jueves, 6 de diciembre de 2018

El acuerdo [07/10]


*Kaomojis: Son emoticones japoneses. Representan caras y emociones con un estilo muy cercano al anime y manga. Ej: o(≧∇≦o) ೭੧(❛▿❛✿)੭೨ ヘ(= ̄∇ ̄)ノ

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 Sin importar que no pude ver a Sungmin durante el mes y medio que duraron nuestras vacaciones de verano, la felicidad que sentí desde nuestro primer beso no se apartó de mi pecho ni un segundo. Con el transcurso de los años y luego de repasarlo 1000 veces, denominé a esta parte de mi vida como “La publicidad de coca-cola”. Estábamos en medio de una larga y emotiva película, llena de escenas de suspenso, giros dramáticos y encuentros intensos entre los protagonistas que eran lastimados y luchaban contra dificultades que iban mucho más allá de las fuerzas que poseían. Pero de repente en esta larga y dolorosa película, había un intermedio para descansar, y mientras el público estiraba las piernas, iba al baño o respondía los mensajes en su celular, en la pantalla se proyectaba un comercial de coca-cola, donde aparecían una serie de escenas de gente desconocida con botellas del refresco en la mano, envueltos en la más perfecta e inmutable felicidad. Familias reunidas en una mesa redonda, una pareja en un mirador, un grupo de amigos en una playa, todos con amplias sonrisas en sus rostros y ningún dejo de preocupación en sus miradas, porque sus vidas eran irrealmente satisfactorias y todo lo que les rodeaba era amistoso y agradable a la vista. Así me sentía. Estaba contento, animado, creía que nada en mi vida podía estar mejor y esperaba muerto de ansias el instante en que Sungmin y yo nos volviéramos a encontrar, sin embargo, sabía que estar lejos un tiempo de él me ayudaría a digerir y comprender lo que había ocurrido entre nosotros.

 Era la ocasión ideal para bajar un poco mis defensas y aceptar parcialmente lo que sentía por él.

 Bien, Sungmin me gustaba y estaba dispuesto a admitirlo ante quien le incumbiera, es decir, ante él y nadie más que él. A pesar de todos los cupidos y unicornios rondando por mi cabeza, todavía entendía lo fatal que sería para ambos si algún tercero se enterara de lo nuestro, y no tenía intención alguna de auto-delatarme y sabía que Sungmin tampoco lo quería.

 Es por tal razón que viví mis vacaciones lo más normal posible: Viajé con mi familia, dormí mucho, hice borradores e investigaciones para los primeros juegos que crearía y también salí en reiteradas ocasiones con mis amigos. En esos encuentros, Changmin posó varias veces su vista sobre mí de forma insistente, y en otras cuando nos encontrábamos solos, con un ceño de preocupación parecía tener la intención de decirme algo, no obstante, yo siempre lo evitaba yéndome o hablando primero de cualquier otra cosa, algo que funcionó pues al poco tiempo dejó de insistir y volvió a dirigirse a mí con normalidad. Era seguro que él no diría nada si yo le decía la verdad, lo sabía bien a pesar de su rechazo a Sungmin, pero aunque me hubiera hecho bien hablar con alguien del tema, no sentía en ese entonces que ese fuera asunto suyo, además quería prolongar mi felicidad con Sungmin lo más posible y correr tal riesgo podría acortar ese tiempo.

 Y bueno, si bien evité mostrar cualquier comportamiento anormal a quienes me rodeaban, no me restringí de usar el número que Sungmin me dio en el hotel. Bajo una timidez romántica, nos escribimos todo el verano sobre temas absolutamente triviales, y lo hacíamos durante horas. Mis mejillas dolían de todo lo que sonreía leyendo sus respuestas. Como lo esperaba, tenía una ortografía impecable, fluida redacción y una marcada y adorable tendencia a poner al menos un kaomoji por mensaje. Conservo hasta hoy todas esas conversaciones en una tarjeta de memoria. Mi adoración por él era tanta que muchas veces me tenté a decirle lo que sentía. No lo hice, claro, porque sabía que me aguardaba algo mucho mejor si esperaba a decírselo cara a cara.

 Y después de varias semanas, el ansiado día llegó.

 En el largo viaje en auto al internado, mi padre insistía en contarme experiencias de su vida mientras conducía y yo, sentado a su lado y con los pantalones arrugados en mis puños por la ansiedad, nada más podía pensar en tomar el acelerador y ponerlo a toda marcha. Mi tortura acabó después de una hora cuando estaba a punto de tirarme del auto en movimiento y echarme a correr. Los dos empleados del internado que salieron a recibirnos se sorprendieron al verme precipitarme bruscamente hacia fuera apenas el auto frenó. Sin perder tiempo, di la vuelta para abrirle la puerta a mi padre, le ayudé a salir y ante su confundida mirada le dediqué unas escuetas palabras de despedida, le di un abrazo apretado y luego salí corriendo como un poseso a los dormitorios.

 Más tarde me contaría risueño que esa situación le había convencido de que yo había disfrutado mis años en el internado. Yo jamás confirmé ni negué su pensamiento.

