Recuerdo esa noche como una visión, pero a diferencia de las otras falsas y perfectamente eróticas, esta era real y sumamente horrible. Me explico: No era horrible en el sentido de que me hubiese dado asco hacerlo con Sungmin o que algo en él estuviese mal. Su cuerpo a poca distancia y en distintos ángulos me pareció más hermoso de lo que ya creía. Lo horrible empezaba y terminaba con mi espantosa participación ¿Más claro? No sabía nada de sexo o de romance y, en consecuencia, esa primera vez resultó la más fatal en varios kilómetros a la redonda.
Como había mencionado antes, Sungmin y yo teníamos en común el ser peligrosamente ignorantes en la vida. Pobres en inteligencia emocional y sin más conocimientos de lo que nos rodeaba que lo visto en las aulas. Eso éramos, eso era yo. Tenía 17 años cuando lo hicimos y ni siquiera había dado mi primer beso para entonces. Nadie me había gustado antes, y si yo le había gustado a alguien nunca me lo dijo, además, mi interés en esos temas no apareció hasta llegar al internado, demasiado tarde como se puede inferir. No alcancé a experimentar ninguna caricia romántica, ninguna cita, ninguna confesión detrás del colegio, ningún tímido coqueteo. Y eso no era todo. A los 15 años cuando recién entré al internado, por efecto de la vida cómoda entregada por mis padres, no había padecido ninguna clase de carencia o angustia superficial, tampoco había perdido a alguien importante o sufrido una gran decepción. En resumen, era una hoja en blanco, no había vivido ni sentido nada en 15 años, y los 2 restantes habían sido un infierno muy surrealista como para llamarlos “Experiencia de vida”. En cuanto a Sungmin la historia iba más o menos igual. Lo digo vagamente porque lo único concreto que supe de su existencia fuera del internado era que su padre, de imponente personalidad, siempre le decía qué hacer y Sungmin le temía lo suficiente como para nunca contradecirlo. Un conocimiento muy limitado pensando en todo lo que vivimos, pero el tema parecía serio y lo incomodaba mucho, y sabiéndolo, jamás intenté averiguar más de lo que él me contaba voluntariamente. No quería que estuviese triste, como un niño que ama a alguien quería ignorar lo malo y hacerlo feliz por siempre, ya después averiguaría acerca de ese tema y lo solucionaríamos. Por supuesto, nada de eso llegó a suceder.
Pero me estoy yendo por las ramas, volveré al asunto.
Ninguno tenía experiencia sexual, y llegado ese momento, a mí me tocó resentirlo más pues había impuesto mi liderazgo al tomar la iniciativa y, bueno, aunque hubiese tenido la oportunidad de cambiar roles no lo habría aceptado. Ahora sé que es una completa estupidez, pero en ese momento pensaba que si iba a perder la virginidad con un hombre, al menos conservaría algo de mi hombría y sería yo quien la metiera, así que acepté el mando y con Sungmin petrificado en mis brazos, empecé a desvestirlo. Lo toqué y observé bastante, más casi no lo acaricié. Estaba aterrado. El conocimiento teórico sexual que poseía era una vergüenza, conformado puramente de cuchicheos de mis igualmente inexpertos amigos y de mucho porno, y este último al estar estéticamente idealizado había creado muchas ideas erróneas en mi mente de lo que era el acto sexual.
Buscar el agujero, entrar, embestir hasta al orgasmo, todo lleno de un placer inimaginable.
No era tan fácil, ni en esos pasos ni en los que había detrás de ellos.
—¡Aaaaaah!
Si cierro los ojos y me lo propongo, aún puedo percibir en mis oídos sus desgarradores alaridos. Desde que lo penetré hasta que nos corrimos, Sungmin no dejó de llorar. Las lágrimas empapaban su enrojecido rostro y sus manos se movían desesperadas por mi espalda, enterrando las uñas y dejándome heridas que tardaron semanas en desaparecer. Trataba de resistir cada embestida torpe y temblorosa que yo le daba rasgando dolorosamente su interior. Fui un cretino, sin quererlo o saberlo, pero lo fui. Él habría tenido todo el derecho de decírmelo, y no obstante no lo hizo, tampoco trató de apartarme ni yo lo intenté. Aquello no lo entendí jamás, porque ambos sufríamos. Aparte de las heridas en la espalda, su cuerpo rechazándome lastimaba mi pene, y su angustia y dolor aún mayor me eran trasmitidos de forma muy efectiva, por lo que no pude evitar largarme a llorar desconsoladamente con él.
