jueves, 13 de diciembre de 2018

El acuerdo [08/10]


 *Geidai: Tokyo geijutsu daigaku o abreviado Geidai, es la Universidad nacional de bellas artes y música de Tokyo. Según he investigado, es muy prestigiosa y tiene muchos egresados famosos, entre ellos uno de los co-fundadores de Sony.

------


 Según la certeza ineludible mostrada por el calendario el día que volvimos de la finca del sr. Kang, nos quedaban 32 días para que Sungmin y yo nos separáramos -según creíamos- para siempre.

 El efecto de esa sentencia que había tratado de ignorar con todas mis fuerzas durante tanto tiempo, acabó con mi estabilidad emocional, mi salud y mi felicidad de una sola ráfaga destructiva. Las consecuencias se hicieron visibles y empezaron a hacer estragos en nuestras vidas a lo largo de dos fases. Esto afectó nuestra percepción del tiempo e hizo que se enlenteciera, aunque eso no significó que la tortura de la separación fuese menos dolorosa. Que la primera fase estuviera enteramente centrada en la negación es evidencia clara de eso.

 Estaba desesperado.

 Sungmin se iba de mis brazos sin que yo pudiese hacer nada. Odiaba eso, quería tener el control, quería que todo volviera a ser como antes y dejarlo así para siempre, o al menos pretender que podía lograr semejante locura. Me entregué a la pasión intensa que producía dicha desesperación y busqué físicamente a Sungmin tanto como me fue posible. Las palabras se desvanecían en el aire una vez se pronunciaba la última letra y las conversaciones se empezaban a olvidar en cuanto estas terminaban, pero si yo le hacía el amor duro y prolongado a Sungmin, podía ver los estragos de su orgasmo por al menos 10 minutos en su respiración acelerada y embeleso, su piel estaría sudada por mis atenciones toda la noche y los chupones repartidos en su cuerpo durarían máximo 3 días. Aún si yo no estaba cerca de Sungmin durante el día, todas esas cosas me aseguraban que él seguía siendo mío y que no se apartaría de mi lado al menos hasta que los efectos pasaran, y yo estaba enteramente decidido a que eso no ocurriera. Apenas el entraba a nuestro dormitorio, yo lo acechaba e incitaba para que tuviéramos sexo. Era otro de mis razonamientos estúpidos, más no encontraba otra salida de esto. No había opciones, no una que no significara generar un cataclismo en nuestras vidas y en la de quienes nos rodeaban. Sungmin alcanzó un día a disfrutar plenamente de mi aumentado deseo sexual. Para él yo era un libro abierto y de nivel preescolar, y por tal, sabía que yo no era de actividades y acciones espontáneas. Siempre después del sexo, conversábamos y nos reíamos, a veces esas cosas propiciaban un segundo round, sin embargo, ya no era más así, ahora hacíamos el amor, de una forma tan apasionada que nos hiciera perdernos en el cuerpo del otro, y cuando no podía más, me refugiaba en sus brazos, atormentándome en silencio hasta caer dormido. Se dio cuenta de inmediato de que algo me ocurría. Día tras día me ametralló con preguntas y sólo cuando lo medio -convencía de que estaba perfectamente bien, accedía a mis insinuaciones, no obstante, al día siguiente al no ver mis habituales sonrisas y rebosante energía, las dudas retornaban con más fuerza a su cabeza.

Estoy muy preocupado, Kyu. Dime qué te pasa, seguro tiene solución

No te preocupes, no me pasa nada

 Mientras estuve en esa fase, temía constantemente que esas conversaciones se transformaran en algo más contundente, que Sungmin enfadado por mi hermetismo iniciara una pelea y eso hubiese acabado con nuestra relación, sin embargo, nunca lo hizo. Quizás si lo hubiera hecho no habría resultado tan mal. Sabríamos claramente que lo nuestro acabó y tendríamos una base sólida para decidirnos y seguir libremente con nuestras vidas. Habría culpa y todo eso, pero sería más fácil, mil veces más fácil de superar, que saber que le permitimos a las nimiedades de la vida terminar con un amor tan hermoso e intenso como el nuestro, esa culpa es peor. Mas no fue así, y pasó mucho tiempo antes de que esas angustiosas conversaciones y los estragos de la segunda fase dejaran de atormentarme.

 Como era de esperar, mi estado de negación y miedo empeoró las cosas. Me estaba comportando como un niño berrinchudo que no quiere dejar sus juguetes e irse a dormir, y mientras más me aferraba, más me mataba la idea de perderlo, y eso me estaba pasando la cuenta. Ese camino me estaba llevando -por quien ya sabe cuántas veces- al límite de mi cordura, y fuera cual fuera la salida a eso, tenía que tomarla antes de que fuera demasiado tarde.

