Todavía ahora que ya he crecido y repasado 1000 veces esos momentos en mi cabeza, no puedo saber con seguridad si me enamoré a primera vista de él. Conocer su rostro detonó en mí una confrontación entre 2 emociones demasiado distintas y poderosas: Mi profunda aversión hacia ese lugar y lo que había oído de él vs. La adoración instantánea que experimenté por la inmaculada y casi irreal belleza que desprendía toda su figura. Mi cabeza estaba tan superada por ese intenso debate mental que mi cuerpo no respondió al menos un buen rato. No había una explosión de rabia en mi rostro, no había amenazas, tampoco ganas de golpear a algún malnacido o un rastro pequeño de cualquier emoción, sólo quedaba un cuerpo esperando las palabras mágicas para que su espíritu le fuera regresado.
—¿E-Eres
Cho Kyuhyun?
Finalmente, él las pronunció con timidez. El
asombro por mi entrada también le había dejado inmóvil un momento, la vergüenza
que sentí al notarlo me ayudó a espabilar y asentir levemente. Soltando un
suspiro aliviado, soltó la prenda en sus manos y volteó de cuerpo entero.
—Soy
Lee Sungmin, tu nuevo compañero— Se introdujo inclinando la cabeza. Bueno, ya
estaba 100% seguro de que era él, sin embargo, seguía sin poder recuperar algo
del enfado de hace un minuto— Como verás, ya todas mis cosas están aquí y hay
un poco de desorden, pero no te preocupes, me falta solo un poco de ropa y
habré terminado. E-Espero que nos llevemos bien.
—Claro—Respondí
por inercia.
Y ahí acabó la conversación junto con mi
ferviente deseo de guerra. El valor burbujeante en mi interior se esfumó, y
cada día que dejaba pasar tenía menos sentido abordar el tema porque, si lo
pensaba, nada de lo mencionado por mis amigos había ocurrido. Sungmin se
mostraba como un chico limpio, tranquilo y educado. Las pocas veces que me
hablaba era para saludarme o por temas triviales relacionados al dormitorio, y
a pesar de llegar cerca del toque de queda casi a diario, denotaba que era por
actividades en su club o estudiar en la biblioteca, no por estar tonteando con
alguien. Respetaba todas las reglas, de hecho, me parecía bastante cuadrado en
ese aspecto. Eso me desconcertó, no era para nada lo que esperaba, y tanto por
curiosidad como por querer ver en sus palabras indicios de que tramaba algo,
decidí hablarle más. Primero le hice comentarios totalmente vulgares, sobre el
clima, el internado, los profesores, esas cosas. Cuando vi que respondía bien,
traté de conocerlo más con preguntas sutiles y no muy invasivas. Supe entre
otras cosas que era un mes mayor que yo, estaba en el internado desde primero
de secundaria y su boleto de entrada había sido efectivamente su padre, quien
tenía por toda Asia y Europa una cadena de tiendas dedicadas al equipamiento de
cocinas, además de poseer una marca de vajilla y cubiertos de lujo que suministraba
principalmente a hoteles y restaurantes de 4 y 5 estrellas alrededor del mundo.
Por su lado, también pareció interesado en mí. Me devolvió cada pregunta y se
impresionó mucho al saber que había entrado al internado en preparatoria -mucho
más difícil- y que mi hermana tomaría el lugar de mi padre porque yo planeaba crear
una compañía relacionada con videojuegos. Supuse que ni él ni muchos de los
chicos de allí habían oído jamás de segundas opciones.
No había nada de sospechoso en él.