—Lo siento, Sungmin…Lo siento mucho… en verdad…— Chillaba mojando más sus mejillas con mis lágrimas.
Y de todos modos no dejé de embestirlo brutamente hasta que su sangre y la mía se combinaron con mi esencia en su interior. Unos segundos después, Sungmin se desmayó y al salirme con mucho esfuerzo de él, yo también me desvanecí a su lado.
Al día siguiente, me desperté sin alarma a las 06:00 AM. No hubo un periodo de acostumbramiento, mis ojos se abrieron súbitamente, como si los hubiera cerrado nada más hace un segundo. La conciencia me abordó un instante después, junto con un gran dolor corporal. Sin prestarle atención a eso miré mi cuerpo. Estaba desnudo, a medio tapar y sudoroso. Mi entrepierna descubierta lucía irritaba y estaba manchada con sangre seca. Sobresaltado con lo visto, me incorporé levemente con los codos y miré hacia mi lado. A lo lejos estaba mi cama desordenada, más cerca el pasillo y junto a mí, Sungmin durmiendo profundamente. Tapándome la boca contuve cualquier alarido que hubiese podido soltar. Cuando el impacto pasó, volví a bajar la mano, respiré y decidido, me salí cuidadosamente de la cama. Una vez fuera tomé mi pijama y mi ropa interior y la escondí bajo mi cama, luego caminé en puntas hacia el closet para sacar mi uniforme, tomé mi mochila y me encerré en el baño. Con movimientos erráticos me vestí en un parpadeo y eché mi peineta, cepillo de dientes, pasta dental y una toalla a mi mochila, para luego salir silenciosamente del baño y finalmente de la habitación. Una vez fuera, empecé a correr tan rápido como pude. El toque de queda ya había acabado, pero sentía que si paraba o bajaba la velocidad enloquecería. A rápidos pasos recorrí el largo pasillo y bajé las escaleras, donde seguí mi camino por las afueras de las distintas canchas y áreas verdes. Había varios empleados y jardineros limpiando dichas zonas, ninguno me notó. Cuando ya casi no me quedaba aliento, divisé los baños del equipo de básquetbol y usé mis últimas energías para entrar ahí. Tiré sin cuidado mi bolso sobre el banquillo adherido a la pared y me quedé estático un largo rato.
No, aún no podía pensar.
Abrí el bolso, saqué el cepillo y la pasta dental. Frente a un lavabo me froté enérgicamente cada diente. Cuando terminé, me quité la ropa y me colé en una de las duchas. Cerré los ojos y dejé al agua caliente recorrer mi cuerpo. Al principio, su roce cálido con mis heridas provocó un agudo ardor, más unos segundos después, el dolor se transformó en un alivio casi total. De repente, me vi invadido por una repentina inquietud y decidí respirar más y más hondo. Mi puño se estrelló ruidosamente contra la pared.
No había llegado a un orgasmo aquella noche, pero sin duda mi cuerpo y mi mente encontraron alivio. Había vuelto a ser yo tras acostarme con un hombre.
Me tiré de rodillas al suelo y golpeé varias veces más la pared entre fieros gruñidos cubiertos por el fuerte aguacero que caía sobre mis hombros.
—¡Mierda!
Ya no tenía caso enojarme o llorar sobre la leche derramada, estaba hecho, era lo que había querido todo ese tiempo y lo hice. Lo que tenía que pensar desde ese momento era qué diablos haría después. Naturalmente, no le diría nada de esto a nadie, tanto por miedo a que el rumor llegara a una autoridad como para no sentir el acoso o desprecio de mis amigos y los demás alumnos. Necesitaba protegerme, y sobre todo, necesitaba proteger a Sungmin.
Sungmin.
Si algo bueno había ocurrido esa noche era saber que nada de lo dicho sobre él era verdad. Para que cualquiera de los rumores mencionados tuviera validez, Sungmin necesitaba tener experiencia sexual y yo había corroborado que era virgen de pies a cabeza. Además, estaba el acuerdo. Implícitamente, Sungmin había aceptado tener sexo conmigo, confió en mí, y yo tenía que retribuir esa confianza, mucho más ahora después de esa pésima primera vez.