 Así que con unas nauseas horribles, el estómago hecho un desastre, el pecho apretado, terribles jaquecas y un dolor horrible recorriendo mi cuerpo, volví a arruinar nuestra relación.

 Poco a poco, todavía insistiendo en que estaba bien, pasé de buscarlo en exceso a no buscarlo para nada. Él quedó atónito al verme actuar así, y sé que también lo herí profundamente. En sus intentos de hablarme percibí un dejo de desesperación, uno que no trató de remediar con ninguna otra acción, y luego cuando insinué que quería dejar de hablarle, con expresión contrariada cesó sus intentos de inmediato.

Quiero concentrarme el resto del semestre en mis exámenes para entrar a Geidai*”

  Desde que le dije eso, sentí como si todo lo positivo en mí hubiera muerto.

 Me levantaba en las mañanas, comía (Muy poco), estudiaba y dormía por pura inercia. Nada me motivaba a abrir los ojos al día siguiente, sólo lo hacía para confirmar que seguía vivo y, a su vez, para mantenerme con vida. Estaba lleno de dolor, odio y tristeza. Al parecer, cada vez que terminaba de sufrir por algo y empezaba a ser feliz, el dolor a continuación era aún peor que el anterior, y no podía culpar a nadie y a nada excepto a mí. Siempre supe que esto pasaría si accedía a estar con Sungmin, siempre lo supe y por eso luché tanto para impedirlo, sin embargo, terminé cediendo y tropecé consciente y voluntariamente con la misma piedra. Me había ganado cada consecuencia y, de todas formas, no me arrepentía de haberlo hecho, cada momento que vivimos juntos valían su peso en oro. Lo único que pesaba en mi mente era que mis acciones hicieran sufrir a Sungmin. Sé que ambos teníamos participación en esto y fuera como fuera, habríamos tenido el mismo final en la misma cantidad de tiempo, no obstante, ver su carita surcada de tristeza me mataba más que cualquier otra cosa. De la dicha y la energía que envolvía su cuerpo mientras fuimos felices ya no quedaba nada, sus ojos no brillaban y por lo que podía notar las pocas veces que lo veía, cada día estaba más cerca de terminar en mi estado, y yo estaba realmente mal. Sentir el tiempo escaparse de mis manos era una tortura. Pronto llegó un momento en que no pasó noche en que no llorara ni par de días que haya superado sin vomitar en un momento de máximo estrés y dolor. No podría ver nunca más a mi Sungmin, ni siquiera roto y demacrado como en ese entonces, y ya lo extrañaba a morir. Quería tomar mis escasas fuerzas restantes y, como un masoquista, usarlas para volver a hablarle una última vez, darle un último beso, hacerle el amor y decirle todo lo que padecía por la idea de perderlo y suplicarle que me perdonara por ser tan cobarde y hacerlo padecer por eso.

 No sabía honestamente si lo que estaba viviendo había asesinado mi espíritu. Me daba igual, era seguro que cumplir o no cumplir mi deseo me aniquilaría, y pues… mejor morir haciendo lo que uno quiere ¿No?

 Terco, o más bien gallina, me resistí hasta el final, pensando que si recibía el odio rotundo de Sungmin por mi indiferencia en todas esas semanas, al menos podría morirme en libertad y no en ese claustro. Por ello, la noche ideal para decidirme fue la anterior a nuestra graduación. Ese era el momento más feliz que un estudiante del internado podría tener en su vida, darle el último adiós a ese lugar, volver a ser normales -Aunque la gran mayoría con uno o varios trastornos psicológicos y recuerdos que preferirían olvidar- y más encima recibiendo todas las recompensas que nos significaba haber vendido nuestra adolescencia a ese lugar. Ese era el instante en que el prestigio y los conocimientos conseguidos adquirían valor y la felicidad experimentada por todos era bien fundada y sincera. No obstante, ahí estábamos nosotros, sin poder disfrutar nada de eso. Nuestras lámparas eran las únicas iluminando la estancia dándole un tono lúgubre acorde a nuestros ánimos. Yo estaba sobre mi cama observándolo fijamente hacer sus cosas. Con una lentitud preocupante, guardaba algunas cosas en sus maletas dándome la espalda. Lo miré de arriba abajo. Su cuerpo se notaba varios kilos más delgado, su piel estaba pálida y su cabello había perdido brillo. Estaba demacrado, más demacrado que nunca, y mis ojos rojos se volvían a llenar de lágrimas con esa devastadora imagen. Traté de impulsarme hacia adelante varias veces para levantarme y hablarle, y no tuve el valor suficiente hasta que lo vi terminar e ir en busca de otra tarea. Sabía que de perder esa buena oportunidad, no tendría otra mejor.  No supe que hacer, y en cuanto iba a dar un paso para ir a otro lado, me levanté rápidamente y me abracé a su espalda, escondiendo mi rostro en su nuca soltando sonoramente el aire en mis pulmones. Era lo mismo que había hecho cuando le pedí una segunda oportunidad luego de demostrarle mi torpeza innata en nuestra primera vez, y esperé que resultara igual de fácil, aunque sabía que esta vez no me saldría barata. Su cuerpo se tensó y sentí una frialdad en el ambiente que provocó un escalofríos en toda mi espina. Él suspiró luego de varios segundos y finalmente habló.

