mejor de sus caras de dolor.

—Ah, desde ya lo lamento mucho por lo impresentable de la habitación, pero como verá, no estoy en condiciones de siquiera levantarme— Explicó Sungmin, para de inmediato fingir un ataque de tos. 
 —Es usted el estudiante Lee Sungmin ¿Verdad? — Dijo acercándose a él mientras hojeaba su libreta.
—Sí, señor—Susurró mientras el supervisor, escéptico, ponía una mano en su frente. El ardor sudoroso dejado en su cuerpo por mis atenciones aparentó perfectamente una fiebre alta.
—Tiene muy elevada la temperatura, pero no tengo ningún registro de que usted estuviera enfermo— Le cuestionó el supervisor severamente, luego levantó el rostro y miró a su alrededor — Y otra cosa, ¿Dónde está el estudiante Cho Kyuhyun?
—¡A-Aquí, señor! —Mojado de pies a cabeza, salí envuelto en toallas.
—¿Se puede saber por qué dadas las circunstancias de que su compañero se encuentra enfermo y la habitación está desordenada en pleno día de inspección, usted está recién bañándose? — Inquirió molesto poniendo los brazos en jarras— Además, ¿Por qué no ha dado aviso de la condición de Lee Sungmin?
—Pues… Sungmin empezó a indisponerse poco antes de la medianoche, el toque de queda ya había comenzado y el teléfono estaba descompuesto. He dado aviso hace días de ello, pero aún no han venido a repararlo— Sin intenciones de confiar en mi palabra, el hombre se acercó de inmediato a comprobar el estado del aparato. Por suerte, aquella era la única parte real de mi historia y al notar que el teléfono no tenía tono, suavizó el ceño— Mi compañero estaba realmente mal, así que cuidé su sueño toda la noche y hace poco cuando vino el doctor, me pidió ayuda para examinarlo y luego me dijo que me bañara y tomara un antigripal para evitar el contagio. No me quedó nada de tiempo para prepararme para la revisión.
—¿Puede mostrarme el parte médico? —Pidió el sujeto con más tranquilidad.
—No lo tengo, señor— Respondí rápidamente.
—¿No lo tiene? —Se alteró de nuevo.
—El médico decidió que le daría unas inyecciones a Sungmin en vez de medicamentos, así que tuvo que ir por los implementos y agregar algunas notas al respecto en el parte. Dijo que volvería en unos 15 minutos, se fue hace muy poco en realidad, quizás usted le haya visto pasar por los pasillos.

 El supervisor me observó largos y tortuosos segundos con una expresión severa, y yo la mantuve con el cuerpo rígido, tratando de no dejar ver todo lo asustado que me estaba poniendo. Cuando estaba seguro de que nos había descubierto, volvió a destensar el rostro.

—Sí, ahora que lo recuerdo, vi al doctor Kang hace unos segundos— Me respaldó. Una coincidencia así era tan buena que casi no pude contener mi impresión, por suerte sí lo hice y me limité a asentir— De todas formas, no puedo dejar pasar por alto esto, creo firmemente que pudo abordar de mejor forma la situación. Por su estado, el estudiante Lee Sungmin quedará absuelto, pero a usted le marcaré una falta para que lo tenga presente en una próxima oportunidad.
—Entendido, señor— Acepté inmediatamente, bajando la cabeza con gran alivio. Mucho mejor una falta que ser expulsado.
—Ahora vaya y vístase. Yo por mientras revisaré rápidamente la habitación, luego quiero que la ordene para que el doctor Kang haga tranquilamente su trabajo.

 Obedecí y fui rápidamente a vestirme. Cuando el terminó y cerró la puerta, ambos suspiramos largamente y nos miramos. Unos 10 segundos después, nos largamos a reír. Fueron unas risas tímidas que ascendieron lentamente hasta convertirse en sonoras e imparables carcajadas.

—¡Casi me orino del miedo! — Gimoteé entre risas.
—¡Yo casi muero! — Respondió el cubriéndose la cara con las sábanas.

