miércoles, 14 de noviembre de 2018

El acuerdo [02/10]




Todavía ahora que ya he crecido y repasado 1000 veces esos momentos en mi cabeza, no puedo saber con seguridad si me enamoré a primera vista de él. Conocer su rostro detonó en mí una confrontación entre 2 emociones demasiado distintas y poderosas: Mi profunda aversión hacia ese lugar y lo que había oído de él vs. La adoración instantánea que experimenté por la inmaculada y casi irreal belleza que desprendía toda su figura. Mi cabeza estaba tan superada por ese intenso debate mental que mi cuerpo no respondió al menos un buen rato. No había una explosión de rabia en mi rostro, no había amenazas, tampoco ganas de golpear a algún malnacido o un rastro pequeño de cualquier emoción, sólo quedaba un cuerpo esperando las palabras mágicas para que su espíritu le fuera regresado.


—¿E-Eres Cho Kyuhyun?

 Finalmente, él las pronunció con timidez. El asombro por mi entrada también le había dejado inmóvil un momento, la vergüenza que sentí al notarlo me ayudó a espabilar y asentir levemente. Soltando un suspiro aliviado, soltó la prenda en sus manos y volteó de cuerpo entero.

—Soy Lee Sungmin, tu nuevo compañero— Se introdujo inclinando la cabeza. Bueno, ya estaba 100% seguro de que era él, sin embargo, seguía sin poder recuperar algo del enfado de hace un minuto— Como verás, ya todas mis cosas están aquí y hay un poco de desorden, pero no te preocupes, me falta solo un poco de ropa y habré terminado. E-Espero que nos llevemos bien.
—Claro—Respondí por inercia.

 Y ahí acabó la conversación junto con mi ferviente deseo de guerra. El valor burbujeante en mi interior se esfumó, y cada día que dejaba pasar tenía menos sentido abordar el tema porque, si lo pensaba, nada de lo mencionado por mis amigos había ocurrido. Sungmin se mostraba como un chico limpio, tranquilo y educado. Las pocas veces que me hablaba era para saludarme o por temas triviales relacionados al dormitorio, y a pesar de llegar cerca del toque de queda casi a diario, denotaba que era por actividades en su club o estudiar en la biblioteca, no por estar tonteando con alguien. Respetaba todas las reglas, de hecho, me parecía bastante cuadrado en ese aspecto. Eso me desconcertó, no era para nada lo que esperaba, y tanto por curiosidad como por querer ver en sus palabras indicios de que tramaba algo, decidí hablarle más. Primero le hice comentarios totalmente vulgares, sobre el clima, el internado, los profesores, esas cosas. Cuando vi que respondía bien, traté de conocerlo más con preguntas sutiles y no muy invasivas. Supe entre otras cosas que era un mes mayor que yo, estaba en el internado desde primero de secundaria y su boleto de entrada había sido efectivamente su padre, quien tenía por toda Asia y Europa una cadena de tiendas dedicadas al equipamiento de cocinas, además de poseer una marca de vajilla y cubiertos de lujo que suministraba principalmente a hoteles y restaurantes de 4 y 5 estrellas alrededor del mundo. Por su lado, también pareció interesado en mí. Me devolvió cada pregunta y se impresionó mucho al saber que había entrado al internado en preparatoria -mucho más difícil- y que mi hermana tomaría el lugar de mi padre porque yo planeaba crear una compañía relacionada con videojuegos. Supuse que ni él ni muchos de los chicos de allí habían oído jamás de segundas opciones.

 No había nada de sospechoso en él.

 Yo conocía la manipulación, la vi personificada durante largo tiempo, y Sungmin era la clase de persona que si intentara usarla se delataría con la primera palabra. Era tímido, torpe y lo único que conocía de la vida eran las aulas escolares. Era… igual que yo en ese tiempo. No existía maldad en su interior así como realidad en que todos esos rumores fueran ciertos. Me rendí en mi búsqueda e intrigado por su pura aura, inicié una cautelosa amistad con él. Descubrí en el odiado Lee Sungmin a un chico inteligente y gentil, cualidades que mezcladas con su profunda inocencia lo volvieron absolutamente adorable ante mis ojos. Pronto sus sonrisas, nuestras conversaciones en la noche y toda su presencia se volvieron un efecto aliviador en mi vida, y quise compensárselo de alguna manera desmintiendo todo lo que se decía de él con mis amigos.