—¿Qué haces? — Preguntó con una dureza y desdén que nunca me había mostrado. Sentí como el corazón se me partía de antemano ante semejante reacción.
—Estemos juntos… esta última noche que nos veremos…— Respondí con temor. Él bufó.
—¿Y para qué harías tú eso? — Volvió a inquirir con una pequeña risa sardónica.
—Porque quiero que al menos tengamos un momento feliz antes de que… todo termine…— Añadí con mi voz hecha un hilo. Sin embargo, el no pareció tocado por ellas y volvió a reír con crueldad.
—No importa cómo me vea ahora, no necesitas hacer esto por mí —Dijo girando ligeramente la cabeza hacia mí con una sonrisa falsa— No quiero tu lástima, así que por favor, suéltame.

 Y dicho esto, quitó bruscamente mis manos de su estómago y caminó hacia el baño. Antes de que atravesara el umbral, atónito, fui hacia él y tomé con fuerza su brazo.

—¡Espera! ¡No es lástima! ¡Yo nunca—!
—¡No me mientas y déjame en paz si no quieres que te golpee! —Gritó de improviso, volteando para mirarme fijo. Sus ojos estaban rojos y su ceño lleno de enfado; yo endurecí el mío alargando el lapsus antes de que esa vista me afectara. No importaba si me golpeaba, no podía dejarlo así, no cuando esa sería la última vez que le vería. Lo tomé de los hombros y entre bruscos forcejeos de su parte para liberarse, traté de explicarme.

—¡Sungmin, no te estoy mintiendo! ¡Deseo hacerlo con todo mi corazón! ¡Te lo suplico, cree en mí! ¡No hay otra cosa en el mundo que quisiera hacer aparte de estar contigo!

Y entonces se soltó, me empujó y entre fieros manotazos, volvió a acuchillarme, esta vez con una rabia, un odio explosivo que no había visto jamás ni siquiera para todos aquellos que le habían hecho daño. Porque yo le había hecho más daño que todos ellos.

—¡MENTIROSO! ¡ERES UN CERDO MENTIROSO! ¡YO YA NO TE GUSTO! ¡NUNCA TE HE GUSTADO! ¡TE ENTRETUVISTE CONMIGO, TE APROVECHASTE DE MÍ Y LUEGO ME TIRASTE!
—No… no digas esas cosas…No es eso…— Le supliqué atónito, tratando de volver a sujetarlo sin suerte.
— ¡YA TUVISTE LO QUE QUERÍAS! ¡TE COJISTE AL PSICÓTICO Y MALNACIDO LEE SUNGMIN Y LO BOTASTE COMO LA BASURA QUE ES! ¡¿QUÉ QUIERES AHORA?!
—No es cierto, basta…— Gemí ya sin poder contener las lágrimas.
—¡¿QUIERES PRESUMIRLO?! ¡¿QUIERES REÍRTE EN MI CARA DE LO TONTO QUE FUI POR CREER QUE ERAS DIFERENTE Y QUE TE GUSTABA?! ¡BIEN, HAZLO! ¡PERO SI VAS A HACERLO, TEN COMPASIÓN E INVENTA UNA MENTIRA QUE PUEDA CREERME!
—¡BASTA, SUNGMIN!

 Mi grito hizo eco en todas las paredes de la habitación, generando un silencio sepulcral que sólo era interrumpido por mi respiración agitada y los espasmos de mi llanto. Sungmin sólo permanecía cabizbajo. No lloraba, aunque parecía a punto de hacerlo. Aprovechando su momentánea calma, volví a tomarlo de los brazos y dejé caer mi cabeza sobre su hombro.