Minutos después terminé de bañarme, salí de la ducha y me sequé con cuidado. Los roces de la toalla con las partes heridas trajeron de vuelta el ardor. Apreté los dientes.
Si yo estaba así, ¿Cómo estaría Sungmin?
Imaginarme su dolor me hizo tensar aún más la mandíbula. Sungmin no podría ir a clases, eso era casi un hecho, ¿Cómo lo explicaría al doctor que lo fuera a revisar? Seguro tendría que sobornarle, aunque nada aseguraba que aceptaría, no muchos empleados ahí eran corruptos ¿Quizás yo debería haberme quedado en la habitación? No, si estuviese ahí al momento de tener que comprar el silencio del doctor, las explicaciones se harían más complicadas y la suma de dinero mucho más grande.
Pensé en todo eso mientras me vestía. Una vez listo me miré en el espejo del lavabo. Definitivamente era yo otra vez y me sentí fatal, incluso asqueroso, por haber vuelto en mí de esa manera mientras Sungmin seguramente estaba sintiendo más dolor y angustia que ayer. Tenía que compensárselo fuera como fuera, o al menos equilibrarlo. Sungmin también había estado ojeroso y desanimado, debía conseguir que él también volviera a ser el Sungmin de siempre.
Durante esa contemplación de mí mismo, también intenté hacerme creer que me sentía mal por haberme acostado con él, un hombre, pero rápidamente esa idea no proliferó y se desvaneció. No era cierto.
Tal y como lo pensé, Sungmin no fue a clases ese día. Él asistía en un edificio distinto al mío, pero valiéndome de lo que él me había contado antes, durante los recesos fui a buscar su aula y me aseguré. No había señales de él en las salas o los pasillos. Antes de resignarme, decidí que sería bueno conseguirle los apuntes de sus clases. Cuando alguien se ausentaba, las enfermeras aparte de cuidar su estado de salud, le proporcionaban el contenido entregado por los profesores ese día, sin embargo, este era abarcado de forma muy amplia y no era de gran ayuda para los exámenes. Por lo tanto, busqué a un chico que iba en la misma clase de Sungmin y también era miembro de mi club de atletismo. En medio de los circuitos y durante el descanso, aquel sujeto siempre me dedicaba indirectas mientras me fulminaba con sus deseosos ojos, insinuaciones a las cuales yo respondía con monosílabos y fingiendo que no me daba cuenta de nada, primero para no tentarme, segundo porque lo aborrecía como a todos los que habían intentado coquetearme. No obstante, esa vez tuve que tragarme mi desprecio y con toda la amabilidad que me fue posible fingir, me acerqué a él y le pedí sus cuadernos. Por supuesto, aprovechó plenamente la oportunidad para hablarme con tono lascivo y tocarme las manos, las que yo contenía para no estamparlas en su rostro, pero finalmente y para su conveniencia, me prestó durante el almuerzo la materia de la primera parte del día y cuando nos volvimos a encontrar en el club me entregó la otra parte. Con apremio, aquella tarde en plena mesa de la cafetería me dediqué a copiar todos los apuntes en las hojas traseras de mis cuadernos con una mano y con la otra me atiborraba la boca de comida. Los chicos me observaron extrañados desde el primer minuto.
—¿Se puede saber que escribes? —Curioseó Changmin sin disimular su asombro.
—Sungmin ha enfermado y me pidió que le consiguiera los apuntes de sus clases— Respondí escuetamente, sin mirarles. No quería que vieran nada en mi rostro que delatara mi mentira, y funcionó, me creyeron, aunque de todos modos lo dicho les impresionó aún más y no dudaron en expresarlo.
—¿Sungmin? ¿No que ya no se hablaban desde lo que ocurrió? —Se aventuró Minho. Por el tono de sus palabras podía adivinar que tenía su clásico rostro de duda, con ceja arqueada incluida.
—Pues sí, pero estos últimos días hemos conversado y las cosas se han ido arreglando entre nosotros— Respondí carraspeando entre medio. No sabía en ese entonces si eso llegaría a pasar, esperaba de todo corazón que así fuera.
—Ahora que lo dices, si se nota— Comentó Jonghyun con tono neutral— Últimamente traías un aspecto fatal, además de que has estado muy neurótico e irritable. En cambio, ahora luces tan calmado como antes, incluso más. Te ves tan tú que lo asumí naturalmente y no me di cuenta hasta ahora.