—¿En serio nada de nada ha ocurrido? —Se impresionó Jonghyun. Ya llevaban buen tiempo queriendo saber sobre mi experiencia viviendo con él y seguro eso era lo último que esperaban oír.
—Nada de nada— Repetí sonriente— Saben que no necesité hacerle la advertencia, y aun así él ha sido absolutamente agradable.
—Waaah, no me lo creo— Suspiró Changmin mirando a los demás—¿Entonces cómo es que nacieron todos esos rumores?
—Ni idea, quizás algún idiota con el que compartió dormitorio la tomó contra él, inventó los rumores y los difundió—Sugerí encogiéndome de hombros.
—No obstante, si fuera sólo eso, no habrían expulsado a todos esos sujetos ¿No crees? — Propuso Minho con aire intrigado.
—Pues eso sí es muy extraño— Reconocí— Se lo preguntaré cuando entremos más en confianza, pero se los aseguro, sea lo que sea que haya ocurrido, no fue provocado por él. Sungmin no dañaría ni a una mosca.
—Ehh, mírenlo al protector de Lee Sungmin— Picó Changmin con tono bromista— ¿No será que en realidad caíste en sus encantos y te mandó a limpiar su nombre?
—No seas idiota— Reí tomándolo del cuello para hacerle una llave— Sabes que odio a los abusivos.
—Sí, claro— Terció Jonghyun—Ese loco te ha engatusado. Avísanos cuando empiecen a tener sexo, te conseguiremos condones y lubricante para tu trasero.
—O mejor un cupo en una escuela pública para que puedas recursar el tercer año— Remató Minho.
—¡Cierren la boca, cretinos!

 Todos reímos esa tarde, sin saber que esas dudas que aún persistían en ellos, volverían a mí para intentar derribar esa creencia de la que yo estaba tan seguro. 

 Sucedió un par de días después. Mi última clase había terminado y ese día no tenía atletismo ya que la pista estaba siendo mejorada para evitar la formación de pozas con las venideras lluvias de primavera. Paralelamente, Sungmin solía llegar temprano ese día de la semana pues no tenía actividades en su club. Era sin duda una buena ocasión para seguir conociéndolo y eso me ponía de buen ánimo. El único problema fue que al pasar mi identificación por la puerta y abrirla, no esperaba conocerlo tanto. Medio ladeado, medio de espaldas, en el mismo sitio donde lo encontré la primera vez, también con una prenda en sus manos, o más bien una toalla, él secaba su cabello, totalmente desnudo. Su piel rosada sin impurezas, las gotas de agua deslizándose suicidas por sus amplias curvas, el diseño tan perfecto de sus extremidades y su firme trasero, el pene lánguido cubierto por húmedos rizos, sus pequeñas orejas, la comisura de sus exquisitos labios y, por último, el sol colándose por la ventana dándole la luminosidad perfecta para ser retratado con la misma magia usada en Dorian Gray. Todo eso lo vi como una grabación en cámara lenta y dejó una marca en mi interior que nada ha podido igualar, ni siquiera el cuerpo de mi ex compañero, el cual también era hermoso a pesar de todo ¿Por qué no compitió entonces?



—¡Ah…!

 Ese grito ahogado de espanto que él emitió al notarme no fue suficiente esta vez para despertarme. Fue totalmente instinto de mi cuerpo, que mi rostro haya imitado su expresión, mis piernas salieran corriendo hacia afuera y mis manos cerraran la puerta. En mi cabeza no había ni hubo nada las 2 horas que estuve en el pasillo hasta que el sol se escondió y la puerta se abrió, tampoco cuando mis piernas entraron al dormitorio y mis ojos vieron como Sungmin se escondía en su cama, y mucho menos cuando yo también me preparé para acostarme y estuve 2 horas mirando el techo porque mi cuerpo estaba hambriento y no tenía costumbre de dormirse si no estaba al borde de la inconsciencia por el exceso de estudio.  Fue sólo cuando me levanté, me encerré en el bañó, me miré al espejo y luego miré la rabiosa erección bajo mi pijama que, finalmente, volví en mí. Un segundo después, ahogué un grito mordiéndome el brazo y agité todo el cuerpo para evitar estrellar mi cabeza una y otra vez contra el muro.

 Al día siguiente, el aseo matutino fue el momento más incómodamente silencioso que haya experimentado, y cuando estuve listo y a punto de librarme de ese martirio, él me detuvo poniendo su mano en mi hombro con suavidad.