Yo conocía la manipulación, la vi personificada
durante largo tiempo, y Sungmin era la clase de persona que si intentara usarla
se delataría con la primera palabra. Era tímido, torpe y lo único que conocía
de la vida eran las aulas escolares. Era… igual que yo en ese tiempo. No
existía maldad en su interior así como realidad en que todos esos rumores
fueran ciertos. Me rendí en mi búsqueda e intrigado por su pura aura, inicié
una cautelosa amistad con él. Descubrí en el odiado Lee Sungmin a un chico
inteligente y gentil, cualidades que mezcladas con su profunda inocencia lo
volvieron absolutamente adorable ante mis ojos. Pronto sus sonrisas, nuestras
conversaciones en la noche y toda su presencia se volvieron un efecto aliviador
en mi vida, y quise compensárselo de alguna manera desmintiendo todo lo que se
decía de él con mis amigos.
—¿En
serio nada de nada ha ocurrido? —Se impresionó Jonghyun. Ya llevaban buen
tiempo queriendo saber sobre mi experiencia viviendo con él y seguro eso era lo
último que esperaban oír.
—Nada
de nada— Repetí sonriente— Saben que no necesité hacerle la advertencia, y aun
así él ha sido absolutamente agradable.
—Waaah,
no me lo creo— Suspiró Changmin mirando a los demás—¿Entonces cómo es que
nacieron todos esos rumores?
—Ni
idea, quizás algún idiota con el que compartió dormitorio la tomó contra él,
inventó los rumores y los difundió—Sugerí encogiéndome de hombros.
—No
obstante, si fuera sólo eso, no habrían expulsado a todos esos sujetos ¿No
crees? — Propuso Minho con aire intrigado.
—Pues
eso sí es muy extraño— Reconocí— Se lo preguntaré cuando entremos más en
confianza, pero se los aseguro, sea lo que sea que haya ocurrido, no fue
provocado por él. Sungmin no dañaría ni a una mosca.
—Ehh,
mírenlo al protector de Lee Sungmin— Picó Changmin con tono bromista— ¿No será
que en realidad caíste en sus encantos y te mandó a limpiar su nombre?
—No
seas idiota— Reí tomándolo del cuello para hacerle una llave— Sabes que odio a
los abusivos.
—Sí,
claro— Terció Jonghyun—Ese loco te ha engatusado. Avísanos cuando empiecen a
tener sexo, te conseguiremos condones y lubricante para tu trasero.
—O
mejor un cupo en una escuela pública para que puedas recursar el tercer año—
Remató Minho.
—¡Cierren
la boca, cretinos!
Todos reímos esa tarde, sin saber que esas
dudas que aún persistían en ellos, volverían a mí para intentar derribar esa
creencia de la que yo estaba tan seguro.
Sucedió un par de días después. Mi última
clase había terminado y ese día no tenía atletismo ya que la pista estaba
siendo mejorada para evitar la formación de pozas con las venideras lluvias de
primavera. Paralelamente, Sungmin solía llegar temprano ese día de la semana
pues no tenía actividades en su club. Era sin duda una buena ocasión para
seguir conociéndolo y eso me ponía de buen ánimo. El único problema fue que al
pasar mi identificación por la puerta y abrirla, no esperaba conocerlo tanto.
Medio ladeado, medio de espaldas, en el mismo sitio donde lo encontré la
primera vez, también con una prenda en sus manos, o más bien una toalla, él
secaba su cabello, totalmente desnudo. Su piel rosada sin impurezas, las gotas
de agua deslizándose suicidas por sus amplias curvas, el diseño tan perfecto de
sus extremidades y su firme trasero, el pene lánguido cubierto por húmedos
rizos, sus pequeñas orejas, la comisura de sus exquisitos labios y, por último,
el sol colándose por la ventana dándole la luminosidad perfecta para ser
retratado con la misma magia usada en Dorian Gray. Todo eso lo vi como una
grabación en cámara lenta y dejó una marca en mi interior que nada ha podido
igualar, ni siquiera el cuerpo de mi ex compañero, el cual también era hermoso
a pesar de todo ¿Por qué no compitió entonces?
—¡Ah…!