—Yo tampoco lo noté antes—Secundó Changmin soltando una corta risa.
—Ah, sí. Es un alivio— Finalicé yo tratando de sonar poco interesado y no parando de escribir. Si perdía la concentración, seguro me sonrojaría de pies a cabeza, así que traté de pensar en otra cosa.
Hasta ellos se habían dado cuenta de mi repentino bienestar, y entonces caí en que yo tampoco sabía que tan bien me encontraba. Cuando ese sujeto horrible me tocaba y hablaba, si lo desprecié por la aversión que le tengo, pero nada en él me hizo sentir extraño o incómodo de otra forma. No había deseo sexual o frustración. De hecho, había mirado todas las caras de los alumnos que pasaron por mi rango de vista cuando fui al edificio de Sungmin. Claro, tenía que verlas si lo buscaba a él y a ese sujeto, pero el asunto era que no me provocó ninguno de los efectos que evité tan aguerridamente durante 2 años. Por un segundo creí que eso era genial, al siguiente, me arrepentí. No podía alegrarme, no por ahora, tenía que pensar en Sungmin.
Después del almuerzo y las últimas clases, fui directo al club de atletismo. Me perdí la mitad de la práctica para poder copiar el resto de la materia. Los clubes eran lo único que te podías saltar cuando quisieras, dado que existían principalmente para desestresar a los alumnos y en la visión de Kim el deporte no salía muy destacado como un factor de proliferación, claro que si te saltabas muchas prácticas te expulsaban y te marcaban una falta por irresponsabilidad. Mientras me dedicaba a traspasar la información en las butacas, el chico fue a molestarme varias veces, por lo que apuré mi trabajo y al terminar escapé rápidamente diciendo que tenía algo urgente por hacer. Y lo tenía. Lo ideal era llegar en cuanto antes al dormitorio, aceptar la responsabilidad de lo ocurrido y remendar lo que había hecho de la mejor forma posible, pero mientras más cerca me encontraba de la habitación, más lento caminaba, hasta detenerme en seco por varios segundos, luego caminé en reversa y finalmente volteé para alejarme con el mismo brío que usé para huir del sujeto.
¿Qué me esperaba ahí?
Estaba aterrado con las posibilidades, todas nefastas a mi parecer. Para empezar, podría ser que quien haya ido a ver a Sungmin no hubiese aceptado el soborno y nos hubiese delatado. Descarté rápidamente esa posibilidad, seguro me habrían llamado en alguna parte del día por los altavoces y eso nunca ocurrió. También podía ser que sólo Sungmin fue culpado y él no me delató. Siendo así, de todas formas estaría acabado, la culpa no me permitiría quedarme de brazos cruzados e iría a entregarme. Por otro lado, podía ser que el soborno sí había sido aceptado, pero el dolor y la humillación sacarían por primera vez en Sungmin ese lado que todos juraban que él tenía, o bien, no se volvería malvado, no obstante, guardaría un profundo resentimiento hacia mí y eso empeoraría las cosas entre nosotros a un nivel ni siquiera parecido a lo que ya habíamos vivido.
Sorprendentemente, las dos últimas opciones me asustaban más que la idea de ser expulsado del internado, y echado en una de las mesas de la biblioteca, me atormenté con ello hasta media hora antes del toque de queda. Tembloroso me puse de pie, tratando de ser optimista a pesar de que había auto-saboteado todos mis ánimos, y me dije que fuese lo que fuese a suceder, cualquier cosa que me esperara se podía arreglar.
“A no ser que le haya desgarrado tanto que murió desangrado” Pensó mi parte histérica, y por el bien de mi cordura recién recuperada, decidí ignorar su molesta vocecilla.
Como un robot, me puse de nuevo en marcha hacia la habitación. Esta vez logré colocarme delante de la puerta. Pasé la tarjeta, tomé el pomo y di un gran suspiro. Me pregunté cuántas veces más en lo que me quedaba de estudios suspiraría muerto de nervios delante de esa puerta. Buscando un momento arbitrario, me armé de valor y cerrando fuerte los ojos, abrí de un movimiento. Cuando volví a mirar, mis ojos enfocaron directamente a Sungmin, quien a primera vista parecía estar en un idéntico estado al que se encontraba cuando lo dejé ahí en la madrugada. Las sabanas cubrían solo una parte de su cuerpo, seguía desnudo y sudado, únicamente cambiaba que estaba despierto, estómago abajo y apoyado en una almohada leía un libro. Lo último terminó cuando me vio. Sus ojos se abrieron como platos, su rostro enrojeció y tanto su ceño como su boca se vieron alterados por una mezcla de infinita vergüenza e ira. Al mismo tiempo que él se escondió de cuerpo entero bajo las sábanas, yo volví a cerrar la puerta. Apoyado en ella, me fui cayendo al suelo con el rostro en las manos.