—Te lo suplico, no lo repitas nunca más. Que creas que nunca te quise me destroza el corazón, porque la verdad no podría ser más distinta a eso. Siempre me has gustado más de lo que puedo admitir, y nunca va a dejar de ser así— Confesé hasta que la voz se me quebró. Él no pudo reprimirse más y con un ligero gemido me dio a conocer que también estaba llorando— Es por esa razón que… la sola idea de perderte me ha estado torturando a un nivel insondable. No tienes idea de todo lo que he sufrido y cuanto dolor más me ha costado mi propia inmadurez. Tenerte tan cerca mío y saber que en cualquier momento ya no estarás se siente… como enloquecer agonizando, y me asusté mucho. Decidí alejarme sin saber en ese momento que la cura… era peor que la enfermedad. La desesperación me ataca cada vez que te veo y no puedo hablarte o besarte… yo…no puedo resistirlo… no puedo…es por eso…yo…

 No fui capaz de seguir hablando. De mi boca lo único que podía salir eran gemidos ahogados. Él lloraba moviéndose apenas y aprovechando eso, volví a abrazarlo. Estuvimos así un par de segundos cuando él comenzó a golpearme en los hombros con sus puños cada vez más y más fuerte, sin embargo, se acurrucó en mi pecho, como si no tuviera intenciones de apartarse nunca más.

—Eres un verdadero idiota… ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué siempre te lo guardas todo? —Pronunció ya sin enfado. Su voz más bien delataba una terrible impotencia y tristeza.

  Yo me alejé lo suficiente para mirar conmovido su rostro.

—Lo sé, soy el mocoso más tonto sobre la faz de la tierra. Perdóname, nunca quise herirte, quería salvarnos del dolor, pero era imposible y sólo lo empeoré… perdóname, perdóname…

 Dicho esto, tomé su rostro y lo besé con desesperación y torpeza. Después de tanto tiempo, sus labios me parecieron lo más delicioso, y que me recibiese con la misma necesidad fue un golpe de alivio para mi debilitado cuerpo.

—Tanto tiempo que pudimos estar juntos… desperdiciado…— Se lamentó cuando nos separamos, dejando caer un par de gruesas gotas.
—Lo sé, lo lamentaré toda mi vida…
—Lo arruinaste… y yo lo arruiné— Exclamó volviendo a romper en su silencioso llanto, tapándose la cara con las manos. De inmediato se las quité de encima y busqué sus ojos con insistencia.
—No es verdad, tu no hiciste nada malo— Negué con una sonrisa triste— Fui yo nada más…
—Nooo, yo también actué mal. Vi que algo te pasaba y no hice absolutamente nada para ayudarte— Confesó con los ojos inundados.
—No, no…—Seguí negando. Él insistía de todas formas.
—Yo también estaba muy asustado y me negaba a pensar en la graduación. Sólo quería estar contigo el tiempo que nos quedaba y abandonar esos malos pensamientos, pero cuando empezaste a alejarte, sospeché que era por esa misma razón y no tuve el valor de confrontarte. Sentía tanta tristeza, y pensando en mi bienestar y tu indiferencia, preferí auto convencerme de que ya no me querías y que sería más sano enfadarme contigo…soy tan imbécil… en vez de hacer algo, sólo fui el cobarde que siempre he sido…

 Con la pinta de que literalmente se derrumbaría, decidí volver a abrazarlo y besé todo su rostro, no obstante, parecía que mi inmutable amor por él después de su confesión lo hacía llorar más.

—Damos asco juntos… Nos hacíamos los perfectos hablando tan bien de ciertas cosas, cuando la realidad es que nuestra comunicación apesta y no sabemos enfrentar nada de la vida…—Agregó mientras yo besaba sus sienes— Lo mejor que podemos hacer es aceptar esta irremediable separación y… todavía así… hasta la más diminuta parte de esa idea me mata…

 Al terminar de oírlo, la satisfacción de que sentíamos lo mismo y el dolor lacerante de lo que todo eso significaba volvió a provocarme el llanto. De todas formas, mis palabras estaban más claras en mi mente. Conecté nuevamente nuestras miradas mientras con una mano limpié sus mejillas.

—No importa si lo arruinamos o no, si de verdad no debimos nunca estar juntos, si incluso somos lo peor que nos pudo pasar en esta mierda de lugar, nada de eso importa. Lo único que cuenta es lo que sentimos, y yo nunca he sido más feliz en la vida de lo que he sido contigo, y todos los momentos que vivimos juntos no los cambiaría por nada, hasta los horriblemente dolorosos como este. Ahora nos vamos a separar por motivos que escapan de nuestro poder y voluntad, y sin importar que tan poco tiempo nos quede, yo quiero estar contigo hasta el último segundo que se me permita. Tú… me gustas mucho y quiero decírtelo toda la noche en pago y disculpa por no habértelo dicho directamente ni una sola vez.

