“Soy una vergüenza para mi género”
Fue lo único en mi mente el día después a
nuestro segundo encuentro. Era tal mi vergüenza que la idea de tirarme por la
ventana o enterrarme varios metros bajo tierra eran bastante tentadoras. Quizás
haciendo algunas de esas cosas podría recuperar mi honor, porque nunca, NUNCA
en mi vida luego de estudiar algo fervientemente había fracasado, y esta caída
no significaba una mala calificación, era un atentado directo a algo tan
delicado como la dignidad de un hombre, mi dignidad, pues no importó que tan al
pie de la letra seguí lo que había aprendido, cada vez que penetré a Sungmin
con mis dedos y mi pene, lo hice gemir de incomodidad y dolor. Claro, no todo
fue negativo, lo que estudié si dio algunos pequeños frutos. El haber aprendido
a dilatarlo me valió que Sungmin no saliera lastimado otra vez y que el mar de
lágrimas de la primera vez se redujera a un par de gordas gotas. Avances muy
positivos, sobre todo para él, pero teniendo en cuenta que igualmente le
provocaba un gran sufrimiento y nada de placer, era difícil ver el vaso medio
lleno aunque lo tuviera al frente y a plena luz del día.
Gran humillación, gran
desgracia.
Eso era lo que significaba para mí esa
experiencia. Le había dicho que esta vez lo haría bien, me dije a mi mismo que
lo haría bien y no lo cumplí. Estaba furioso y me sentí más incitado a
remediarlo de lo que había estado antes. La misma mañana después, mientras nos
preparábamos para clases, me acerqué a él por la espalda y le expliqué la obvia
razón de mi inhabilidad, causado por mi nula experiencia, y le pedí que me
diera la oportunidad de seguir intentando, pues me esforzaría lo máximo para
que ambos la pasáramos bien y pudiésemos sonreír de nuevo. Él se quedó quieto
un largo rato mirando por la ventana, finalmente, se dio vuelta y con la mirada
en el suelo asintió.
“¿Por qué aceptas tan fácilmente?” Esa
pregunta nació en lo más profundo de mi interior, oprimiendo mi pecho con una
extraña sensación, pero me negué a decir cualquier cosa y asentí también.
A lo largo de 2 semanas empezamos a tener sexo
en las noches después de estudiar. Convencido de que era yo el que debía
solucionar el problema a mi modo, cada vez que Sungmin intentó hacer algo lo
detuve suavemente y lo volvía a estirar. Estaba ciego, no únicamente por mi
orgullo herido, sino también porque no podía ver realmente a Sungmin como parte
del sexo. Me parecía muy hermoso, muy perfecto para que él tuviera culpa o
labor en lo que hacíamos, sólo le correspondía disfrutar de lo que yo le
hiciera, y por ese pensamiento era obvio que nada resultaría por más que lo
intentara. Cada día que lo hacíamos me convencía más de seguir una vida de
celibato, pues hiciera lo que hiciera, los resultados no cambiaban. En cuanto
me adentraba en Sungmin, causaba estragos y el apenas podía sentir algo
positivo, ni siquiera la esperanza de que la próxima fuera mejor. Cuando ya
iban unos 3 intentos, él quiso ayudarme diciendo lo que le molestaba, pero al
final eso me hacía sentir peor que antes. Lo detestaba a él y mucho más a mí
cada vez que lo escuchaba gemir adolorido mis fallas.
“¡Po-por favor! ¡Ah! ¡Más lento!”
“¡Ah! ¡Espera, espera! ¡Es muy profundo aún!”
“¡Kyuhyun! ¡Me duele, para!”
—¡Ahhhhh!