—¡Diablos! ¡Diablos! ¡Diablos! —Gruñí.
Bien, mi mayor temor era obvio: Estaba muy enfadado. Y no podía quedarme ahí lamentándome cuando el toque de queda estaba tan cerca, debía encontrar la forma de al menos aplacar un poco su enojo, de lo contrario, no podría entrar y tendría que convencer a uno de mis amigos para que me dieran hospedaje, y no me imaginaba la excusa que tendría que inventar si quería que accedieran. Pensé largos segundos y tomé la primera idea que vino a mi mente. Corrí a la cafetería. Ni en el mundo de los ricos faltaban aquellos que siempre llegaban a última hora, por lo que debí aguantar una larga fila. Con sólo un minuto para que empezara el toque de queda estuve de vuelta frente a la puerta de mi dormitorio. Con las compras en mano, me costó un poco más abrir y cuando logré entrar, él ya estaba de nuevo tapado de arriba a abajo. Solté un pesado suspiro, luego miré lo que tenía en la mano. Ya no podía idear nada más, tenía que apostarlo todo a eso. Dejé mi mochila sobre mi cama y a paso lento avancé hacia la suya.
—S-Sungmin…Yo…—Balbuceé sintiendo como la saliva se me volvía espesa en la garganta y los nervios me traicionaban— Lo…siento…Yo nunca había…había…Perdóname…te lo suplico…
No se movió incluso cuando mis palabras demostraban todo lo abatido que estaba. Apreté la bolsa en mis manos y seguí hablando.
—¿Sabes? Es-Estuve tan afligido hoy que casi no comí, tampoco pude comer mi cena así que me la traje— Conté tratando de sonar amigable mientras sacaba el contenido de la bolsa— Y-Y pensé… que quizás tu tampoco has comido mucho hoy… así que también traje 2 cenas envasadas para ti… aunque quizás las enfermeras…
Pero antes de que pudiera terminar de hablar, el salió de su escondite y a pesar de todo el dolor que pudiera sentir con un movimiento tan brusco, tiró su brazo y me arrebató de las manos los pocillos de aluminio. Con rapidez desembolsó los palillos, quitó la cubierta de cartón, descubrió el humeante contenido y sin previa cortesía, empezó a comer como un león hambriento, sin soltar el otro pocillo, dejando claro que tampoco lo rechazaría.
Observé cada acción con el rostro lleno de asombro, aunque realmente por dentro no me sorprendía. Era tal como lo había esperado, no había comido nada en todo el día.
Después de satisfacer con los primeros bocados su deseo voraz por comida, me miró fijamente mientras masticaba con mejillas llenas y rosadas. No parecía que me hubiese perdonado, sin embargo, su mal ceño había desaparecido. Desde ese punto, no volvió a mirarme hasta que se tragó ambos platillos. Apenas terminó, le ofrecí un jugo en caja, el cual recibió y se tomó mientras yo retiraba los desperdicios y los iba a tirar al basurero del baño. Cuando regresé, él había terminado de beber y apoyado sobre sus codos, mirando la pared frente a él, parecía esperarme. Me acerqué lentamente y me senté en el suelo al lado de su cama. No me pareció que fuera el mejor momento para intentar nuevamente conseguir su perdón, así que decidí improvisar. Intenté empezar aclarando mi mayor duda.
—¿C-Cómo conseguiste no ir a clases? —Pregunté tímidamente.
—Soborné con 3,000,000 KRW al doctor que vino— Respondió volteando la cabeza hacia mí, evitando mirarme más arriba de la barbilla. No parecía sentirse muy orgulloso de eso. Yo asentí haciéndole ver que lo entendía y no le juzgaba—Pero me dijo que para evitar sospechas, no podía hacerme más que curaciones, entregarme medicamentos y rellenar el papeleo. No vendrán enfermeras a cuidarme, tendré que encontrar la forma de arreglármelas por mi cuenta.