 Como había hecho tantas veces ya, corrí por pasillos y escaleras hasta parar frente a la puerta del dormitorio. Pensé unos segundos. En ese punto me parecía irreal haber pasado todo el verano experimentando sentimientos tan profundos y complejos como para que deseara volver voluntaria y dichosamente a ese pedazo de infierno ¿De verdad todas esas cosas habían ocurrido? ¿En serio Sungmin me hacía sentir tan extasiado al recordarlo siquiera? Más por esa enorme curiosidad que por la emoción, abrí la puerta con lentitud.

 Y como había pasado también varias veces, él se dio la vuelta sorprendido, mientras apilaba ropa sobre su cama. Sus ojos brillantes se conectaron con los míos instantáneamente.

 Sí, claro que esos sucesos y sentimientos habían ocurrido.

 De ahí, todo pasó en cosa de segundos. Sonreímos, y tanto él como yo nos acercamos a paso rápido al otro sin despegar las miradas, y mientras mi mano cerraba la puerta de un portazo, él estiraba sus brazos, los que llegaron justo a tiempo para amarrarse a mi cuello cuando yo, fundiendo nuestros labios en un beso, lo abracé de la cintura y lo hice girar en nuestro eje.

 Fue mágico, lo más mágico que he sentido en toda mi vida.



 Palpar de nuevo su lengua con la mía fue como recibir un nuevo aliento de vida. Sentí mucha más energía positiva de la que había sentido en todo el verano, muchísima más, e hice uso de ella cargando a Sungmin hasta pegarlo a la pared. Sólo me alejé de sus labios cuando necesité respirar, sin embargo, no perdí el tiempo y mientras recuperaba aire, besé sus mejillas, su mentón, sus ojos y todo lo que encontraba hasta que él cogió mi rostro con sus manos y guío de nuevo mis labios a los suyos.

—Hola— Le dije entre besos. Él sonrió instantáneamente.
—Hola— Respondió riéndose.

 Pasaron un par de minutos antes de soltarnos. Caminamos juntos hasta su cama y nos sentamos, mirando al frente y con un pequeño espacio separándonos el uno del otro. Nos preguntamos, esta vez en persona, las mismas trivialidades que hablábamos tímidamente por teléfono ¿Qué tal tus vacaciones?, ¿A dónde viajaste?, ¿Hacía buen clima allá?, y habríamos seguido de esa manera sin atrevernos a decir nada directo e importante, si él no hubiera preguntado aquello.

—Y… en Italia o en esos otros lados donde fuiste… ¿Co-Conociste a alguien?

 Entonces toda la energía en mi interior explotó al mismo tiempo.

—¡Por supuesto que no! — Grité enojadísimo. No quería sonar tan alterado, pero no sabía de qué otra manera expresar mi indignación. Después de todo lo que habíamos vivido, de todo lo que había pasado por mi cabeza antes de decidirme a aceptar mi atracción por él, ¿Cómo podía preguntarme eso?

  Por su parte, pareció muy sorprendido ante mi reacción y no dijo nada más. Yo inmediato me sentí mal y avergonzado, así que escondí mi rostro. No servía de nada enfadarse o seguir dándole vueltas al asunto, aquel era el momento destinado para decirle todo. Ni un segundo pasó cuando mi cara enrojeció y mis manos empezaron a sudar. No pensé en lo vergonzoso que era confesarse por primera vez hasta ese instante. Respiré hondo y traté de concentrarme en decir lo primero que viniera a mi mente y trasmitiera lo que quería decir.

—Te lo dije… hace tiempo… que guardaría mi primer beso para alguien que de verdad…me gustara…

 No era muy claro y romántico, pero esperaba que lo hubiera comprendido. Estaba tan abrumado que ni siquiera podía balbucear otra palabra, me limitaba a mover nerviosamente los dedos. Pasaron unos segundos hasta que sentí su mano colarse entre la mía. Volví otra vez la cabeza para ver el agarre. 10 dedos entrelazados que calzaban perfectamente en sus espacios, qué bonito se veía. Luego me atreví a mirar su rostro. Tenía la mirada en el suelo y sus mejillas estaban sonrojadas, pero había una tímida y hermosa sonrisa en su rostro. Lo había entendido. Soltando una pequeña risa, sonreí con él. Menudos babosos éramos en aquel tiempo. Un instante después, elevó la vista y la unió a la mía. Su mirada brillaba con más fuerza que nunca; él me sonreía con sus ojos.

  Al fin había logrado que se sintiera feliz.

 Lleno de esa misma emoción, acorté la distancia entre nuestros rostros y cuando estaba a punto de volver a saborear sus labios, unos nudillos golpearon con fuerza la puerta.

—¡Señorito Cho! ¡Somos los empleados Choi Seunghyun y Dong Youngbae! ¡Venimos a dejar sus pertenencias!

 Sorprendidos y asustados, saltamos al menos 5 pulgadas de nuestros lugares, separándonos al momento. Explicarles a los sujetos porque estábamos rojos de pies a cabeza fue un lío de 10 minutos.