En medio del séptimo intento, fui yo quien
decidió gritar. Me salí rápidamente de su interior y me senté en la orilla de
la cama, agachando la cabeza y golpeándome con impotencia ¡Bien, no servía para
esto! No sabía cómo resistiría, pero era el momento de dejar a Sungmin en paz y
volver a lo de antes por el bien de ambos. Y estuve a punto de convencerme y
rendirme cuando sentí su mano en mi hombro. Estaba tan avergonzado que no tenía
cara para mirarlo, tapé mi rostro y esperé a que desistiera para poder irme a
la cama. Sin embargo, no se apartó. En cambio, se sentó a mi lado y con algo de
fuerza apartó mis manos para mirarme. Su rostro preocupado con piel brillante
de sudor y labios entreabiertos me golpeó de lleno. Sería realmente difícil
dejarlo ir.
Con menos seguridad de la que había tenido
para quitar mis manos, desvió la mirada y se tomó algunos segundos antes de
volver a ponerla sobre mí. Parecía buscar las palabras correctas.
—Esto no está funcionando
bien…— Dijo con voz suave, tratando de herirme lo menos posible con ese
indiscutible hecho. De todas formas, sentí como un puñal atravesaba mi
estómago.
—Lo…Lo sé— Respondí intentando
sonar relajado. Pensé que en ese momento me diría que no siguiéramos más, no
obstante, nuevamente corrió la mirada y dijo lo que menos pensaba escuchar.
—Pero… no quiero terminarlo—
Susurró con esfuerzo. Mis ojos se abrieron a más no dar.
—¿Po-Po-Por qué? —Pregunté
atónito.
—No te mentiré, todas estas
veces que… hemos tenido sexo… han sido muy malas— Explicó agachando el rostro—
No obstante, igual he conseguido algo de alivio… después de estar contigo… me
ayuda en clases… a-además, creo que si algún día logramos hacerlo bien se
sentirá realmente… fabuloso. No sé la razón de ello, es como un… un
presentimiento.
Mi rostro se descompuso aún más de la impresión
y mis mejillas se tornaron rojas. Era lo mismo que yo había estado pensando con
tanta insistencia. Quise sentirme emocionado, sin embargo, la realidad volvió a
golpearme.
—También… lo he pensado…—Me
sinceré. Esta vez yo también corrí la mirada— Pero es claro que no refleja la
realidad… por más que lo he intentado no logro mejorar…
—Bueno…— Susurró haciendo una
pequeña pausa— Es que el sexo…es de dos… y creo que si esta vez trabajamos
juntos en mejorarlo, p-podremos disfrutarlo algún día…
Con un movimiento rápido volví
a poner mis ojos sobre Sungmin. Su mirada, notablemente avergonzada, seguía en
otro lado y sus mejillas estaban encendidas. Me sentí afortunado de haberme
empalmado hace un rato, si me ponía duro en ese momento viendo su rostro seguro
habría sido muy incómodo.
—D-De acuerdo— Accedí.
Definitivamente dejarlo no era tan fácil como creía.
Gracias a esa pequeña intervención, en
adelante nuestra moribunda relación dio pequeños indicios de mejoría, y de
únicamente escuchar las quejas de Sungmin durante el sexo, también compartimos
tímidas conversaciones. Me sentí realmente feliz al oír nuevamente su suave
voz, incluso si era para hablar nada más de cómo hacerlo mejor. Seguí su idea
de investigar juntos, e irónicamente, luego de que le revelara mi capacidad
para hackear el sistema del internado, volví al tierno regazo de la
pornografía, aunque no a las mismas películas que solía ver. Sentados ambos
frente a mi escritorio, con las luces apagadas en la noche y rojos de pies a
cabeza, nos dedicamos durante días a revisar vídeo tras vídeo de porno
homosexual, prefiriendo los que no dejaban nada a la imaginación para así saber
en que estábamos mal. Poco a poco fuimos notándolo.