Ese grito ahogado de espanto que él emitió al
notarme no fue suficiente esta vez para despertarme. Fue totalmente instinto de
mi cuerpo, que mi rostro haya imitado su expresión, mis piernas salieran
corriendo hacia afuera y mis manos cerraran la puerta. En mi cabeza no había ni
hubo nada las 2 horas que estuve en el pasillo hasta que el sol se escondió y
la puerta se abrió, tampoco cuando mis piernas entraron al dormitorio y mis
ojos vieron como Sungmin se escondía en su cama, y mucho menos cuando yo
también me preparé para acostarme y estuve 2 horas mirando el techo porque mi
cuerpo estaba hambriento y no tenía costumbre de dormirse si no estaba al borde
de la inconsciencia por el exceso de estudio.
Fue sólo cuando me levanté, me encerré en el bañó, me miré al espejo y
luego miré la rabiosa erección bajo mi pijama que, finalmente, volví en mí. Un
segundo después, ahogué un grito mordiéndome el brazo y agité todo el cuerpo
para evitar estrellar mi cabeza una y otra vez contra el muro.
Al día siguiente, el aseo matutino fue el momento
más incómodamente silencioso que haya experimentado, y cuando estuve listo y a punto
de librarme de ese martirio, él me detuvo poniendo su mano en mi hombro con
suavidad.
—Pe-Perdón…por
lo de ayer…—Pronunció apenas, sin mirarme a los ojos— Me confié de que no llegarías
a esa hora y…yo… seré más cuidadoso en el futuro.
Lentamente, volteé todo mi cuerpo hacia él. Noté
sus ojeras, evidencia de que apenas había dormido. También su cara estaba muy
sonrojada, y por el calor de mi rostro intuí que la mía igual.
“¡Somos hombres! ¡Tenemos lo mismo! ¡¿Qué
carajo nos avergüenza tanto?!” Me grité internamente.
—N-No
te preocupes— Atiné a decir y rápidamente me alejé, cerré la puerta y salí
corriendo.
Llegué a la cafetería, pedí mi desayuno y me
acomodé en una mesa del fondo, histérico. Fueron 5 minutos de un martirio
interno que se exteriorizó con golpes a la mesa, jalones de cabello e inútiles
movimientos tomando y dejando alimentos que nunca llevaba a mi boca.
—¡Kyuhyun!
— Un grito me devolvió a la realidad. Al frente Changmin me miraba con su
bandeja en mano y mis otros 2 amigos atrás. Por las expresiones en sus caras se
notaba que no era el primer intento de llamar mi atención.
—¿Eh?
—Balbuceé. Ellos aligeraron el ceño y se sentaron en la mesa.
—¿Qué
diablos te ocurre? Te estabas moviendo de forma muy rara y tienes una cara
terrible, pareces un adicto en abstinencia ¿Acaso te estás metiendo drogas?
—Inquirió Jonghyun con tono de reproche.
—N-No—Respondí
tratando de calmarme— Es que… a-algo me ha pasado.
—Pues
desembucha— Exclamó Minho, mirándome tan curioso como los demás.
Les conté lo sucedido el día anterior y lo que
sentí a grandes rasgos. Al finalizar, no me juzgaron. La clave para apoyarnos y
sobrevivir ahí sin dejarnos llevar era aceptar que sentíamos tentación por las
mismas cosas retorcidas que los demás y conversarlo, aunque yo seguía sin
pensar que esa intensa atracción por Sungmin era igual a un guiño coqueto o a mi
excompañero ofreciéndose desnudo después de ducharse. Claro que aquello no lo
dije.
—¡Carajo!
Algo así a plena luz del día y con una belleza como Lee Sungmin. No quisiera
estar en tus zapatos, honestamente— Acotó Jonghyun totalmente impresionado con
lo que acaba de contar.
—Ahora
no sé si podré mirarlo como antes… o siquiera si podré mirarlo otra vez— Chillé
consternado, tapándome el rostro con las manos— ¡Y lo peor es que nos estábamos
llevando tan bien! Y ahora todo eso se fue a la mierda. Es como si alguien allá
arriba me odiara y me hubiese dado ilusiones para que el golpe que quería darme
fuera más doloroso.