—Pe-Perdón…por lo de ayer…—Pronunció apenas, sin mirarme a los ojos— Me confié de que no llegarías a esa hora y…yo… seré más cuidadoso en el futuro.

 Lentamente, volteé todo mi cuerpo hacia él. Noté sus ojeras, evidencia de que apenas había dormido. También su cara estaba muy sonrojada, y por el calor de mi rostro intuí que la mía igual.

 “¡Somos hombres! ¡Tenemos lo mismo! ¡¿Qué carajo nos avergüenza tanto?!” Me grité internamente.



—N-No te preocupes— Atiné a decir y rápidamente me alejé, cerré la puerta y salí corriendo.

 Llegué a la cafetería, pedí mi desayuno y me acomodé en una mesa del fondo, histérico. Fueron 5 minutos de un martirio interno que se exteriorizó con golpes a la mesa, jalones de cabello e inútiles movimientos tomando y dejando alimentos que nunca llevaba a mi boca.

—¡Kyuhyun! — Un grito me devolvió a la realidad. Al frente Changmin me miraba con su bandeja en mano y mis otros 2 amigos atrás. Por las expresiones en sus caras se notaba que no era el primer intento de llamar mi atención.
—¿Eh? —Balbuceé. Ellos aligeraron el ceño y se sentaron en la mesa.
—¿Qué diablos te ocurre? Te estabas moviendo de forma muy rara y tienes una cara terrible, pareces un adicto en abstinencia ¿Acaso te estás metiendo drogas? —Inquirió Jonghyun con tono de reproche.
—N-No—Respondí tratando de calmarme— Es que… a-algo me ha pasado.
—Pues desembucha— Exclamó Minho, mirándome tan curioso como los demás.

 Les conté lo sucedido el día anterior y lo que sentí a grandes rasgos. Al finalizar, no me juzgaron. La clave para apoyarnos y sobrevivir ahí sin dejarnos llevar era aceptar que sentíamos tentación por las mismas cosas retorcidas que los demás y conversarlo, aunque yo seguía sin pensar que esa intensa atracción por Sungmin era igual a un guiño coqueto o a mi excompañero ofreciéndose desnudo después de ducharse. Claro que aquello no lo dije.

—¡Carajo! Algo así a plena luz del día y con una belleza como Lee Sungmin. No quisiera estar en tus zapatos, honestamente— Acotó Jonghyun totalmente impresionado con lo que acaba de contar.
—Ahora no sé si podré mirarlo como antes… o siquiera si podré mirarlo otra vez— Chillé consternado, tapándome el rostro con las manos— ¡Y lo peor es que nos estábamos llevando tan bien! Y ahora todo eso se fue a la mierda. Es como si alguien allá arriba me odiara y me hubiese dado ilusiones para que el golpe que quería darme fuera más doloroso.
—¿Y en vez de alguien allá arriba no será alguien aquí? —Dudó Minho, con expresión seria— ¿Y si Sungmin lo planeó así?
—¿Eh? —Dirigí inmediatamente la vista hacia él, extrañado, y él me la devolvió. Antes de que dijera nada me dispuse a responder— No, no, ya les dije que él no es como todos creen. Es buen chico, sólo es algo distraído.
—Pero…¿Y si planeó mostrarse de esa manera ante ti para que cayeras? —La pregunta retórica de Changmin atrajo todas las miradas de la mesa hacia él— Tiene sentido. Su reputación está en el suelo, supuso que, como todos, tú también sabrías de los rumores que giran alrededor de él y estarías prevenido para no caer en sus trampas, así que creó una nueva personalidad para que tú creyeras que todo era mentira, te sintieras apenado por él, se hicieran amigos y cuando estuvieses vulnerable lograra seducirte.
—El chico ha logrado sobrevivir 5 años aquí aún en medio de todos sus escándalos. Puede o no ser torpe como dices, más tonto no es. Tiene gran habilidad en lo que hace.
—S-Sé que es fácil creer eso, es lo único que han escuchado durante todo este tiempo de él y no se puede desechar de un día a otro una idea tan arraigada, sin embargo, ninguno de ustedes ha comprobado que todo lo oído fuera verdad. Para empezar no le han hablado ninguna vez, yo sí. Vivo con él, lo veo a diario y no fui ingenuamente buscando su amistad a pesar de todo lo que oí. Lo analicé, busqué en sus movimientos, sus acciones, en sus palabras y en las palabras detrás de sus palabras, y no encontré nada que indicara que estuviera tratando de manipularme. Conviví 2 años con un psicópata, y Sungmin no lo es.