—Somos muy reservados en el
juego previo— Notó Sungmin en una de nuestras maratones. Como acostumbraba
cuando hablábamos de estas cosas, no me miró— Si añadimos caricias, lamidas…besos,
todo mutuamente, podremos sentirnos más relajados y excitados…au-aunque—Su timbre
de voz fue disminuyendo— Si te da asco… no importa, podemos buscar otra forma…
Lo miré fijamente unos segundos. Su cabello
negro iluminado por el brillo del computador, tapaba parte de su rostro, cuyo
lechoso color era teñido por un tierno rubor, uno que acompañado de una camisa
holgada que dejaba ver parte de su hombro, lo hacía ver demasiado apetecible
para su propio bien.
—Todo lo que tenga que ver
contigo nunca va a darme asco— Para cuando me di cuenta, ya lo había dicho en
voz alta. El pareció impresionarse bastante, pero se contuvo y solo puso
lentamente la mirada sobre mí. Al segundo yo la corrí.
—Pero…
Entonces le dije lo más estúpido y cruel que
ha salido de mi boca en toda mi vida. Ahora otra cosa que entiendo es que
entonces sabía muy interiormente que Sungmin me gustaba más de lo que podía
entender, y en la situación que nos encontrábamos, eso era aterrador, demasiado
para el niño que yo aún era, y cuando las situaciones superan tu madurez,
comienzas a hacer estupideces, y las estupideces agravan los problemas
lastimándote a ti y a quienes te rodean. Es lo que me pasó.
—Si bien estoy dispuesto a
hacer lo que propones, lo único que no haré es besarte en los labios… quiero
que al menos eso sea reservado para alguien que… me guste— Pronuncié secamente.
Su rostro cambió de inmediato a uno sombrío y
al mismo tiempo yo me arrepentí de lo que dije, sin embargo, era tarde, mis
palabras no podían ser borradas y sería castigado tiempo después con más
ironías.
—Está bien…Es
comprensible…—Respondió finalmente con una sonrisa torcida, horrenda. No era
real y eso apretó dolorosamente mi corazón.
No volvimos a tocar el tema y en los días más
próximos traté de enmendar mi idiotez volviéndome condescendiente y usando el
tono más afable que podía lograr. Desbordaba cobardía, era muy obvio, y él, que
seguro lo notó, nunca dijo o hizo nada.
“¿Por qué no dices nada?” Le preguntaba otra
vez para mis adentros.
Tiempo después, encontramos el valor para
volver a la práctica, enfocándonos inicialmente en el contacto boca-cuerpo. Esa
noche fui yo quien hizo el primer movimiento con un beso sobre su cuello,
causándole un sorprendente espasmo, así como el estremecimiento que a mí me
embargó cuando el dejó una tímida lamida en mi oído izquierdo. Nos detuvimos un
momento para manifestar nuestro asombro con miradas cómplices, y luego sin
decir nada, continuamos mimándonos, tanto esa noche como las venideras.
Recuerdo que en esos intentos a medida que
aprendía, solía aprovechar la oportunidad besando y lamiendo su piel blanca
cuanto se me viniera en gana, y lo distraía de descubrir mi feroz hambre por él
metiendo mi mano en su bóxer y masturbándolo con la intensidad adecuada para
atontarlo. Sungmin por su parte, aparte de dejar besos por mis hombros y
cuello, siempre se mantenía aferrado a mi cuerpo con todas sus extremidades
para, como pronto descubrí, mantener mi cabeza lejos y ocultar sus avergonzadas
expresiones de gozo. Me daba el tiempo de sonreír malvadamente cada vez que
sentía aquella presión en mi nuca. Esta vez habíamos encontrado el buen camino
desde el primer intento, y por sobre todas las cosas, yo había descubierto el
sonido más bello de todos: Sus primeros gemidos de placer.
“Ah…”
Abruptos, agudos, excitantes en su totalidad.