 Esa noche entre las sábanas de mi cama, rompimos el acuerdo oficialmente e hicimos el amor por primera vez. Podría decir que las sensaciones fueron aún más distintas que después del primer beso, no obstante, eran exactamente las mismas. Nuestros cuerpos ya se habían vuelto sinceros desde ese entonces, lo único que faltaba era serlo a través de nuestros pensamientos y palabras. Por supuesto que eso no pasaría, pero al menos sabíamos que nos gustábamos, conocíamos la existencia de un amor no calculado que era recíproco y eso era suficiente para que el sexo de esa noche tuviera un nombre distinto en nuestros corazones.

 Me desperté a la mañana siguiente muy temprano con Sungmin entre mis brazos. En 5 segundos, mis ojos se abrieron rebosantes de energía al saborear la idea de despertar todos los días de esa misma forma. Alegre, decidí alejar a Sungmin de su tranquilo sueño a punta de besos, los cuales poco a poco empezó a corresponder con una tierna somnolencia.

—Fuenoz díaz— Balbuceó con mis labios sobre los suyos.

 Sin apremio, nos levantamos y preparamos para el primer día de clases. En 40 minutos, limpios y con los uniformes puestos y los portafolios en mano, me aseguré de que mis agujetas estuvieran bien atadas. Cuando me incorporé listo para salir, Sungmin me miraba con ojos grandes a un metro de distancia. Era increíble como con el encanto de su belleza sinigual y temprana edad podía usar ese horroroso uniforme y hacerlo lucir como si todo lo que representara fuera algo completamente inofensivo. “Vaya cosas que nos esperaban” Pensé con amargura, la que rápidamente me tragué para sonreír. No era momento de afligirse por ello. Le di un dulce y largo beso, luego tomé su mano y bajo la discreción del crepúsculo, salimos de la habitación.

 En esta parte, el comercial de coca-cola llega a su momento máximo de felicidad, donde en pequeños recuadros, las personas felices mostradas anteriormente miran a la cámara con botellas en la mano mientras el narrador habla acerca de lo bien que sienta el refresco a los momentos felices de quienes lo beben.

 Éramos novios. Nunca lo dijimos, era esa clase de conocimiento implícito y obvio que no necesita una reafirmación directa, porque:

1.-Después de tantas situaciones deliciosas y horribles, de tantos sube y baja en nuestra relación, por fin habíamos ascendido a nuestro nivel límite del entendimiento mutuo, y no sólo en un aspecto o dos, sino en todos a los que podíamos aspirar.

2.- Otra cosa que nunca dijimos pero que muy en el fondo conocíamos y asumíamos naturalmente era el hecho de que no teníamos demasiado tiempo. Perderlo en más conversaciones y dudas ridículas sobre algo obvio, sería perder tiempo de nuestra felicidad, y ninguno estaba dispuesto a hacer tan tonto sacrificio.

 Es por tales razones que nos dedicamos plenamente a disfrutar la relación, y a pesar de las condiciones especiales en que vivíamos y la necesidad de escondernos, nuestro noviazgo fue relativamente normal. Sobra decir que nos habíamos acostado muchas veces ya, pero al no habernos visto hace tanto tiempo y presenciando todo bajo una luz distinta, empezamos con el mismo entusiasmo de aquellos que recién se convierten en amantes, y por al menos 2 semanas, si no era por las clases o los estudios, no nos despegamos ni por un segundo. También redistribuimos todo nuestro tiempo y obligaciones para poder pasar más tiempo juntos. Empezamos a acudir con menos regularidad a nuestros clubes (Sin abandonarlos para no levantar sospechas), y si necesitábamos hacer un trabajo o preparar un examen, tomábamos lo que necesitáramos de la biblioteca y nos íbamos directo a la habitación. Con situaciones así tomé realmente el peso de nuestra gran confianza y capacidad de entendimiento, pues si no entendíamos algo podíamos recurrir sin vergüenza al otro y comprendíamos con mucha más rapidez que con todos los otros métodos a los que habíamos recurrido en el pasado.

 Un hermosa y casi mágica capacidad de comunicación… hasta hoy pienso cuanto más hubiera querido aprovecharla.

 Por otro lado, si no atendíamos nuestras responsabilidades escolares, nos la pasábamos en grande juntos. Utilizando mi habilidad para hackear computadoras, veíamos películas y sobre todo jugábamos en línea. Viéndolo tan sereno y aplicado, me sorprendí al descubrir en él un gran aliado de batalla. Era hábil y de rápido pensar, me sentía orgulloso - y algo excitado- cuando mis amigos y otros jugadores me preguntaban quién era el desconocido con el que hacía equipo. El único contra era cuando perdíamos, pues se ponía furioso. De todos modos, no sabría decir si eso era malo para mí, dado que sus rabietas me resultaban muy tiernas y divertidas, además que sabía exactamente cómo aplacarlas.