—¡Oh, no te preocupes! —Exclamé ansioso— Y-Yo voy a ayudarte, lo que necesites, lo haré. De hecho…—Tomé mi mochila, saqué el cuaderno donde había hecho los apuntes y se lo tendí— Pedí a uno de tus compañeros la materia de hoy y te la he traído.
Impresionado, tomó el objeto y me miró fijamente, no pude evitar sonrojarme, sin embargo, me mantuve firme con la mirada para mostrar mi seriedad.
—Así que si deseas algo, incluso ahora, déjame ayudarte o hacerlo por ti— Insistí.
El sostuvo su mirada por un rato más. Finalmente, bajó la cabeza.
—Qui-Quiero…ir al baño. El médico me ayudó a ir en la mañana, y no he podido ir desde entonces— Susurró enrojeciendo de vergüenza, bajando más la cabeza— También, necesito bañarme.
—De acuerdo— Acepté.
Volví a incorporarme, me quité la chaqueta del uniforme, la corbata y me arremangué la camisa. Más cómodo, fui al baño, puse un tapón en la tina y dejé que se llenara de agua. Por mientras, fui a buscar a Sungmin. No sin antes pasar algo de saliva, lo destapé y tratando de mirarlo lo menos posible, lo tomé en brazos y lo cargué hasta el cuarto de baño. Entre pequeños gemidos y algunos temblores por parte de ambos, lo puse de pie frente al retrete para que pudiese orinar. Una vez terminó parecía mucho menos tenso. Luego, lo hice caminar hacia la ducha y mientras se apoyaba en la pared, busqué una toalla y hundiéndola bajo el agua improvisé un asiento. Poco a poco, hice que Sungmin entrara en la bañera. Pensé que gimotearía adolorido por el roce tanto o más que yo, no obstante, no soltó más que un pequeño gruñido. Al parecer los analgésicos habían hecho su trabajo. Mi mente se distrajo rápidamente de ello cuando noté una deforme mancha escarlata difuminándose por el agua. Era la sangre seca que aún quedaba en su cuerpo, la había visto entre sus piernas, él me lo confirmó, y aún así, no pude evitar que mi corazón se comprimiera y mis ojos empezaran a escocer. Una y otra vez miré la sangre desaparecer y lo vi a él, tan maltratado y débil, yo lo había dejado así, y sin poder controlarlo, copiosas lágrimas empezaron a caer de mis ojos y ahogados gemidos salieron de mi boca. Por instinto, bajé mi cabeza para ocultarme, aunque nuestros rostros estaban a 10 centímetros, era imposible que no lo notara.
—No es tu culpa— Dijo poniendo tímidamente su mano en mi mejilla. Su mirada angustiada se posó en las lágrimas que limpiaba—Bueno, no del todo— Se corrigió casi al instante, alejando la mirada— Es tanto culpa tuya como mía, y no estoy enojado contigo, sólo con la situación… Como sea, n-no llores, por favor…
Asentí, me limpié las lágrimas y seguí asistiéndolo.
No volvimos a hablar hasta que ya de vuelta en su cama le pregunté si quería ayuda para hacerse curaciones, me dijo que podía por sí solo, y yo me sentí aliviado, no quería enfrentar tan directamente lo que había hecho. Leyendo mis pensamientos, él dijo que el sangrado se había detenido en la misma noche y que quedaba únicamente la hinchazón. Quise creer que así fue.
Sungmin permaneció en cama 3 días más, en los cuales usé mis recesos para devolverme al dormitorio a entregarle sus comidas y ayudarlo en lo que necesitara. También tuve que recurrir nuevamente al odioso sujeto para pedirle sus apuntes, del cual incluso rechacé con encantadora timidez - y al borde de mi paciencia- una indirectamente directa propuesta para hacer el acuerdo. Ni Sungmin fue más feliz de lo que yo fui por su retorno a clases y el no tener que toparme más con aquel tipo. Sobre mi compañero, su larga ausencia y su retorno con una ligera cojera no estuvieron exentos de polémica. Veloces como el rayo, empezaron a correr rumores de que un grupo de chicos encapuchados lo habían golpeado en venganza por la expulsión de sus amigos y, en consecuencia, lo habían dejado hospitalizado. También corrió el rumor de que alguien lo había violado, pero dado que el “patrón” de Sungmin era manipular a sus compañeros de cuarto y yo no seguiría ahí de haberlo violado, dicho chisme no proliferó mucho. De todos modos, esos y los demás rumores me llenaron de una ira que me costaba entender, y sobre todo contener. Mis nudillos apretados blanqueaban cuando en los pasillos oía el nombre de Sungmin en boca de esos cretinos y peor pensando que él no podía defenderse como correspondía. Mi enojo llegó a tal que al llegar esos rumores a la mesa que compartía con mis amigos, no pude evitar estallar.