En un principio, tuve que hacer un gran
esfuerzo para que mi capacidad de hacer posibles sonidos tan celestiales no se
me subiera a la cabeza, pues al parecer, el talento natural que no existía en
mi miembro y en mis caderas existía en mis labios, y las ganas de desarrollarlo
sobre Sungmin casi me hizo olvidar las siguientes fases, casi nada más, porque
entre tantos besuqueos y caricias las ganas de hacerlo crecían y, al final,
nuestro objetivo era ese y no otro. Así
que sabiendo que ya éramos buenos en ese nivel, pasamos al siguiente. Para
seguir con la dilatación y la penetración, y pensando en nuestros antecedentes,
decidimos colocar los vídeos en plena práctica. Eso ayudó a que la cabeza se me
enfriara otra vez.
No en aquellos momentos, sino cuando recién
investigábamos, me di cuenta con gran vergüenza de que comparando con los
diestros actores de las películas, mis embestidas parecían como si alguien tratase
de empujar furiosamente una prenda más al interior de una valija llena.
¡Entra ahí, carajo!
Y Sungmin por supuesto, viendo a través de mi
temblorosa humanidad lo humillado que me sentía, no dijo nada entonces ni
después, sin embargo, al llegar la práctica sugirió con mucha sutileza que lo
embistiera con ropa antes de pasar a la verdadera acción. Tragándome mis
lágrimas de macho herido, acepté y ensayé con esmero cada día.
“Vamos, es fácil, no te asustes”
Me decía a mí mismo “Únicamente debes ser
cuidadoso, aquel no es un lugar por donde vas metiendo cosas precisamente.
Debes entrar lenta y suavemente. Demora al menos 10 segundos en entrar y cuando
lo logres deja que Sungmin se adapte. Relájalo con besos y caricias. Cuando te
diga que te muevas, hazlo lentamente, con movimientos de adentro hacia afuera
que duren 3 segundos cada uno. El movimiento de penetración debe ser ondular,
un serpenteo en el cuál se mueve desde la cima de tu espina hasta el final de
tu trasero, tal como los pasos en esa música latina que baila la gente de bajo
coeficiente intelectual. En el momento en que Sungmin te lo pida, puedes ir más
rápido, el movimiento sigue igual, pero a distinta velocidad. Al tiempo en que
estés por acabar, masturba a Sungmin y no dejes de embestirlo hasta que se
corra”
Sin creerlo, poco a poco empecé a mejorar, y
cada vez me sentía más impaciente por que Sungmin me diera su aprobación,
frotarme así sobre él sin poder hacer nada era realmente duro, y cuando a él
empezó a gustarle, también resintió la excitación. Entonces, un día al fin,
llegamos al último paso. Habíamos pensado que no servía de nada que lo supiese
dilatar si no sabíamos coger, por lo que al menos en ese aspecto fuimos al
revés y dejamos lo primero para el final. También nos apoyamos con los vídeos
para evitar lo máximo posible que Sungmin lo sintiera como si le estuviera
haciendo un examen rectal. Totalmente desnudo para mí, se estiró de piernas
abiertas dejándome al descubierto todo su sexo encendido y su rosada entrada.
Respiré hondo y me tragué mi inseguridad. Acaricié sus muslos con una mano y
con la otra sostuve la botellita de lubricante, abriéndola con la boca. Frené
por un segundo el contacto para echarme el perfumado líquido sobre los dedos,
luego dejé la botella en el suelo y me aproximé más a él. Entre los aullidos de
placer que venían de mi computadora, escuché un ligero gemido de miedo
proveniente de Sungmin que trató de contener. Sin la intención de ignorarlo,
volví a acariciar sus muslos y con osadía empecé a dejar besos por sus nalgas y
entrepierna. Un grito entre sorprendido y excitado junto a una violenta
sacudida explotaron en el cuerpo de Sungmin, opacando todos los demás ruidos.
Me levanté ligeramente a ver su rostro rojo, con ojos apretados y manos sobre
la boca. Sonreí y volví a hacer mi travesura mientras lentamente metía el
primer dedo. No lo hice del todo bien, pero al menos me salió mejor y le di por
primera vez una garantía de que podía mejorar.