—¿Y
en vez de alguien allá arriba no será alguien aquí? —Dudó Minho, con expresión
seria— ¿Y si Sungmin lo planeó así?
—¿Eh?
—Dirigí inmediatamente la vista hacia él, extrañado, y él me la devolvió. Antes
de que dijera nada me dispuse a responder— No, no, ya les dije que él no es
como todos creen. Es buen chico, sólo es algo distraído.
—Pero…¿Y
si planeó mostrarse de esa manera ante ti para que cayeras? —La pregunta
retórica de Changmin atrajo todas las miradas de la mesa hacia él— Tiene
sentido. Su reputación está en el suelo, supuso que, como todos, tú también
sabrías de los rumores que giran alrededor de él y estarías prevenido para no
caer en sus trampas, así que creó una nueva personalidad para que tú creyeras
que todo era mentira, te sintieras apenado por él, se hicieran amigos y cuando
estuvieses vulnerable lograra seducirte.
—El
chico ha logrado sobrevivir 5 años aquí aún en medio de todos sus escándalos.
Puede o no ser torpe como dices, más tonto no es. Tiene gran habilidad en lo
que hace.
—S-Sé
que es fácil creer eso, es lo único que han escuchado durante todo este tiempo
de él y no se puede desechar de un día a otro una idea tan arraigada, sin
embargo, ninguno de ustedes ha comprobado que todo lo oído fuera verdad. Para
empezar no le han hablado ninguna vez, yo sí. Vivo con él, lo veo a diario y no
fui ingenuamente buscando su amistad a pesar de todo lo que oí. Lo analicé,
busqué en sus movimientos, sus acciones, en sus palabras y en las palabras
detrás de sus palabras, y no encontré nada que indicara que estuviera tratando
de manipularme. Conviví 2 años con un psicópata, y Sungmin no lo es.
Los chicos permanecieron unos segundos con la
mirada fija en mí, luego se miraron y suspiraron.
—Tienes
razón en lo que dices— Reconoció Jonghyun—De todas formas, las expulsiones, los
problemas que han girado en torno a él, son un hecho, de verdad ocurrieron,
esos chicos hoy no están aquí con nosotros estudiando. Puedes pensar lo que
quieras de él, pero ve con cuidado.
Mi rostro volvió a descomponerse de extrañeza
en tanto esas 3 miradas ineludibles me penetraban. Me sentí mucho más
confundido que antes.
Los días siguieron su curso y, como era de
esperarse, esa tímida amistad que inicié con Sungmin se extinguió de tal manera
que pareció nunca haber existido. Él no me hablaba ni me miraba, y cuando
quería ir de su cama al baño o a la puerta de salida, se aseguraba que no estuviera
cerca para no tener que rozarme al pasar. No parecía enfadado, tampoco
resentido o indignado, era como si estuviera inmerso en un estado permanente de
vergüenza, como si me hubiera fastidiado en algo realmente importante y la
culpa le instigara a no hacer ninguna otra cosa que pudiera molestarme, incluso
si eso significaba no respirar. E independiente de lo que provocó en mí, nadie
con 2 dedos de frente pensaría en lo ocurrido como algo dañino y él no tenía porqué
sentirse culpable de nada, pero motivado por mi egoísmo, no hice nada al
respecto para que él lo supiera. Estaba sufriendo mi propio infierno. Las
clases y los exámenes estaban cada vez más duros, por un momento pensé que con
ese martirio menor podría distraerme, sin embargo, sólo me hacían pensar más en
aquel momento, o más bien, en su cuerpo. Mis frustraciones estaban al límite,
mi deseo sexual lo estaba. Antes podía manejarles, liberándolos en ínfimas
cantidades haciendo atletismo o masturbándome en secreto, pero todo cambió, ahora
el calabozo donde les encerraba tenía un amplio agujero hecho por la imagen de
aquel cuerpo y rostro cargados de belleza y sensualidad. Ya no necesitaban de
mi insatisfactorio sosiego, ahora podían huir en grandes cantidades por el agujero
y sembrar la anarquía en todo mi interior. Nada funcionaba contra eso, ni siquiera
vomitar o llorar, en realidad no tenía ganas ni podía hacerlo. Lo único que
quería era…cogérmelo, y no así nada más, no deseaba únicamente enterrarme en
él, quería poseerlo salvajemente y a la vez con mucha ternura, destrozarlo y
amarlo, mezclar lo primitivo de fornicar con el arte de hacer el amor. Eso era
mucho peor. Pronto mi mente no paró de crear involuntariamente escenarios
nítidos e intensos en los cuales mis deseos eran hechos realidad.