 También hacíamos otras cosas. Sin formalidades y tantos límites, nuestra habilidad de hablar por horas se agudizó mucho más. Podíamos reírnos a carcajadas, decirnos cualquier tontería que nos venía a la cabeza y escuchar nuestras opiniones sobre diversos temas. Los momentos después del sexo continuaron siendo los mejores para referirnos a temas más profundos e íntimos. Fue gracias a ellos que una noche al fin pude enterarme de la verdad tras ese odio irracional y unánime de los alumnos hacia Sungmin. Él me contó todo con pelos y señas, puedo recordarlo perfectamente, sin embargo, había algo esencial que él desconocía, es decir, la enorme atracción sexual que provocaba en los alumnos, y aquello no le permitía entender bien la razón de que todo terminara así para él. Es por eso que yo contaré desde mi perspectiva lo que Sungmin me reveló.

 Todo empezó con su primer compañero de habitación. Junsu -como se llamaba-, era un año mayor que Sungmin y vivieron juntos casi todo el tiempo que él cursó la secundaria. Se llevaban bien, si bien para Sungmin no eran amigos, dado que su personalidad siempre le dio mal augurio.

 “Se sentía como esos estafadores que engatusan a la gente con su enorme carisma” Me comentó, y no eran presentimientos infundados, pues Junsu constantemente trataba de imponer confianza de la nada entre ellos y lo invitaba a “conocer a algunas chicas” o a “probar cosas nuevas” en los días libres.

 Cortés y afable como era, Sungmin lo rechazó todas las veces con mucho tacto, lástima que para el tipo, esas amables negativas le parecían pura timidez, y combinado con el hecho de que Sungmin- con 14 años- no veía peligroso o anormal cambiarse de ropa delante de otro hombre, impulsaron a Junsu a formarse ideas equivocadas sobre él. En pocas palabras, Junsu creía que Sungmin gustaba de él, y para ser honestos, Junsu no se sentía nada incómodo con esa idea. Fue debido a esto que empezó a invitarlo con más frecuencia e insistencia, al punto de acabar con la paciencia de Sungmin. Agobiado, él tenía dos opciones: Encararlo y decirle que dejara de insistir pues no le interesaba su amistad, o darle una oportunidad. Sungmin no fue bueno con las confrontaciones ni en ese tiempo ni cuando estaba conmigo, por lo que decidió aceptar sus invitaciones, siendo ese su primer gran error.

 Lejos de lo que esperaba, en las salidas Junsu fue muy agradable y Sungmin poco a poco fue bajando su guardia, incluso llegó a arrepentirse por sus prejuicios. Y cuando Junsu vio que por fin tenía su confianza y simpatía, empezó a actuar. En las siguientes salidas, el chico fue mostrando paulatinamente sus verdaderas intenciones, portándose más como un galán que como un amigo, y Sungmin, que en realidad nunca lo miró de esa forma, no lo notó hasta que fue demasiado tarde.

 En los días festivos por Chuseok, Junsu lo invitó a la isla Jeju para un concierto exclusivo que daría la banda favorita de Sungmin, y luego se irían a hospedar a un hotel de 5 estrellas donde supuestamente llegarían en la noche otros amigos -Retrasados por motivos no especificados-, y con ellos irían al día siguiente a un festival de K-pop que se celebraría en la misma isla. Confiado, Sungmin no se preocupó de las sospechosas circunstancias y disfrutó de la maravillosa velada, feliz por haberse dado la oportunidad de tener un amigo como Junsu. Y el sentimiento no desapareció hasta que regresaron al hotel. A esa hora Sungmin esperaba ver a los demás chicos ahí, pero al no estar ninguno de ellos se extrañó enormemente y le preguntó a Junsu que había ocurrido. Entonces este le confiesa la verdad, los chicos no vendrían y todo fue planeado por él para poder pasar un momento mágico a solas, porque estaba enamorado de Sungmin. Asustado e incómodo, Sungmin procura rechazarlo con mucha suavidad, y lejos de ponerse triste, Junsu sonríe, diciéndole que sabe que no es así y que lo rechaza por mera timidez, pues ha visto como se le insinúa en el internado. Sungmin trata y trata de convencerlo de que no es así, pero su nerviosismo y falta de firmeza convencen más a Junsu de que no puede resistirse a él, y como una forma de “ayudarlo” a aceptarlo, trata de forzarlo a que le dé un beso. Sungmin se desespera y empiezan un forcejeo que se vuelve cada vez más violento una vez caen en una de las camas de la habitación. En su brusquedad y su rostro lleno de excitación, Junsu demuestra que no es un beso lo único que quiere y que está dispuesto a conseguirlo quiera o no Sungmin. Él con su habilidad en artes marciales trata de defenderse, no obstante, Junsu siendo más grande y fuerte se lo deja difícil. Entendiendo que no podría contra él, Sungmin empieza a gritar, a tirar patadas y a hacer todo el escándalo posible, y para su suerte, un huésped que pasa por fuera de la habitación lo escucha y corre a pedir ayuda. En menos de un minuto vuelve con 3 botones que abren la puerta e intervienen en el pleito. Sungmin sale corriendo al pasillo junto al huésped mientras los hombres someten a Junsu. Y por esa noche al menos, termina todo.