Esa noche también decidimos no detenernos en
ese paso y llegamos hasta el final. Gracias a eso, fue la primera vez que parte
del sexo -la segunda mitad- resultó bien y Sungmin, abrazado con fuerza a mí y
con su boca pegada en mi oído, gimió de placer por eso.
El acuerdo por fin estaba funcionando.
Al otro día, la estúpida cara
de felicidad nadie pudo quitármela, ni siquiera el contexto de las clases o
estar compartiendo con mis amigos.
—¿Qué diablos te pasa a ti?—
Exclamó Changmin asustado en medio del almuerzo, pues accidentalmente había
puesto mis ojos en su figura, aunque en realidad nada que tuviese que ver con
él pasaba por mi cabeza. Mi cabeza seguía en la noche anterior.
—Creo que es maravilloso estar
aquí con ustedes en este hermoso lugar— Respondí con voz suave, esbozando una
gran sonrisa y cerrando los ojos.
—Es todo, perdimos a Kyuhyun
completamente— Dijo Minho con tono entretenido, pero sin una seña en su rostro
de que lo estuviese disfrutando.
El resto de las clases se mostraron muy
preocupados, hasta que finalmente concluyeron que una locura que hace feliz en
un lugar horrible como ese no daña a nadie, por lo que me dejaron ir a
voluntad, brincando maricamente de vuelta al dormitorio. Cuando entré, recuperé
la compostura al ver a Sungmin estudiando. Al sentirme entrar, sus mejillas se
colorearon y lentamente giró la cabeza hacia mí, con una leve sonrisa asintió y
finalmente volvió a sus asuntos. Aquella noche fue y fue para mí como siempre
quise que hubiera sido mi primera vez: Torpe, pero tierna y con algo bueno que
recordar. Con ese gesto que él me ofreció, supe que también pensaba lo mismo.
Las siguientes veces que lo hicimos, mejoramos
con bastante rapidez. El efecto de nuestro primer sexo decente se sintió de
inmediato y nos ayudó a relajarnos las próximas ocasiones y también a perder
ese miedo condicionado a la desnudez ajena. Como una plaga, el placer se hizo
de cada rincón de nuestros cuerpos, mientras la inocencia nos abandonaba. Nunca
pensé que algo que se sentía tan extraño y caliente podía ser tan bueno, y eso
que era sólo el inicio de lo que después experimentaríamos. Estar aún en práctica
nos limitaba bastante, y era necesario hacerlo de esa manera y memorizar bien
todos los pasos si deseábamos llegar a otras cosas sin que la inseguridad nos
fastidiara. Sin apuro u objeción, tomé gustoso la oportunidad y desarrollé mis
habilidades recién creadas, incluso aprovechando de vez en cuando para hacer
una que otra fechoría.
—¡Mmm!
El último día que practicamos fue un fin de
semana por la tarde. Nuestro encuentro prohibido era encubierto por una copiosa
lluvia de primavera golpeando el gran edificio y yo estaba dispuesto a
aprovechar esta ventaja. Parado en la orilla de la cama e inclinado hacia esta
con Sungmin bajo mi cuerpo, yo lo penetraba lenta y profundamente. Todos los
pasos me habían salido bien y sin gran esfuerzo, me sentía más lleno de
confianza que nunca, y cuando la confianza me dominaba, empezaba a buscar más
placer en su placer, o sea, en sus gemidos. En ese punto yo era adicto a ellos,
pero Sungmin aún no era lo suficientemente desinhibido y los reprimía siempre
que podía. Es ahí cuando yo hacía más de la cuenta para impedir que tapara su
boca. Esa tarde por ejemplo, mis labios no se apartaron de su piel en toda la
conexión, exploraba todo lo que estuviera a mi alcance, dejaba chupones en sus
hombros, mordisqueaba sus oídos y a veces, me aventuraba temerariamente a sus
mejillas. Cubriendo el norte con eso, tampoco perdía de vista el sur. Con un
brazo me apoyaba en la cama y sostenía la mano que sabía Sungmin prefería usar
para cubrirse, y con la otra le masturbaba suavemente, eso hasta que la presión
en mi entrepierna me anunció que el climax venía. En ese momento las embestidas
tiernas y profundas se volvieron salvajes y veloces, así como la masturbación.