—¡¿Qué parte no entienden!? ¡¿Eh?! ¡Yo vivo con él! ¡Sé lo que hace! ¡Y sé que estuvo toda la semana en cama, con cada músculo del cuerpo totalmente deshecho! ¡Incluso me han visto llevándole los apuntes y yendo a ver si necesitaba algo, y así escuchan esos estúpidos rumores! ¡Él no estuvo en una pelea, en una violación o en el centro médico internado! ¡Él estaba…con gripe! ¡Y ya! ¡¿Les quedó claro?! — Grité totalmente rojo, color que me había provocado la vergüenza en cuanto empecé a gritar, pero por suerte la ocasión lo hacía pasar idóneamente como ira.
Ellos me miraron con los ojos redondos y totalmente mudos, así como algunos de los tipos que comían cerca de nosotros. Miré a mi alrededor, y sin saber como volver a sentarme tranquilamente a comer, tomé mis cosas y me largué corriendo. Posteriormente me disculpé, total, no era culpa de ellos que esos rumores aparecieran.
Por otro lado, mi relación con Sungmin se volvió igual de confusa que los rumores que giraban en torno a él. Después de que se curó totalmente y ya el asunto estaba saldado, volvimos a la rutina de no hablarnos, con la diferencia que ya no nos alejábamos del otro. Cuando pasaba por su lado, no me apartaba, incluso me acercaba más tratando de establecer un mínimo contacto. No era algo que planeaba de antemano, aparecía en mi pensamiento y ocurría al mismo tiempo, así como cuando de repente me quedaba mirándole, y cuando la razón volvía a mi mente, apartaba la vista. Y yo sabía que a él también le ocurrían ambas cosas. A veces desde distintos puntos de la habitación nos mirábamos estáticos, y si yo no quitaba los ojos, él lo hacía, y por los movimientos inquietos de su cuerpo estoy seguro de que se reprochaba a sí mismo de la misma forma que yo ¿Y por qué no hacerlo?
Es que Dios, ¿Qué mierda estaba pasando? ¿No habíamos tenido suficiente con aquella desastrosa velada? ¿Éramos acaso masoquistas?
Como fuese, no era algo que se pudiese evitar. Unas semanas después yo estaba poniéndome duro de nuevo pensando en el cuerpo de Sungmin y el nuevo añadido: Sus intensas miradas y estremecedores roces. Necesitaba una nueva oportunidad, en mi interior algo decía que podíamos hacerlo bien, estupendamente, si lo intentábamos de nuevo. Entonces aquel pensamiento vino a mi mente.
Nosotros no habíamos roto nunca el acuerdo.
Había salido todo muy mal, pero en ningún momento habíamos dicho o insinuado que no volveríamos a hacerlo otra vez. Además era claro que, con una flagrante torpeza, nos estábamos cortejando, incluso un tarado como yo lo sabía. Sí, podíamos tener sexo otra vez, no obstante, bajo ninguna circunstancia podía volver a lastimarlo.
Decidido, los días siguientes, o más bien en las madrugadas mientras él dormía, empecé a asesorarme en internet. Ya no podía fiarme del porno, así que visité foro tras foro día tras día, haciendo notas y practicando con mis almohadas bajo el alero de la noche.
Cuando creí estar preparado, empecé a asechar a Él.
Si deseabas incursionar en el tormentoso mundo del sexo gay escolar y necesitabas material para hacerlo, cualquiera al que consultaras te diría: “Fácil, ve con Él”, porque ese era el apodo con el cual Jo Kwon se manejaba en público. En privado, todos sabían que los padres de Jo, bajo los cimientos de su prestigiosa compañía de seguros, tenían una escandalosa productora de cine pornográfico y un negocio de artículos para adultos, a cuyo inventario Jo Kwon tenía acceso y vendía a precios inflados a los alumnos del internado con la suficiente discreción para que ningún profesor o monitor supiera. El problema es que yo no quería que ni Jo Kwon ni nadie se enterase, por lo tanto, lo seguí discretamente varios días, vigilando sus horarios y viendo en que momentos y lugares concretaba sus “encuentros amistosos”. Al final de una de sus ventas, logré conseguir un papelito del suelo donde detallaba el precio de varios de sus productos, cuyo conocimiento junto a lo que ya había averiguado me sirvió para actuar.