 Tanto la policía como el internado son contactados debido a este problema. La evidencia en cámaras y el testimonio de los botones y el huésped dejan claramente la situación a favor de Sungmin, por lo que Junsu habría sido inmediatamente expulsado del internado si no fuera por Sungmin, quien usando su gentileza y el cariño aún existente intercedió por él pidiendo que lo dejaran quedarse si él prometía no meterse más con él. Después de varias súplicas y conversaciones - y además por el bien de la imagen pública del internado-, el director del internado decidió que no expulsarían a Junsu, pero ya no compartiría habitación con Sungmin y si cometía tan solo una falta o volvía a meterse con Sungmin, no tendría más compasión de él y lo expulsarían al instante.

 De esta manera, Sungmin creyó que todo estaba superado. Claramente no fue así. Al volver al instituto días después, Junsu apareció sin la menor intención de ocultar todos los rasguños y moretones que Sungmin le había dejado y con su manipulador carisma empezó a diseminar entre amigos y todo el que quisiese escuchar la historia con los roles invertidos. Es decir, dijo que Sungmin era un enfermo marica que había tratado de violarlo luego de engañarlo largo tiempo fingiendo que era su amigo, y además inventó, que después de ser descubierto lo iban a expulsar, pero como su padre tiene una influencia económica muy grande en el internado-Algo que siempre fue mentira- el director lo indultó. El rumor se esparció por todo el internado, aunque en ese tiempo fue más por diversión que por su credibilidad. Daba igual, Sungmin sufría producto de eso, y peor aún la tenía, pues Junsu no se satisfizo con eso. Junto a los que antes habían sido sus amigos, empezaron a acosarlo por los pasillos, a gritarles insultos, burlas, a darle empujones y hacerle zancadillas. Puesto que estos habían sido sus amigos quienes de la noche a la mañana habían cambiado, para Sungmin le era difícil sentirse enojado, más bien estaba pasmado y dolido ante tan extraña situación. Por este motivo, un día durante clases se acerca a los chicos pidiéndoles conversar después de almuerzo para intentar aclarar las cosas como gente madura. Junsu y los demás se observan entre sí con un semblante extraño, decidiendo aceptar segundos después. Esta vez sin pecar de ingenuo, previo al encuentro Sungmin deja una nota anónima en la sala de profesores advirtiendo que algo malo podría pasar en la cancha de basketball del ala oeste después de la hora de almuerzo. Nada más cerca de la realidad. En cuanto llega, huele el peligro cuando ve aparecer a los chicos con sonrisas burlonas y una pequeña multitud curiosa detrás de ellos.

“Si tienes tantos deseos de hacernos mamadas, aquí te hemos traído a muchos voluntarios para que quedes satisfecho” Sungmin imitó a Junsu con la mirada vacía mientras recordaba.

 Sin saber cómo reaccionar ante una situación tan horrible, hace lo primero que se le viene a la mente y grita a todo pulmón negando lo dicho y revelando lo que en realidad ocurrió. Por supuesto los chicos se ríen y los curiosos murmuran sin creerle ¿Qué es la palabra de una persona contra la de un grupo entero? Sungmin se pone en posición de defensa cuando ve a los que habían sido sus amigos asomar sogas, consoladores y otros sórdidos juguetes sexuales (Conseguidos por medio de Jo Kwon).

 Mientras Sungmin relataba esto, entendí que esa amistad que había tenido tanto con Junsu como con sus demás amigos, había sido un mero paso previo a ese momento. De todos los degenerados que deseaban a Sungmin, ellos eran la fracción más extremista y era cosa de que se dieran ciertos estímulos en sus mentes para que se decidieran a materializar sus más oscuros deseos. Sungmin nunca lo vio así, siempre creyó que todo partió por el despecho de Junsu y no queriendo arruinar los buenos recuerdos que tenía previos a que todo se arruinara, no tuve corazón para revelarle la verdad.

 Volviendo al tema, los chicos empezaron a acorralarlo. Anunciaron con un cinismo impresionante que detestaban la idea, pero viendo la insistencia de Sungmin, no tenían más remedio que darle una lección a ver si se le quitaba lo marica. Él trata de luchar, consigue dejarles el ojo morado a algunos, pero finalmente es sometido. Los expectantes, que no tenían idea del plan de los chicos, miran intrigados y ninguno es capaz de hacer nada ante tan espantosa situación. Todos en su interior desean participar de eso, aunque sea mirando. Sungmin se desespera al ver la falta de apoyo y grita esperando que su plan haya funcionado. La ayuda llega justo cuando Junsu le baja los pantalones. Como si fuera una redada policiaca, en cosa de un segundo aparecen 6 guardias de seguridad, 2 supervisores y 1 profesor descubriendo a los sujetos in fraganti. Tanto curiosos como victimarios se dan a la fuga, pero varios son atrapados y los que no, son póstumamente identificados gracias a las cámaras de seguridad. Lo obvio se da. Junsu es expulsado junto con todos sus amigotes, y por presión de la madre de Sungmin, la policía es nuevamente notificada y esta vez sí se levantan cargos. Los muchachos no van a la cárcel por ser menores, pero sus nombres e información genética quedan anotados en el registro nacional de depredadores sexuales (Todo bajo una gran discreción) y se les obliga a recibir ayuda psiquiátrica. Por otro lado, gracias a que acceden a colaborar con el esclarecimiento de los hechos y que no participaron del crimen en sí, los espectadores no son expulsados, no obstante, a cada uno se le marca 5 faltas y sus padres son informados de la situación. Esto les hace guardar resentimiento hacia Sungmin y explica el porqué aquel martirio no terminó con ese suceso. Vengativos, los “sobrevivientes” empiezan a alterar la historia que cuentan a los demás, diciendo que Sungmin había tenido una reacción exagerada ante una broma obvia de sus amigos, que había fingido ser atacado para no ser expulsado y que antes de que les descubrieran, Sungmin parecía estar bien dispuesto ante los ofrecimientos del grupo.