 Y así se zanjó el asunto. No quise darle la importancia que merecía a ese casi beso y lo dejé pasar como si prácticamente nunca hubiese ocurrido, pero claro que ocurrió y dejó consecuencias. Días después parecía que tampoco podíamos controlarnos fuera de la habitación. Predispuesto involuntariamente por ambos, nos topábamos con más frecuencia en los pasillos y las miradas que nos dirigíamos, aunque excitantes, eran terriblemente indiscretas. La ocasión en que entendí definitivamente que este asunto me estaba pasando la cuenta fue producto de eso.

 Iba a mi club de atletismo en la tarde y sentí el impulso de tomar el camino más largo, el cual coincidía felizmente con el de artes marciales. Luché con todas mis fuerzas para, por lo menos, atravesar sin mirar, pero un grito, fiero y sensual, me frenó en seco. Era él. Abandonando mi compostura, como un poseso me arrimé a la puerta entreabierta. Rodeado por una multitud embobada y vestida con pulcros karategis y cinturones de distintos colores, Sungmin se batía a duelo con un muchacho. La pelea era bastante intensa, ambos parecían estar parejos a pesar del gran tamaño del contrincante, no obstante, nadie ponía atención a eso. A quien realmente miraban con embeleso era a Sungmin. Enseñando esa maestría que había desarrollado desde niño, se movía con una ligereza increíble, dando golpes limpios y certeros. Todo su cuerpo se sacudía de una forma tan coordinada que parecía una danza, una muy erótica si agregábamos la piel sudorosa y divina que se exponía con cada ataque y las escalofriantes pero encantadoras expresiones asesinas en su rostro. Todos, incluso quienes le odiaban, no dejaban de mirarlo con ojos brillantes y bocas abiertas, tratando de descifrar esa enorme belleza y porqué les producía sensaciones tan confusas e intensas a pesar de detestarlo tanto. Por mi parte, la incredulidad y la inocencia no eran algo que yo siquiera pudiera fingir. Todo mi rostro estaba surcado por la lascivia y la arrogancia, pues lo que ellos únicamente podían desear, yo ya lo tenía. Sungmin era completamente mío. Todos los usos posibles de esa fuerza y flexibilidad me pertenecían, y estaba ansioso por ponerlos en práctica una vez más.

 Y tal vez fue la intensidad de todos esos pensamientos y deseos expresados a través de mis ojos que, tras derribar a su contrincante, Sungmin giró instintivamente su rostro hacia donde yo me encontraba. Me sorprendió que entre los suspiros asombrados y el grito del profesor anunciando su victoria, él conectó su mirada a la mía sin ningún temor, sobresalto o rubor avergonzado. Su dura expresión me llenó de dudas ¿Estaría molesto por mi impertinencia al estar ahí exponiéndonos? Un momento después, se giró y antes de esconder su rostro vi en la comisura de los labios una pícara sonrisa que me demostró lo contrario. Avanzó con lentitud, moviendo las caderas de una forma sutil y coqueta, hasta llegar a un banquillo donde habían varias toallas y botellas de agua. Aún de espaldas, giró su rostro para que yo pudiese verlo y se tocó los hombros con suavidad para quitarse lento y sexy la parte superior del karategi. Su piel se mostró hermosa y llena de brillo por el sudor encima, y el chupón que había dejado hace 3 días bajo el nacimiento de pelo en su nuca aún se podía apreciar. La delgada cintura se agitó mientras el terminaba de quitarse la prenda y luego se perdió de vista cuando se agachó a dejar la prenda. Tragué con dificultad una espesa porción de saliva. Sungmin no estaba usando ropa interior y la forma de su trasero se remarcó perfectamente en sus pantalones. Un conveniente par de segundos después volvió a erguirse con una botella de agua en la mano. La llevó a su boca y bebió de ella, permitiendo que desde la comisura escurriera el líquido por su mentón, su cuello y se perdiera en su pecho escondido. Dejo de beber y juguetonamente se limpió la humedad, refregándola por su cuello, sus hombros y sus brazos. Finalmente, se echó aire con las manos, aunque esta vez, sus mejillas tenían un rubor ajeno a la agitación por la pelea. Era evidente que dada nuestra reciente fascinación por perseguirnos, esperaba encontrarme en algún momento del día, que todo había sido previsto y su timidez no le permitía continuar su espectáculo sin avergonzarse. Yo sonreí, cerré suavemente la puerta y seguí mi camino lo mejor que pude ignorando la erección que pujaba contra mis pantalones. Avergonzado o no, su treta había funcionado, y si bien tenía algo de tiempo para ir a un baño a complacerme, preferí esperar a encontrarme con él e informarle adecuadamente que su mensaje había sido captado. Efectivamente, esperé a que terminaran las actividades de mi club y en cuanto el profesor lo permitió, tomé mis cosas y corrí a nuestro dormitorio. Frené brusco ante la puerta y la abrí con torpe prisa. Él estaba ahí. Se giró impresionado aún con su traje de artes marciales, y sin esperar una reacción, cerré la puerta, tiré mis cosas al suelo y lo empujé sobre el catre.