Apenas terminó el toque de queda, una mañana me dirigí a los cajeros automáticos y saqué una gran cantidad de dinero de mi cuenta personal, regalo de mi padre cuando cumplí 15 años y que no había utilizado. Luego, esperé hasta el inicio de clases y en la tercera hora, pedí ir al baño. Corrí por los desiertos pasillos e ingresé al gran cuarto donde el personal de limpieza dejaba muebles, materiales y objetos defectuosos y en mal estado. Forcé la gaveta coja donde sabía que escondía sus productos y saqué tantos condones y lubricante como podía esconder en mis bolsillos sin que destacasen. Finalmente, tiré dentro el dinero y me fui de vuelta a clases. Con tal de que él dinero estuviese ahí, estaba seguro de que Jo Kwon no emitiría queja alguna, además, no es como si pudiese pedir ayuda al director para encontrar su mercancía desaparecida.
Y entonces, unos días después con todo listo, me acerqué a Sungmin para pedirle hacerlo… de alguna forma.
Era una noche en medio de la semana y pensando en lo que quería hacer, estuve totalmente rojo desde que lo vi llegar y evité cruzar la mirada con él. Sungmin pareció confundido ante esto, sin embargo, no hizo nada al respecto y mantuvo su comportamiento habitual. Traté de hablarle incontables veces, y cuando creía encontrar las palabras correctas y el valor para decirlas, me quedaba estático detrás de él, y si parecía que se voltearía, arrancaba rápidamente fingiendo que buscaba algo. Pronto el tiempo del que disponía comenzó a agotarse y Sungmin se preparaba para dormir. La desesperación me invadió, sentía tal emoción y compromiso por todo el trabajo que había hecho para llegar a ese momento, que no deseaba prolongarlo un día más. Observando su espalda, lo vi terminar de ponerse la parte de arriba del pijama e intentar meterse a la cama. Fue cuando llegó el valor suficiente, aunque no las palabras. Como un rayo, me abalancé sobre él y lo abracé por la espalda, siendo lo único que ocurrió por aproximadamente 1 minuto. Sungmin no reaccionó de ninguna manera, se quedó estático, y podría decir que yo igual si no fuera porque en mi cabeza las neuronas nadaban despavoridas tratando de conectarse entre sí y dar con las palabras que había estado repitiendo en mi mente todo el día. Mientras buscaba, traté lentamente de reaccionar. Moví los dedos sobre su estómago, hice muecas con la boca, parpadeé, ladeé la cabeza. Aquello último me permitió verlo. El rostro de Sungmin estaba absolutamente rojo y sus ojos fuertemente cerrados. La sorpresa me hizo espabilar y notar un movimiento desde abajo. Agaché la cabeza, notando que sus manos tiritaban. Volví a levantar la mirada.
Al parecer, de entre los dos, Sungmin era el más sensato, o como se le viera, el menos demente y estúpido. Como yo, deseaba intentarlo otra vez a pesar de todo, pero incluso así le quedaba razón para acordarse de las posibles consecuencias, y era obvio que lo hiciera, había sufrido mucho más que yo.
Miré su nuca fijamente por un momento, sintiéndome más decidido de lo que había estado antes. Tenía que sí o sí demostrarle que era consciente de sus deseos y también de lo que había pasado. Que lo respetaba, que deseaba remediar lo sucedido y quería que ambos sintiéramos placer y escapásemos juntos de ese sitio infernal al menos por unos minutos.
Respiré, y tratando de no temblar, coloqué mi mentón sobre su hombro y me acerqué a su oído.
—Esta vez…lo haré bien…— Susurré bajo.
Unos segundos después el asintió y puso sus manos sobre las mías. Viendo la luz verde, yo enterré mi nariz en su cuello para aspirar su aroma.
Esa segunda vez en que nuestros cuerpos se encontraron, lo hice bastante bien… al menos los primeros 5 minutos.
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