Y al cabo de un mes, tratar de reprimirme sin
las herramientas adecuadas me llevó a, inevitablemente, perder el control y la percepción
de la realidad. No es exageración, no es joda. Si los budistas meditando pueden
alcanzar la iluminación, yo con mi desesperación alcancé lo opuesto. Mis oídos
zumbaban con susurros y suspiros que no existían, por el rabillo del ojo veía
siluetas que al girar desaparecían sin dejar rastro y sentía toques en las
extremidades dados por nadie. Estos encantadores añadidos a mi infierno los
atribuía principalmente a mis precarias noches de sueño. Las visiones eróticas
habían decidido hacer doble turno, en mi diario vivir y mientras dormía, y mi
terquedad era tal que al empezar a soñar, mi cuerpo se despertaba y yo me
resistía a dormirme otra vez hasta que lograba sacar las imágenes de mi cabeza
o bien el bulto en mi pijama bajaba. Eso también me valió estados de terrible
paranoia. Les impedía terminantemente a mis amigos que me tocaran, temía que en
cualquier momento pudieran desencadenar una gran locura con sólo un roce.
También me ocurría con Sungmin. Escondido en mi cama o en lugares estratégicos
en la habitación lo fulminaba y pasaba repetidamente de pensamientos dementes a
episodios de lucidez. Chiflado, aceptaba la teoría de mis amigos, que ese
miserable con el cual vivía consiguió hacerme caer en su trampa y pronto se
haría de mí como pasó con los demás, y cuando hiciese algo que no le gustara o
simplemente se hartase de jugar conmigo, me desecharía de su vida y del
internado, de mi brillante futuro. Cuerdo, le pedía disculpas para mis adentros.
Ya era bastante tiempo el transcurrido, si quisiese hacer algo ya lo habría
hecho, yo estaba vulnerable, hubiera ganado fácil, pero nada ocurría, y sabía
que así seguiría, mi mente lo sabía, mi alma también. Él era un buen chico, uno
desafortunado, pero bueno al fin y al cabo, y si eso no era suficiente para
convencerme, miraba su rostro. Sungmin tampoco disfrutaba del ambiente en
nuestra habitación y parecía resentirlo al igual que yo, pues lucía demacrado y
las ojeras aparecidas tras el suceso no desaparecieron. Estaba seguro de que
todos esos idiotas que lo aborrecían y a la vez lo deseaban no debían estar muy
contentos con no poder devorarlo con la mirada. Además, le habían salido
algunos granos, menos apetecible. En medio de mi pesadilla, aguarles la fiesta
a esos cretinos me alegraba un poco, después trataba de imaginar que estaría
pensando Sungmin para estar así, y finalmente volvía a caer en la demencia.
Era horroroso. Sentía como si las llamas del
infierno estuvieran llamándome, mi cuerpo agarrotado y mis ojos pesados
abalaban ese pensamiento. Ahora que lo recuerdo me aterra. Me di cuenta de que
todo ese malestar surgió por querer negar con cuerpo y alma lo que sentía por
Sungmin, negar la existencia de su cuerpo y de su encantadora existencia marcados
permanentemente en mi corazón, pensando que algún día si seguía así de
obstinado resistiéndome lo iba a olvidar, cuando la realidad era que estallaría
muy pronto porque el sentimiento era ineludible.