Mensaje recibido. Empieza el ataque.

—¡Mmm!

 Con las mejillas rojas y la respiración agitada, me quitó la camisa con dificultad mientras yo besaba su pecho y le arrancaba todo de la cintura para abajo. La desesperación por entrar en él me impidió desnudarlo entero, y dejándole la parte de arriba a medio camino en sus brazos, me volví a levantar, lo tomé y lo di vuelta de modo que quedara con las manos apoyadas sobre la cama y los pies en el suelo. Golpeé su trasero y gimió de placer, aunque no tanto como al empezar a lubricar su entrada con mi propia lengua, entonces se aferró al cobertor e incluso llegó a morderlo en tanto me enterraba rudo y placentero en su interior. Estuve así, arremetiendo fuerte y rápido un largo rato, cuando el encantador sonido de su trasero golpeando mi entrepierna y el corcoveo de su espalda a merced de los espasmos pronto no me parecieron suficiente. Me salí de su interior, lo di vuelta y poniendo sus piernas sobre mis hombros volvía entrar.

—¡Ahhhhh! — Gimió largo y fuerte, aferrándose a mi espalda.

 El no pudo ni intentó apagar sus gemidos en todo lo que duró el encuentro y yo aproveché de tocarlo y hacerlo mío tanto como él lo hizo conmigo. Fue una de las mejores cogidas que tuvimos en ese lugar, lástima que la satisfacción no duró tanto como quisimos. El problema de coger con tanta energía estando agotadísimos, es que al instante caímos profundamente dormidos, sin importarnos, al menos de momento, lo que eso conllevaba. Al día siguiente, Sungmin se despertó a las 5 de la madrugada totalmente horrorizado. Habíamos dormido en total 10 horas, varias de las cuales debió utilizar estudiando para el examen de matemáticas que tenía ese día y cuyo contenido no dominaba del todo.

—¡M-Me quedé dormido! ¡¿Qué voy a hacer ahora?! —Exclamó contrariado, tomándose la cabeza mientras yo me incorporaba a su lado— ¡Dios, era mi última oportunidad y la eché a la basura! ¡No puedo reprobar! ¡Mi-Mi padre…!

  Su rostro reflejaba toda la desesperación en su interior y sus ojos rojos parecían a punto de desbordarse en un llanto desesperado. No podía quedarme así. Lo rodeé con mis brazos y besé su sien.

—Calma — Le dije suave— Ya te he dicho que se me da muy bien en matemáticas ¿No? Si te enseño en el tiempo que nos queda, vas a estar más que listo para tu examen.

 Sungmin levantó el rostro y me miró fijamente, tratando de contener las lágrimas de aflicción.

—¿E-En serio…vas a ayudarme? — Inquirió inseguro.
—Por supuesto— Confirmé sonriendo y dejando un beso en su mejilla— Además, estudias mucho. Estoy seguro de que sabes de memoria todo el contenido, sólo te hace falta comprenderlo. Pongámonos manos a la obra.