 El rostro de Sungmin se contrajo en una marcada mueca de dolor y luego tiró todo su peso en mí para besarme. Estuvimos así hasta prácticamente perder el aliento.

—Ya no quiero seguir hablando de esto, no nos queda— Dijo con los ojos cerrados y tratando de respirar a la vez— Quiero que el resto de esta noche nos besemos y hagamos el amor… es después de todo, lo único que aprendimos a hacer a la perfección.

 Sonreí al notar que con todo lo que nos habíamos dicho, él igual podía avergonzarse tiernamente por las mismas cosas de siempre.

—Será un placer…

Y sin esperar más, di gusto a sus deseos.



 Lo besé tiernamente y a pasos cuidadosos, lo llevé a mi cama. Seguíamos llorando a mares, a decir verdad, nos veíamos horribles, mas no le dimos demasiada atención a eso y nos desnudamos tranquilamente el uno al otro. Completado eso, lo deposité suavemente sobre el colchón y volví a besarlo con deseo voraz.

Te prometo, cuando este momento pase
 y nos volvamos a ver ese día
Lo dejaré todo y me quedaré a tu lado,
y así, podremos recorrer el camino que fue hecho para nosotros.

 En cuanto complací ese fugaz capricho, me acerqué a mi velador y saqué un par de pañuelos para secar sus lágrimas y limpiar su nariz. Ante el detalle el me regaló su primera sonrisa honesta en semanas, y en cuanto se calmó, tomó otro pañuelo de mi mano y me devolvió el favor. Tiramos lejos los pañuelos al terminar y antes de que tocasen el suelo, ya estábamos besándonos de nuevo con más necesidad.

Esto es lo que llamamos “Destino”,
es algo que no podemos negar.
En mi vida,
¿Volveré a experimentar otra vez,
un día tan hermoso como este?

—¡Ah!

 El primer gemido que arranqué de su boca fue esencial para desatar toda mi lujuria y mis sentimientos. Sin pudor, sin control, me dediqué con mis caricias a ser más sincero de lo que nunca había sido mientras el calor se hacía con nuestros cuerpos. Sungmin recibió mis atenciones igual de honesto con sus dedos enroscados en mi cabello y su miembro suplicando más contacto dentro de mi boca. Pronto él también anheló mostrarme cuanto quería dejar de sí mismo esa noche y me estremecí con sus besos recorriendo todo mi cuerpo.

Tú eres un regalo de la vida,
en este camino tan agotador.
Siempre voy a cuidar y hacer brillar este amor para que no se oxide.

 Las ansiadas embestidas llegaron justo cuando el deseo estaba por enloquecernos. Sus piernas se enredaron en mis caderas meneándose al ritmo de las estocadas y nuestros dedos entrelazados se apretaban cada vez que las exquisitas sensaciones nos dejaban absortos. Fueron nuestros ojos, frente a frente, los únicos que nos lograron distraer de un momento tan delicioso y trajeron de vuelta la tristeza líquida a nublar nuestra vista.

—Cada momento que hemos vivido, hasta el más insignificante, siempre lo voy a recordar como si apenas lo hubiera vivido—Dije con convicción— Jamás voy a arrancarte de mi memoria y sin importar cuantas cosas pasen en mi vida, voy a pronunciar tu nombre con el mismo amor y familiaridad de ahora hasta el día en que muera.

 Su llanto explotó un segundo después y sus brazos y labios me reclamaron con apremio.

—Yo tampoco voy a olvidarte, juro que no lo haré— Exclamó entre lágrimas, casi gritando—Te tendré en mi mente todos los días. Nunca nunca nunca voy a permitir que ocurra lo contrario.

Nuestro encuentro fue corto como la ebriedad,
pero tú abriste el cerrojo y ocupaste mi corazón.
Incluso si nuestro amor es inalcanzable, no me arrepentiré
porque nada es para siempre.

—Ah…
—¡Ah, Dios!

 El crujido de la cama siguió imparable a pesar de la conmoción en nuestros interiores. Sin darnos tregua, nos besábamos con rudeza, en los labios y donde alcanzáramos a llegar. Como yo en la primera fase de mi degradación mental, queríamos dejar tantas marcas como fueran posibles para poder aferrarnos a ellas y no desmoronarnos al llegar a nuestras casas y enfrentar los cuartos carentes de la presencia del otro. Así mismo, queríamos ser marcados para demostrarnos a nosotros y a quien fuera que nos viera al día siguiente, que el rechazo que manifestarían a nuestra relación si la conocieran, no nos avergonzaría para nada. Con todo y el temor que teníamos a las consecuencias, siempre nos enorgulleceríamos de haber pertenecido al otro desde lo más profundo de nuestras almas.