 Y al haber ocurrido en el mismo internado, teniendo la confirmación de más personas y dado que era un hecho la expulsión de Junsu y los chicos, los rumores empezaron a ser creíbles para los demás, aunque sorprendentemente, el odio generalizado hacia Sungmin no se dio de forma abrupta.

 En ese tiempo los chicos, frustrados y calientes, se vieron más atraídos por una parte de los rumores que por la maraña en sí. Era inconsciente que lo único que podían escuchar es que Sungmin era gay y promiscuo, los involucrados en el accidente eran capaz de jurarlo por escrito, y eso significaba que quien tuviera la suerte de ser su próximo compañero de habitación tendría quizás la oportunidad de acostarse con uno de los chicos más deseables del instituto. Fue de ese modo que desde su primer día de preparatoria en el internado y durante 2 años, Sungmin tuvo que soportar las insinuaciones e intentos de propasarse de poco menos de una decena de compañeros de habitación. Las únicas veces que realmente pudo dormir tranquilo en ese largo tiempo fue cuando hablaba con el asignador de dormitorios sobre los malos comportamientos de sus compañeros y mientras le buscaban otro tenía la habitación para él solo, sin embargo, de clases agradables no supo nunca más puesto que sus ex compañeros al verse rechazados por alguien que era —según “fuentes confiables” — el culo más fácil del internado, los llenaba de despecho y rencorosa rabia, y les motivó a crear sus propios rumores malintencionados. Entonces, cada vez que Sungmin perdía un compañero, una serie de feos chismes salían sobre él, sobre su desequilibrio mental, sus fetiches enfermos, su adicción al sexo y sus posibles enfermedades venéreas, generando el odio que caía sobre él hasta el momento en que me contó todo.

 Sungmin dijo que muchas veces pensó en largarse del internado. De hecho, creía que en cualquier momento sería el internado quien lo expulsaría por ser un foco de problemas. Ciertamente lo era, pero las circunstancias y su belleza enloquecedora no eran culpa de él. Responsabilizarlo sería una clara transgresión a sus derechos y si lo echaban para evitarse unas pequeñas jaquecas, existía la posibilidad de que Sungmin los denunciara y comentara públicamente todas sus vivencias ahí, algo que sin dudas destruiría el prestigio centenario del establecimiento. De ese modo, el internado no lo expulsó ni él se fue. La reacción de su severo padre al ver que renunciase a tan “buena oportunidad” por “nimiedades” le aterraba, por lo que aguantó como un “hombre”, como el internado y la sociedad nos dice que debemos aguantar la mierda que nos tiran.

 Cuando Sungmin terminó de contarme todo, los primeros rayos del sol se colaban entre las cortinas y yo no tenía ni una pizca de sueño. Estaba lleno de emociones turbulentas, una de las más predominantes era la ira, ira impulsada por potentes razones. Cuando entré a mi primer año en el internado, sabía que los alumnos comentaban sobre un gran escándalo y que esta giraba en torno a alguien en particular, sin embargo, estaba demasiado ocupado horrorizándome del lugar en general como para prestarle atención. Si hubiera preguntado una vez que ocurría, quizás - solamente quizás-habría podido hacer algo. No lo hice, y esas circunstancias de la vida me provocaban tanta rabia que deseaba acabar con mis propias manos con esos bastardos, y cuando me sumergía en ese burbujeante odio, una aterradora pregunta invadió mi mente y se apoderó de toda mi atención “¿Mi actitud inicial le había recordado alguna vez a los malos momentos que vivió con esos sujetos?” Tembloroso, no pude evitar pronunciarlo en voz alta. Él contempló mis ojos angustiados, sonrió y dijo:

“Tú nunca tuviste malas intenciones, hayas creído o no en esos rumores, y no hiciste ninguna cosa que yo no quisiera. Además, a pesar de la frustración y todo el deseo sexual reprimido que nos enloquece a todos, sé que si yo te hubiera dicho que no la primera vez, habrías sido capaz de abandonar el internado antes de forzarme a tener sexo contigo”

 Nunca me sentí más aliviado que en ese momento. Él sabía que yo no era igual a esos enfermos, o sabía que lo amaba y que nunca querría dañarlo, no importaba, el asunto es que lo sabía, él lo sabía. Sin tratar de disimular mi felicidad, me tiré encima para abrazarlo con fuerza y lo besé hasta perder el aliento. Una vez más nos fortalecimos, y yo, en un esfuerzo por reemplazar esos malos recuerdos con unos maravillosos, no tardé en pedirle que nos viéramos fuera del instituto.