Y así ocurrió.
00:15 de la noche y un ambiente cargado de
calor y frustración. El día anterior en el cual había rendido un examen apenas
se había ido, y al siguiente tenía otro. En ambos me iría bien, no estaba
preocupado, lo que realmente me quitaba el sueño era, para variar, las sucias
alucinaciones y el abrumador deseo que producían. Esa noche se sentían más
fuertes, al punto de que no podía limitarme a retorcerme en la cama, así que
iba de aquí para allá en el pequeño pasillo entre la cama de Sungmin y la mía.
El calor era el culpable de que mi libido enloqueciera más de lo habitual. Mi
compañero le combatía durmiendo en calzoncillos y camiseta, mientras se tapaba únicamente
la mitad del cuerpo, nivelando así la temperatura. Muy listo, pero a la vez
involuntariamente malvado. Bastaba con ver su pierna bien formada, su estómago
liso y su apetecible cuello expuestos para que el descontrol se apoderara una
vez más de mí. Eran muy pocos estímulos en circunstancias normales, no
obstante, mi imaginación en ese instante era comparable con la del maldito Bob
esponja y el material que Sungmin me daba era más que suficiente.
No podía dejar de moverme de un lado a otro.
“Señor, por favor…” Rogaba muy bajito una y
otra vez. Quería dormir tranquilamente, nada más ¿Eso era tan difícil de complacer?
Mostraba mi disconformidad agarrándome el
cabello, a veces lo intercalaba poniendo los brazos en jarras o laxos con los
puños muy apretados. Aumenté la velocidad de mis pasos porque no funcionaba.
Hasta que sucedió.
Fue tan estúpido, tan en serio ridículo, que
fue claro para mí que a veces Dios se aburre de ser Dios y lo remedia hallando
diversión en claras burlas hacia nosotros.
Mi rápido caminar y mi no atención en donde
pisaba concluyó en que tras un giro y un tropiezo con los zapatos de Sungmin,
yo cayera estrepitosamente sobre él. No encontré oportunidad en ese par de
segundos de preparar mi caída y, en consecuencia, me desplomé como un costal de
papas encima de su menudo cuerpo. Por supuesto lo desperté, de hecho, soltó un
pequeño gemido de dolor y todo el aire que tenía en los pulmones. Su mirada
estupefacta me fulminó de inmediato y yo lo fulminé con la más aterrada que
tenía. Traté de pararme de inmediato, no obstante, no lo logré, apenas tenía voluntad
para sostener mi cabeza, y sentía como si en cualquier momento fuera a ponerme
en modo automático, como aquella vez. De la forma que fuese, él no se veía
apremiado por la idea de quitarme de encima. Estaba petrificado por la
sorpresa, claro, más despierto que nunca -mucho ahora que lo pienso-, daba la
impresión de que esperaba a que yo hiciese algo, así que traté de concentrarme
lo más que pude y balbuceé lo primero que mi atrofiado cerebro pudo concebir.
—L-Lo
siento…yo…yo no podía dormir y… caminando…me caí…sin querer…yo…
Conciso y claro, fue mejor de lo que espera.
Si esa hubiese sido una situación de vida o muerte, estando mi cuerpo al límite
y siendo aquella la respuesta que me salvara, seguro me habría desmayado al
segundo dejando ir todas mis preocupaciones. Sin embargo, estando encima de
Sungmin no podía desmayarme, aún quedaba que él dijera lo suyo y de por sí eso
no arreglaba más que la situación actual. Yo seguía deseándolo tanto que mi
cuerpo y mi mente dolían, y teniéndolo tan cerca, tocándolo, era literalmente
cosa de segundos para que yo estallara.