Sabía que en ese momento solía percibir más resultados, y así fue. Sungmin soltó
su mano atrapada y rendido, decidió agarrarse de mi cuello y gemir a gusto de
su cuerpo. Ahora que lo pienso, hasta el momento él nunca había jadeado tanto y
seguramente estaba muy avergonzado, pero mentiría si dijera que me importaba,
yo era feliz y la vergüenza era sólo una aguafiestas, un fastidio, no un daño
en sí. Arruina buenos momentos y empeora los malos, y esa noche por sobre las
demás, yo no quería que su timidez ni la mía arruinaran ese perfecto sexo.
Quería que lo recordara como uno de los mejores de su vida -Dejando de lado mi
humildad, por supuesto-.
—¡Ah, Kyuhyun!
No obstante, aquella impresión llegó a parar
sobre nadie más que en mí, porque junto a su eyaculación pegándose a nuestros
vientres, de su boca salió mi nombre como la palabra más hermosa dentro del
gemido más perfecto, y como un añadido para fulminarme, en un acto reflejo al
oírlo, mi cabeza se irguió justo a tiempo para ver sus labios, rosados y
húmedos, formar una perfecta “O”, mientras cubiertos por una piel brillante,
sus fosas nasales se contraían y sus ojos brillosos se cerraban con fuerza.
Aquella imagen era el signo del orgasmo, Sungmin así significaba orgasmo,
orgasmo significaba Sungmin así. No había palabra, escena o cosa que encajara
mejor.
Con el rostro pasmado, un pensamiento intenso
y aterrador me invadió al mismo tiempo que me corría abundantemente en su
interior.
Cansadísimo por el esfuerzo, me desplomé
encima de su menudo cuerpo. Esperé lo necesario para reponerme y rápidamente me
volví a elevar con los codos. Una de sus manos cubría sus ojos, dejando ver sus
mejillas y su boca abierta tratando de equilibrar su respiración. Un instante
después, quitó la mano y con los ojos entrecerrados miró al techo y volvió a
cerrarlos, centrándose en respirar. Estaba lleno de satisfacción, sin embargo,
no podía deleitarme con eso. Únicamente estaba ahí mirándolo.
—Definitivamente… hemos
terminado la práctica— Suspiró apenas, sin saber que lo miraba. Volví a
reaccionar. Bajé de nuevo la cabeza e instintivamente se abrazó a mi cuerpo. Yo
dejé un beso en su hombro, evitando ese potente deseo que nació con el
pensamiento al ver su rostro iluminado de placer.
Poner mis labios en los suyos y atrapar ese
orgasmo, succionarlo si era posible.
Quise pensar que ese apetito bestial lo
provocó ver algo tan hermoso justo en frente. Desde que conocía a Sungmin sus
distintos gestos faciales llenaron rápidamente mi top de bellezas vistas en la
vida, y ahora su expresión afectada por el más puro gozo tenía el primer lugar.
No era un argumento de mucho peso, pero era el que tenía y usándolo, traté de
ignorar aquel horroroso pensamiento, sin embargo, una vez llegada la hora de
dormir, contemplando desde mi cama a Sungmin mientras dormía con los labios
abiertos y las paletas blancas a la vista, quitar esas palabras de mi mente fue
una tarea imposible, incluso cuando decidí dormirme.
“¿Por qué todas esas cosas
extrañas que hace y dice me hacen querer besarlo? Él es demasiado peligroso” Me
repetía en mis sueños una y otra vez.
Continuará…
:)
:)
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