Hay muchas cosas que quiero decir,
Pero tú ya las sabes.
Ese día, cuando nos encontremos en el camino,
por favor, no me dejes ir de nuevo.

—Si algún día me libero de mis ataduras y tú también lo haces, por favor, volvamos a encontrarnos…—Le susurré entre jadeos.

 En ese momento, llegué a ese punto que tanto lo enloquecía de placer y no supe si abrió los ojos a más no dar por ello o por la sorpresa causada por mi petición, lo único que supe fue que segundos después, sonrió con los ojos entrecerrados y brillosos y luego los cerró fuerte para asentir.

 En esos intensos momentos, fue la primera vez que vislumbré y admití para mis adentros que amaba a Sungmin. Fue confuso y arrasador darse cuenta ¡Vaya! Ahí estaba la respuesta, la que siempre supe y que decidí ignorar con ayudad de mi voluntad y mi no voluntad combinadas. Los nubarrones en mi cabeza se habían disipado, yo lo amaba. Y en esos instantes, con ese conocimiento tan poderoso en mis manos, sentí varias veces que podía confesárselo a Sungmin, y en cada ocasión me arrepentí al instante, temeroso de cuanto más podría llegar a destruirnos pronunciar en voz alta semejante información. Finalmente, precisamente porque lo amaba, decidí callar y llevarnos al primero de los orgasmos más tristes y placenteros que tendríamos en nuestro tiempo juntos.

—¡A-ah, Kyuhyun!

El amor que no pudimos tener en esta vida…

 Y exactamente como mi memoria recordó al ver a Sungmin de nuevo, nuestro último encuentro se prolongó hasta el amanecer. Antes de que la luna pensara en esconderse otra vez, nosotros ya estábamos exhaustos, sin embargo, fuimos necios y nos mantuvimos pidiendo un round más, un beso más, una última mirada o palabra antes de que tuviéramos que decir adiós. Fue Sungmin quien finalmente decidió que nos detuviéramos. No quedaba ni un ápice de fuerza en su cuerpo y de todas formas su voluntad lo alentaba a aferrarse a mí. Conmovido, yo lo contuve todo el tiempo con mis también escasas energías y lo besé y acaricié en silencio. Ya no quedaba deseo, no quedaba llanto desconsolado ni rabia que compartir, a esa hora sólo quedaba nuestro amor y la resignación de perderlo de la mejor manera posible.

El destino que no pudimos tener en esta vida…

—Kyuhyun…— Me llamó en un momento con la voz queda y los ojos suavemente cerrados mientras ambos éramos bañados por las luces cálidas del amanecer.
—Dime…—Le dije con tierna suavidad.
—También me gustas… mucho… yo tampoco fui capaz de decírtelo antes… y lo siento…— Susurró con la voz cada vez más aguda y baja. Yo sonreí.
—No te preocupes, siempre supe que no podías resistirte a mis encantos…

 Él se rio bajito y en menos de un minuto se quedó profundamente dormido. Fue entonces que volví a romperme. Estreché su cuerpo con mis brazos y sin alejarme por un instante, en un llanto silencioso lo contemplé y acaricié durante el par de horas que nos quedaban. Al llegar el momento límite, las manecillas del reloj avanzando musicalizaron una marcha fúnebre en medio del silencio. Cerré fuertemente los ojos y solté un suspiro en el que se liberó todo el resto de vida que quedaba en mi interior. Con sigilo, me salí del agarre de Sungmin y me levanté de la cama, trastabillando por la falta de fuerza física y mental. De todas formas, como pude, tomé mis ropas para la ceremonia y me vestí en el baño. Cuando terminé, tomé mi mochila ya preparada y me dirigí a la puerta. Permanecí varios minutos parado frente a ella, sin ser capaz de mover un solo músculo. Miré mi reloj, faltaban 5 minutos para que el despertador sonara, no podía quedarme más tiempo. Girando la cabeza, contemplé a Sungmin dormir. Cansado y destruido como estaba, no dejaba de parecer una obra de arte de lo hermoso que se veía envuelto en las sábanas. Mi vista se nubló y la cabeza empezó a punzarme al escaparse una lágrima.

Ese día cuando otra vez nos encontremos en el camino,
por favor…

—Adiós, mi amor…—Susurré reprimiendo un bufido.