 Sungmin se levantó, se quitó la parte del karategi que aún tenía puesta y, desnudo, fue hasta su escritorio, luego tomó unos cuadernos y volvió a la cama. Con el sentado entre mis piernas, efectivamente fueron suficiente 2 horas para que entendiera todo. Al terminar, casi no cabía en su felicidad.

—¡Lo comprendo todo, Kyuhyun! ¡No puedo creerlo! —Exclamó cerrando su cuaderno con la carita surcada por el asombro— ¡No había podido entender esto a mi profesor las 100 veces que me lo explicó y tú lo lograste en 2 horas!
—¿Ves? No sólo soy apuesto, también soy un genio— Bromeé con tono engreído.
—Sí que lo eres— Reafirmó él, lanzándose a mis brazos y dejando un par de cortos y tiernos besos en mis mejillas— Gracias, Kyuhyun. No sabes cuánto te lo agradezco.

 Su cariño me atontó por unos segundos, sin embargo, volví rápidamente a reaccionar. Abracé suavemente su cintura y la acaricié al mismo tiempo que dejaba húmedos besos por sus hombros. Las marcas de nuestro último encuentro estaban frescas en su cuerpo y si cogíamos en ese momento lo más seguro era que llegaríamos justos a clases y sin desayunar, más ningún argumento fue suficiente para hacerme entrar en razón. Lo acosté con suavidad y me acomodé sobre su cuerpo, él no puso objeción.

—Pues… podríamos hacer algo para tener una idea de lo agradecido que estás— Le susurré mirándolo con descarado deseo.
—Sí… eso estaría bien…— Respondió suave luego de una pequeña pausa.

 Acorté peligrosamente la distancia de nuestros rostros, rozando nuestras narices, y él se abrazó con una mano a mi cuello y con la otra acarició mi cabello. Sobre sus mejillas rosadas, sus ojos brillaban. Él era perfecto.

“Quiero besarlo”

 El deseo volvió a aparecer intenso. Acerqué mis labios a sus pómulos y los besé con mucha suavidad y lentitud, tratando de decidirme en qué dirección ir. Apreté las manos con furia y finalmente me fui directo a su cuello.

 Esa mañana, volvimos a hacerlo y llegamos por los pelos a tiempo a clases, no obstante, eso último no fue ni el menor de mis problemas, la verdadera complicación que tenía era aquel problema que por fin era obvio ante mis ojos: No podía confrontar y manejar esta atracción. Una vez me encontraba con el rostro de Sungmin, él me manejaba a mí. Lo peor es que me había dado cuenta demasiado tarde. No podía volver a imponer distancia entre él y yo, en este punto estar con él, tocándolo, hablándole y cogiéndolo, era como respirar. Sin Sungmin me moriría.

—Sin Sungmin me muero.

 Pronuncié una noche en la madrugada mientras él dormía profundamente. De inmediato abracé mis piernas y empecé a temblar aterrado de lo claro que lo tenía. No podía permitir que este sentimiento me invadiese más o de verdad me destruiría. Debía usar todas mis fuerzas restantes en cumplir mis crueles palabras y evitar a toda costa besarlo, porque si lo besaba, todo se jodía. Si lo besaba, en distintas formas, nunca podría dejarlo ir. La parte más profunda de mi alma gritaba eso, y por primera vez, yo estaba dispuesto a escucharla. Tenía que resistirme… o eso es lo que intenté.

 Es claro que si alguno de todos los planes que empecé hubiese resultado, todo lo que vivimos nunca habría ocurrido, yo me habría graduado con jaquecas crónicas y algunas pesadillas por todo el estrés, y no hecho pedazos como en verdad lo hice. Inevitablemente así fue. Cuando se trataba de Sungmin, yo no tenía voz ni lugar, y en lo que sigue de nuestra historia, él se encargó de dejármelo claro.


Continuará…











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