 Los chicos permanecieron unos segundos con la mirada fija en mí, luego se miraron y suspiraron.

—Tienes razón en lo que dices— Reconoció Jonghyun—De todas formas, las expulsiones, los problemas que han girado en torno a él, son un hecho, de verdad ocurrieron, esos chicos hoy no están aquí con nosotros estudiando. Puedes pensar lo que quieras de él, pero ve con cuidado.

 Mi rostro volvió a descomponerse de extrañeza en tanto esas 3 miradas ineludibles me penetraban. Me sentí mucho más confundido que antes.


 Los días siguieron su curso y, como era de esperarse, esa tímida amistad que inicié con Sungmin se extinguió de tal manera que pareció nunca haber existido. Él no me hablaba ni me miraba, y cuando quería ir de su cama al baño o a la puerta de salida, se aseguraba que no estuviera cerca para no tener que rozarme al pasar. No parecía enfadado, tampoco resentido o indignado, era como si estuviera inmerso en un estado permanente de vergüenza, como si me hubiera fastidiado en algo realmente importante y la culpa le instigara a no hacer ninguna otra cosa que pudiera molestarme, incluso si eso significaba no respirar. E independiente de lo que provocó en mí, nadie con 2 dedos de frente pensaría en lo ocurrido como algo dañino y él no tenía porqué sentirse culpable de nada, pero motivado por mi egoísmo, no hice nada al respecto para que él lo supiera. Estaba sufriendo mi propio infierno. Las clases y los exámenes estaban cada vez más duros, por un momento pensé que con ese martirio menor podría distraerme, sin embargo, sólo me hacían pensar más en aquel momento, o más bien, en su cuerpo. Mis frustraciones estaban al límite, mi deseo sexual lo estaba. Antes podía manejarles, liberándolos en ínfimas cantidades haciendo atletismo o masturbándome en secreto, pero todo cambió, ahora el calabozo donde les encerraba tenía un amplio agujero hecho por la imagen de aquel cuerpo y rostro cargados de belleza y sensualidad. Ya no necesitaban de mi insatisfactorio sosiego, ahora podían huir en grandes cantidades por el agujero y sembrar la anarquía en todo mi interior. Nada funcionaba contra eso, ni siquiera vomitar o llorar, en realidad no tenía ganas ni podía hacerlo. Lo único que quería era…cogérmelo, y no así nada más, no deseaba únicamente enterrarme en él, quería poseerlo salvajemente y a la vez con mucha ternura, destrozarlo y amarlo, mezclar lo primitivo de fornicar con el arte de hacer el amor. Eso era mucho peor. Pronto mi mente no paró de crear involuntariamente escenarios nítidos e intensos en los cuales mis deseos eran hechos realidad.

 Y al cabo de un mes, tratar de reprimirme sin las herramientas adecuadas me llevó a, inevitablemente, perder el control y la percepción de la realidad. No es exageración, no es joda. Si los budistas meditando pueden alcanzar la iluminación, yo con mi desesperación alcancé lo opuesto. Mis oídos zumbaban con susurros y suspiros que no existían, por el rabillo del ojo veía siluetas que al girar desaparecían sin dejar rastro y sentía toques en las extremidades dados por nadie. Estos encantadores añadidos a mi infierno los atribuía principalmente a mis precarias noches de sueño. Las visiones eróticas habían decidido hacer doble turno, en mi diario vivir y mientras dormía, y mi terquedad era tal que al empezar a soñar, mi cuerpo se despertaba y yo me resistía a dormirme otra vez hasta que lograba sacar las imágenes de mi cabeza o bien el bulto en mi pijama bajaba. Eso también me valió estados de terrible paranoia. Les impedía terminantemente a mis amigos que me tocaran, temía que en cualquier momento pudieran desencadenar una gran locura con sólo un roce. También me ocurría con Sungmin. Escondido en mi cama o en lugares estratégicos en la habitación lo fulminaba y pasaba repetidamente de pensamientos dementes a episodios de lucidez. Chiflado, aceptaba la teoría de mis amigos, que ese miserable con el cual vivía consiguió hacerme caer en su trampa y pronto se haría de mí como pasó con los demás, y cuando hiciese algo que no le gustara o simplemente se hartase de jugar conmigo, me desecharía de su vida y del internado, de mi brillante futuro. Cuerdo, le pedía disculpas para mis adentros. Ya era bastante tiempo el transcurrido, si quisiese hacer algo ya lo habría hecho, yo estaba vulnerable, hubiera ganado fácil, pero nada ocurría, y sabía que así seguiría, mi mente lo sabía, mi alma también. Él era un buen chico, uno desafortunado, pero bueno al fin y al cabo, y si eso no era suficiente para convencerme, miraba su rostro. Sungmin tampoco disfrutaba del ambiente en nuestra habitación y parecía resentirlo al igual que yo, pues lucía demacrado y las ojeras aparecidas tras el suceso no desaparecieron. Estaba seguro de que todos esos idiotas que lo aborrecían y a la vez lo deseaban no debían estar muy contentos con no poder devorarlo con la mirada. Además, le habían salido algunos granos, menos apetecible. En medio de mi pesadilla, aguarles la fiesta a esos cretinos me alegraba un poco, después trataba de imaginar que estaría pensando Sungmin para estar así, y finalmente volvía a caer en la demencia.