—¡Me encantaría! —Me respondió con su hermosa sonrisa.

 Durante el semestre me encontré con mi familia únicamente en Navidad, todos los demás días festivos tomé mis maletas, la mano de Sungmin y luego de inventar excusas a nuestros padres, nos fuimos a quedar a hostales y casas de veraneo familiar. En estas casas, siempre procurábamos pedir expresamente que no hubiera servidumbre e inventábamos formas de pasar desapercibidos. Advertíamos a los cuidadores que nos abastecieran de mucha comida, pretendiendo que irían varias personas, y le decíamos que no era necesario esperar nuestras llegadas. Cuando no teníamos más opción que ir a los hostales, lo echábamos a la suerte y quien perdía iba vestido de mujer.



 Era bastante engorroso ocultarse fuera del internado, pero era divertido y valía la pena. Sin el uniforme, los cuadernos y el temor de que alguien estuviera viéndonos, aprovechamos cada segundo del día conociéndonos como verdaderos humanos y aprendiendo del otro. En un grato y divertido ambiente, le enseñé a Sungmin a usar la lavadora ( “¡Nunca en mi vida había visto una de frente!” Me confesó), le enseñé a conducir con el auto de mi hermana y le hablé de como mi padre había emprendido desde cero y de la admirable ética laboral con la que trabajaba. Él por su parte, me enseñó a andar en vela, a tocar el piano y me habló de los múltiples aspectos a considerar para reconocer un juego de tazas de calidad, de la magnífica colección de vajilla Richard Ginori que su padre tenía y como al heredar su puesto esperaba reavivar el interés de la industria hotelera en la calidad estética de sus servicios de restaurante, y de esta forma, iniciar una nueva era dorada para la manufactura de cubiertos y vajillas. 

 Y sin importar que lo hubiésemos querido -eso jamás-, no podíamos dejar de mezclar esa nueva forma de conocernos con nuestra calentura y juventud. En cada ocasión que nos encontramos fuera del internado, probábamos aquello que nos había causado curiosidad en el encierro y a su vez no deseábamos compartir con nadie más excepto nosotros mismos. Tanto buenos como malos resultados aún me hacen reír o estremecer cuando los evoco. Recuerdo exactamente como se veían mis rodillas y el trasero de Sungmin quemados por la fricción intensa sobre la alfombra persa de la casona de su tío, luego de haber hecho el amor frenéticamente bajo los efectos del éxtasis; Siento en mi boca el horrible sabor de la sopa que me preparó Sungmin para reponerme luego de que vomitara todo tras habernos embriagado; puedo escuchar los incesantes disparates, gemidos y gritos que salían de sus labios sin ningún filtro luego de que aspiráramos cocaína.

“¡Ah! ¡Kyuhyun, sí! ¡Cógeme duro! ¡Cógeme! ¡Cógeme!¡Cógeme hasta que explotemos!”

 Y también recuerdo inevitablemente con mucho detalle cuando él, bajo los efectos de la marihuana - y de todas formas muy nervioso-, me preguntó si podíamos en esa ocasión invertir nuestros roles. Esa noche supe que si desde la primera vez hubiera sido así, Sungmin con su tacto suave y gentil, nos habría evitado buena parte del dolor que sufrimos. Claro que era sólo un pensamiento. Considerando mi postura al principio no hubiera accedido a eso, y aunque fue una experiencia extrañamente agradable, yo me sentía bastante cómodo con mi rol, y por suerte Sungmin también lo estaba y se dio por pagado con ese único cambio.

 En resumen, yo sentía que éramos la pareja más perfecta. A veces peleábamos, sí, como todos: por celos, por diferencias de opiniones, por asuntos de nuestro dormitorio, por estupideces, etc. Sin embargo, nuestro enojo no duraba más de unas horas o máximo un día. Contribuía a eso nuestra ya mencionada necesidad de no desperdiciar el tiempo. Por mucho preferíamos disfrutar, concentrarnos en disfrutar, pensar en qué hacer para disfrutar al día siguiente y disfrutar más.   

 El último festivo que tuvimos para salir, nos hospedamos en el lugar más grande. El señor Kang, abuelo materno de Sungmin, no era únicamente el más rico de su familia, sino que también tenía un gran interés ecológico, y cada año compraba enormes estancias forestales que convertía en santuarios privados en los que cuidaba de su flora y fauna nativa. La casona que él nos prestó, poseía a su alrededor 50 hectáreas de cerros verdes, donde fluían cristalinos riachuelos y habitaban en su mayoría conejos, lagartijas y pequeñas aves. En los límites del jardín de la casa, el abuelo había mandado a hacer una serie de amplios caminos que dieran a cada cerro para poder explorar con libertad y que también sirvieran de cortafuegos. Sungmin y yo decidimos salir a recorrerlos el día anterior a irnos. Hacía un día precioso y si bien el viento estaba un poco frío por ser invierno, después de almorzar, nos encaminamos en shorts y poleras esperando entrar en calor una vez subiéramos el cerro más alto de todos, nuestro objetivo.