 Y sin prolongar más lo inevitable, me fui.

No me dejes ir…

 Nunca supe cómo reaccionó Sungmin al no encontrarme cuando despertó, pero hasta hoy creo que de todas mis decisiones estúpidas e inmaduras de aquel tiempo, esa fue la más decente. Nuestra despedida durante la noche había sido de sobra llena de sinceridad, le di de mí todo lo que podía darle en ese momento y sé que él también lo hizo. Por esa razón, no consideraba necesario alargar nuestro sufrimiento con otra despedida en el deplorable estado que nos encontrábamos.

 Fue una gran suerte para ese propósito que Sungmin y yo no nos encontráramos en lo que restó de nuestro tiempo ahí. Apenas salí de la habitación fui a los baños de mi club de atletismo, me aseé y preparé adecuadamente para la graduación y me quedé ahí contemplando la nada hasta que el momento de fingir que aquel era el día más feliz de mi vida llegó. Recibí las palabras y mimos de mi familia con verdadero agradecimiento, más no fui capaz de entregarles más que sonrisas y excusas falsas sobre mi demacrado aspecto. Durante la ceremonia me mantuve ajeno a los discursos arrogantes e hipócritas de alumnos, profesorado y la administración. El único instante donde participé fue cuando Changmin me hizo espabilar para que fuera a buscar mi diploma. Subí al escenario con lentitud y recibí con estoicismo el enérgico saludo de mano del director entre tibios y protocolares aplausos. Mientras nos sacaban las fotos de rigor, miré hacia el público. No era lo prudente, pero lo busqué por todo el lugar. Nada, ni Sungmin ni sus padres se encontraban ahí, como tampoco se le mencionó cuando su curso recibió los diplomas. Se graduó, claro, la ceremonia era un mero formalismo y que se saltara una última cuota de humillación pública fue un gran alivio, no obstante, su ausencia era rara y el motivo me llenó de dudas hasta hoy.

 Finalmente, la ceremonia terminó y sin dedicarme a ofrecer palabras de afecto y agradecimiento a nadie, me subí rápidamente al auto que nos llevaría a casa y esperé a que mi familia hiciera lo mismo. Tanto ellos como mis amigos quedaron impresionados ante tal conducta, mas ninguno trató de inmiscuirse en mis motivos. Mis amigos por un lado estaban tan felices de marcharse que nada les importaba, y habían llegado a la conclusión de que todas las etapas de dolor, ira y locura que atravesé se debían a mi hastío de ese lugar, además sabían que nos mantendríamos en contacto pues todos nos iríamos a Japón. Por otro lado, mi familia especuló un poco más, luego consideraron mi buen ánimo en las vacaciones de verano y mis ausencias en los días festivos, y pensaron que mi desanimo se debía a que extrañaría el internado y que como hombre era demasiado orgulloso para mostrar mis emociones al respecto.

 Aquellas razonables e ingenuas teorías fueron ideales para ocultar mi secreto del mundo, sobre todo de mi padre que desbordaba dicha por un hijo con un futuro tan prometedor en el horizonte. De sospechar ellos algo desde ese momento, habría sido bastante difícil disuadirles cuando poco después caí en el más absoluto descontrol.

 Como ya estaba anticipando, una vez pisé el exterior entré en una profunda depresión, cuya etapa más cruda e insoportable duro poco más de 2 años. Lloraba a diario, dormía poco, comía porquerías y pasaba días y noches trabajando en mis proyectos mientras bebía enérgicamente litros y litros de alcohol, todo en aras de un sosiego imposible. Si bien gracias a eso pude armar las bases de los videojuegos que me catapultarían al éxito, también me valió conocer la verdadera locura. Sobrio empezaba a torturarme viendo nuestras fotografías y entre lágrimas caminaba de un lado a otro creando y deshaciendo planes sin sentidos para mandar todo al diablo y empezar una nueva vida junto a Sungmin; ebrio empezaba a destruir todo a mi paso -generalmente, en mi habitación- e insultaba a gritos a Sungmin, a mí, a todo el mundo. Sobrio me sentía tan atormentado que buscaba a la muerte en cada esquina y rincón a mi alrededor, temiendo que me atrapara desprevenido y me llevara con ella; ebrio, morir o vivir me daba exactamente igual y no me contenía ni en mis actos ni en lo que ingería. Claramente, esta última actitud temeraria me hizo terminar varias veces intoxicado o herido en la sala de urgencias del hospital, y sólo gracias a Changmin, mi padre nunca se enteró de tales visitas. Fue él, único de mis amigos con el que compartí universidad, quien estuvo presenciando mi descenso al fondo, salvó mi pescuezo en distintas formas y además me sacó de esa espiral autodestructiva.