 Era horroroso. Sentía como si las llamas del infierno estuvieran llamándome, mi cuerpo agarrotado y mis ojos pesados abalaban ese pensamiento. Ahora que lo recuerdo me aterra. Me di cuenta de que todo ese malestar surgió por querer negar con cuerpo y alma lo que sentía por Sungmin, negar la existencia de su cuerpo y de su encantadora existencia marcados permanentemente en mi corazón, pensando que algún día si seguía así de obstinado resistiéndome lo iba a olvidar, cuando la realidad era que estallaría muy pronto porque el sentimiento era ineludible.

 Y así ocurrió.

 00:15 de la noche y un ambiente cargado de calor y frustración. El día anterior en el cual había rendido un examen apenas se había ido, y al siguiente tenía otro. En ambos me iría bien, no estaba preocupado, lo que realmente me quitaba el sueño era, para variar, las sucias alucinaciones y el abrumador deseo que producían. Esa noche se sentían más fuertes, al punto de que no podía limitarme a retorcerme en la cama, así que iba de aquí para allá en el pequeño pasillo entre la cama de Sungmin y la mía. El calor era el culpable de que mi libido enloqueciera más de lo habitual. Mi compañero le combatía durmiendo en calzoncillos y camiseta, mientras se tapaba únicamente la mitad del cuerpo, nivelando así la temperatura. Muy listo, pero a la vez involuntariamente malvado. Bastaba con ver su pierna bien formada, su estómago liso y su apetecible cuello expuestos para que el descontrol se apoderara una vez más de mí. Eran muy pocos estímulos en circunstancias normales, no obstante, mi imaginación en ese instante era comparable con la del maldito Bob esponja y el material que Sungmin me daba era más que suficiente.

 No podía dejar de moverme de un lado a otro.

 “Señor, por favor…” Rogaba muy bajito una y otra vez. Quería dormir tranquilamente, nada más ¿Eso era tan difícil de complacer?

 Mostraba mi disconformidad agarrándome el cabello, a veces lo intercalaba poniendo los brazos en jarras o laxos con los puños muy apretados. Aumenté la velocidad de mis pasos porque no funcionaba.

 Hasta que sucedió.

 Fue tan estúpido, tan en serio ridículo, que fue claro para mí que a veces Dios se aburre de ser Dios y lo remedia hallando diversión en claras burlas hacia nosotros.

 Mi rápido caminar y mi no atención en donde pisaba concluyó en que tras un giro y un tropiezo con los zapatos de Sungmin, yo cayera estrepitosamente sobre él. No encontré oportunidad en ese par de segundos de preparar mi caída y, en consecuencia, me desplomé como un costal de papas encima de su menudo cuerpo. Por supuesto lo desperté, de hecho, soltó un pequeño gemido de dolor y todo el aire que tenía en los pulmones. Su mirada estupefacta me fulminó de inmediato y yo lo fulminé con la más aterrada que tenía. Traté de pararme de inmediato, no obstante, no lo logré, apenas tenía voluntad para sostener mi cabeza, y sentía como si en cualquier momento fuera a ponerme en modo automático, como aquella vez. De la forma que fuese, él no se veía apremiado por la idea de quitarme de encima. Estaba petrificado por la sorpresa, claro, más despierto que nunca -mucho ahora que lo pienso-, daba la impresión de que esperaba a que yo hiciese algo, así que traté de concentrarme lo más que pude y balbuceé lo primero que mi atrofiado cerebro pudo concebir.