 Atravesando el césped del patio, entrelacé mis dedos con los de Sungmin y en cuanto dimos el primer paso sobre el camino de tierra, sentimos la magia envolvernos.

 El camino que debía ser rocoso y áspero, era liso y de arena suave; las hojas de los árboles, las cortezas, frutos y ramas se lucían con tonos de tal exotismo que juraría nunca haber visto colores tan hermosos y brillantes; el viento soplaba más agradable a cada paso, traía un aroma delicioso a naturaleza en su estado puro y silbaba una preciosa tonada improvisada que hacía danzar a hojas y espigas; los pequeños animalitos que vivían en el lugar, no nos mostraban temor y se aproximaban a darnos la bienvenida, a veces colándose juguetonamente por nuestros pies ¿Cómo podía ser aquello posible? Mis ojos no dieron más de la estupefacción al llegar agotados a la cima y presenciar la belleza irreal y despampanante frente a nosotros. Los largos kilómetros de bosque profundo que se internaban bajo el atardecer, eran lentamente adornados por luciérnagas que prendían una a una sus colas y daban vueltas buscando a sus almas gemelas. Más a lo lejos, varias bandadas de pájaros volaban coordinadamente encima de una ciudad que, consciente del espectáculo, permanecía en un voluntario silencio y con ninguna luz sin prender.

 En mi cabeza no lograba hacer encajar mis pensamientos. En ese viaje no habíamos experimentado con ninguna droga, estaba saludable, y de todas formas, lo que se presentaba a mi alrededor me impresionaba por su perfecta belleza y no por su anormalidad o imposibilidad de ser. Sungmin llamó mi atención acomodando ligeramente sus dedos entrelazados a los míos. Con un brillo sereno en sus ojos, las mejillas rojas por el esfuerzo y una dulce sonrisa en sus labios, observaba tranquilamente el paisaje. No era magia, era él. Ahora soy consciente de todo lo feliz que Sungmin me hizo, pero en ese entonces no hacía más que pensar, respirar y actuar por la felicidad de mi novio, además de vivir el momento. Nunca había reflexionado seria y concienzudamente sobre lo feliz que me hacía estar con él, de cuanta salud y gozo había traído a mi vida. Desde que había comenzado el segundo semestre en el internado, yo no sabía nada de ese asfixiante estrés que tan furioso y demente me ponía, y al no padecer de ello que me debilitaba tanto a nivel mental y bajaba mis defensas, no me había resfriado ni un solo día; mis ojos, mejorados, ahora cada vez que se posaban en cualquier lugar, enfocaban únicamente lo bueno y bonito y lo intensificaban; todo lo que entraba a mis oídos tenía algo positivo y sonaba melodioso; cada cosa que caía en mis labios poseía un delicioso sabor, sobre todo sus besos; mis movimientos se sentían ligeros y libres, y el tacto con cualquier cosa se sentía terso y natural; siempre había razones para reír y hacer reír, nunca había razones para llorar, y estar en el internado adquiría paulatinamente más sentido.

 Y todo se debía a Sungmin. Él podía transformar el infierno mismo en el más perfecto paraíso.

 Alertado por mi insistente mirada, Sungmin volteó su rostro y se sorprendió al encontrarse con mis ojos acuosos cargados de conmoción.

—¿Sucede algo malo? —Me preguntó con un dejo de preocupación en su voz.
—No, todo está absolutamente bien— Respondí con voz segura y una sonrisa.

 Él me devolvió el gesto mientras el viento mecía sus sedosos cabellos. Sin contenerme, lo agarré por la cintura y besé sus labios. Él no tardó en seguirme el ritmo y tomando mis mejillas, nos besamos profundamente por un tiempo infinito.

 Nunca experimenté una felicidad tan avasalladora como esa en mi vida, ni antes ni después.



 Pero cuando volvimos al internado, esa dicha que adornaba cada centímetro de mí, se esfumó en un parpadeo. Pasó mientras pegaba varias de nuestras fotos en el mural secreto que teníamos en la parte trasera de un pizarrón. Involuntariamente, mis ojos se desviaron al calendario de junto, el cual mostraba que faltaba poco más de un mes para que nos graduáramos. Sin poder controlarlo, lentamente mi respiración se volvió errática y el aire tóxico.

 La gente volvía a sus butacas, los celulares se apagaban otra vez y los largos focos pegados a las paredes disminuían su luz hasta extinguirla. El narrador había terminado de hablar y ahora aparecía el logo de coca-cola en la pantalla. Como siempre, el comercial feliz terminaría y nosotros debíamos volver a la realidad.

Continuará…



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