Vas a dejar de hacerte esta mierda ahora mismo o llamaré a tu padre y se acabará tu teatro del hijo perfecto

Con esa amenaza atacando a mi punto débil fue que me hizo recapacitar en una de nuestras últimas visitas al hospital. Mi padre había sido la razón por la que nunca llegaba a realizar mis descabellados planes de escape o intenté directamente suicidarme. Mi voluntad siempre se veía doblegada ante el amor y respeto que le tenía. Sus esfuerzos y sacrificios por nuestra familia me eran - y son todavía- conmovedoramente heroicos. Él me había enseñado tanto con sus íntegras acciones, me había dado tanto, incluso renunció a su sueño de que yo continuara su legado para poder crear el mío. Enorgullecerle el resto de mi vida era lo único con que podía pagarle tales gestos monumentales, y estar con Sungmin, aún fuera el significado de mi felicidad, no formaría nunca parte de ese objetivo. Rememorar eso con las palabras de Changmin resultó el punto de partida para mi rehabilitación. No fue fácil, de no ser por su ayuda habría recaído muchas veces a causa del dolor de la abstinencia y de mi pena, pero él estuvo incansablemente a mi lado, apoyándome hasta en los episodios más crudos. Y bueno, a diferencia de cuando estuvimos en el internado, no preguntó ni intentó saber nada acerca de mis razones. Por eso y por cierta situación, estoy seguro de que ya las conocía. Fue en uno de mis días malos de rehabilitación, cuando vomitaba sin parar por los estragos de la larga sobriedad, que yo me disculpé por hacerlo pasar por tal disgusto y me pareció oírle susurrar:

Es lo mínimo que puedo hacer por un amigo que sufre tanto por amor

 No lo niego, me aterré a muerte ante la incertidumbre de haber escuchado o no tan peligrosas palabras, pero él no volvió a repetirlas nunca más y pronto me di cuenta de que sacar el tema a colación era innecesario.

Superado el infierno, volví a mi consumo poco frecuente de alcohol, mi adicción al trabajo se mantuvo a niveles manejables y eso me permitió terminar la universidad con honores e iniciar exitosamente mi compañía junto a Changmin y otros colegas de la universidad. Volví a ser normal, o más bien, no di señales directamente visibles de que algo atroz había apagado la luz de mis ojos y cambiado mi personalidad para siempre. Todo en lo que me convertí, o sea, un neurótico de sonrisas protocolares, relaciones sociales mayormente laborales y con hábito a las bebidas energéticas, eran características perfectamente acordes a un joven CEO prodigio en camino a una enorme riqueza y fama como lo era yo, y como acostumbraba, dejé que así lo creyeran porque sentí que podía tolerar vivir con eso. No volví a llorar por Sungmin, nunca lo busqué -aunque me enteré de algunas cosas- y tampoco pronuncié su nombre otra vez. Lo único que hice fue pensar en él. De madrugada con insomnio sobre mi cama, distraído en una reunión con mi equipo creativo, bebiendo solo en mi estudio o en mi auto camino a donde sea, honraba mi palabra y pensaba en él apasionadamente y atesoraba cada recuerdo en que estuviera presente. Lo hacía hasta que me cansaba o algo me exigía regresar a la realidad, y siempre al terminar pensaba en aquello que le dije cuando nos despedimos.

Si algún día me libero de mis ataduras y tú también lo haces, por favor, volvamos a encontrarnos…”

Han pasado años, muchos años, y he esperado obsesivamente a que ese momento llegara, incluso involuntariamente he condicionado mi vida en torno a esa espera. Mas por fuera, la realización de esa promesa me parecía una mera ilusión, una utopía personal en mi cabeza. Hasta ayer, hasta hoy en la mañana, hasta hace unos segundos, Sungmin era un recuerdo tan amado como imposible, y no importaba que cosas hiciera, mis esperanzas de que algo resultara y volviera a encontrarme con él estaban pulverizadas. Y eso provocó que ni el más potente sentimiento pudiera sacarme de la estoica estupefacción en la que caí al verlo.

—Sungmin…
—¿Kyuhyun?

De todas formas, fue necesario eso nada más para que las chispas destellaran en mis ojos y luego de 10 largos años mi alma diera señales de vida.

Ese día cuando otra vez nos encontremos en el camino,
 por favor, no me dejes ir de nuevo…



Continuará…





No hay comentarios.:

Publicar un comentario