—L-Lo siento…yo…yo no podía dormir y… caminando…me caí…sin querer…yo…

 Conciso y claro, fue mejor de lo que espera. Si esa hubiese sido una situación de vida o muerte, estando mi cuerpo al límite y siendo aquella la respuesta que me salvara, seguro me habría desmayado al segundo dejando ir todas mis preocupaciones. Sin embargo, estando encima de Sungmin no podía desmayarme, aún quedaba que él dijera lo suyo y de por sí eso no arreglaba más que la situación actual. Yo seguía deseándolo tanto que mi cuerpo y mi mente dolían, y teniéndolo tan cerca, tocándolo, era literalmente cosa de segundos para que yo estallara.

—No te preocupes— Respondió con voz aguda, expectante.

 “No te preocupes” Lo mismo que yo le dije cuando comenzó todo esto. Supe entonces que decírselo fue una idiotez y una enorme falta de consideración de mi parte ¡Claro que había de que preocuparse! Esclarecimos el asunto y de todas formas ni yo ni él nos movíamos más que para respirar o parpadear, y sobre todo, nuestra amistad se había arruinado y yo estaba sufriendo un infierno, uno que también él estaba resintiendo ¡Y me decía que no me preocupara! ¡Y yo le decía que no se preocupara!

 Si hubiera podido hacer algún movimiento, habría carcajeado sin duda. En vez de eso, miré detalladamente su rostro. No importaban las ojeras, la delgadez en sus mejillas o los 2 granos en su frente, seguía conservando su belleza. Viéndolo de lejos no se notaba, pero de cerca comprobabas que aún estaban ahí. Todavía era la persona más hermosa que había visto en mi vida. Sus labios y sus ojos luminosos eran los detalles que le hacían merecedor de ese título, y lo que había detrás de ellos. Era simpático, gentil e inteligente, y un plus era que en ese internado lo más seguro es que sólo yo lo sabía. Significaba que esas cualidades estaban reservadas para mí, yo nada más podía disfrutarlas. El verdadero Sungmin era mío y yo quería que fuera mío. No había forma de que pudiera resistirme a eso.

 No te preocupes.

 En esos pocos segundos que se sintieron como una eternidad, mis dedos se movieron casi imperceptiblemente sobre la piel ajena en la que estaban, mi cuerpo subió gradualmente su temperatura y mi cerebro en su demencia comenzó a deformar palabras y significados.

“No te preocupes, está bien. Desearme no está mal, porque estoy hecho para ti.”

 ¿Sungmin me decía eso? Claro que no, pero era lo que mi cabeza me estaba haciendo creer que decía. Era como hipnotizarse a uno mismo. Me hice creer lo que quería creer: Mi ex compañero no tenía razón, no cedía al enfermo sistema de supervivencia del internado, cedía a Sungmin porque él estaba hecho para mí, mi frustración era debido a no tenerlo a él y no por estar ahí.

 Si algo de eso era verdad o falso, o si para empezar tenía lógica no quise saberlo. Dejé salir un suspiro y finalmente abrí el calabozo para que absolutamente todo saliera.

—Ya no lo soporto más…Por favor, hagamos el acuerdo—Susurré con voz temblorosa.

 Percibí claramente como sus pupilas se contrajeron y su rostro se tornó más estupefacto de lo que ya estaba. Pasaron varios segundos y él no contestó o tuvo reacción aparente. Recién noté que reacción sí había cuando tuve la necesidad de acomodar mis piernas. Mis muslos habían dado con su entrepierna, la cual estaba tan encendida como la mía. Después de comprobarlo con mis propios ojos, subí la mirada, atónito. Ser descubierto seguro causó un gran shock en él. Sus mejillas estaban rojísimas, boqueaba y pestañeaba frenéticamente. No era que quisiera decir algo, simplemente no sabía qué hacer con su rostro. Yo decidí cerrar mis ojos por un momento y pasé saliva antes de volver a abrirlos.

 No había nada que decir, yo sabía qué hacer.

 Ante sus ojos asustados, corrí la sábana que lo tapaba, me acomodé entre sus piernas, entrelacé una de sus manos con las mías y enterré la cabeza en el hueco de su cuello. Él frenó su respiración en un gemido aterrado, yo también lo hice. Después, puse mi mano libre sobre su tembloroso estómago y levante lentamente su camiseta.

 Esa noche comprobé de primera fuente que los rumores sobre Sungmin no eran verdad al tomar su virginidad y darle la mía de la peor forma posible.



Continuará...

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