—No
te preocupes— Respondió con voz aguda, expectante.
“No te preocupes” Lo mismo que yo le dije
cuando comenzó todo esto. Supe entonces que decírselo fue una idiotez y una
enorme falta de consideración de mi parte ¡Claro que había de que preocuparse! Esclarecimos
el asunto y de todas formas ni yo ni él nos movíamos más que para respirar o
parpadear, y sobre todo, nuestra amistad se había arruinado y yo estaba
sufriendo un infierno, uno que también él estaba resintiendo ¡Y me decía que no
me preocupara! ¡Y yo le decía que no se preocupara!
Si hubiera podido hacer algún movimiento,
habría carcajeado sin duda. En vez de eso, miré detalladamente su rostro. No
importaban las ojeras, la delgadez en sus mejillas o los 2 granos en su frente,
seguía conservando su belleza. Viéndolo de lejos no se notaba, pero de cerca
comprobabas que aún estaban ahí. Todavía era la persona más hermosa que había
visto en mi vida. Sus labios y sus ojos luminosos eran los detalles que le
hacían merecedor de ese título, y lo que había detrás de ellos. Era simpático,
gentil e inteligente, y un plus era que en ese internado lo más seguro es que
sólo yo lo sabía. Significaba que esas cualidades estaban reservadas para mí,
yo nada más podía disfrutarlas. El verdadero Sungmin era mío y yo quería que
fuera mío. No había forma de que pudiera resistirme a eso.
No te preocupes.
En esos pocos segundos que se sintieron como
una eternidad, mis dedos se movieron casi imperceptiblemente sobre la piel
ajena en la que estaban, mi cuerpo subió gradualmente su temperatura y mi
cerebro en su demencia comenzó a deformar palabras y significados.
“No te preocupes, está bien. Desearme no
está mal, porque estoy hecho para ti.”
¿Sungmin me decía eso? Claro que no, pero era
lo que mi cabeza me estaba haciendo creer que decía. Era como hipnotizarse a
uno mismo. Me hice creer lo que quería creer: Mi ex compañero no tenía razón,
no cedía al enfermo sistema de supervivencia del internado, cedía a Sungmin
porque él estaba hecho para mí, mi frustración era debido a no tenerlo a él y
no por estar ahí.
Si algo de eso era verdad o falso, o si para
empezar tenía lógica no quise saberlo. Dejé salir un suspiro y finalmente abrí
el calabozo para que absolutamente todo saliera.
—Ya
no lo soporto más…Por favor, hagamos el acuerdo—Susurré con voz temblorosa.
Percibí claramente como sus pupilas se
contrajeron y su rostro se tornó más estupefacto de lo que ya estaba. Pasaron
varios segundos y él no contestó o tuvo reacción aparente. Recién noté que
reacción sí había cuando tuve la necesidad de acomodar mis piernas. Mis muslos
habían dado con su entrepierna, la cual estaba tan encendida como la mía.
Después de comprobarlo con mis propios ojos, subí la mirada, atónito. Ser
descubierto seguro causó un gran shock en él. Sus mejillas estaban rojísimas,
boqueaba y pestañeaba frenéticamente. No era que quisiera decir algo,
simplemente no sabía qué hacer con su rostro. Yo decidí cerrar mis ojos por un
momento y pasé saliva antes de volver a abrirlos.
No había nada que decir, yo sabía qué hacer.
Ante sus ojos asustados, corrí la sábana que
lo tapaba, me acomodé entre sus piernas, entrelacé una de sus manos con las mías
y enterré la cabeza en el hueco de su cuello. Él frenó su respiración en un
gemido aterrado, yo también lo hice. Después, puse mi mano libre sobre su
tembloroso estómago y levante lentamente su camiseta.
Esa noche comprobé de primera fuente que los
rumores sobre Sungmin no eran verdad al tomar su virginidad y darle la mía de
la peor forma posible.
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